EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Marcos 9,2-13.
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a
un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se
volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría
blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo
a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra
para Moisés y otra para Elías". Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de
temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este
es mi Hijo muy querido, escúchenlo". De pronto miraron a su alrededor y no vieron
a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió
contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los
muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría
"resucitar de entre los muertos". Y le hicieron esta pregunta: "¿Por qué dicen los
escribas que antes debe venir Elías?". Jesús les respondió: "Sí, Elías debe venir
antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del
hombre debe sufrir mucho y ser despreciado? Les aseguro que Elías ya ha venido e
hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Un autor siríaco anónimo
Homilía atribuida, erróneamente, a san Efrén
«Este es mi Hijo amado»
Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan sobre la montaña y les mostró, antes
de su resurrección, la gloria de su divinidad; así, cuando resucitara de entre los
muertos, en la gloria de su naturaleza divina, reconocieran que esa gloria no la
había recibido como recompensa a su sufrimiento, como su tuviera necesidad de
ello, sino que era la misma gloria que ya poseía entes de los siglos, junto al Padre y
con el Padre. Es lo que él mismo dijo al acercarse su voluntaria Pasión: «Padre,
glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti antes que el mundo
existiese» (Jn 17,5). Es esta misma, la gloria de su divinidad, misteriosamente
escondida en su humanidad, la que mostró a sus apóstoles en la montaña. Ésos...
vieron dos soles, uno en el cielo resplandeciente como de costumbre, y otro
resplandeciente de manera inhabitual; uno que iluminaba al mundo desde lo alto del
firmamento, el otro que brillaba para ellos solos, con el rostro girado hacia ellos...
Entonces aparecieron Moisés y Elías... y le agradecían que, con su venida se
hubieran cumplido sus palabras, como las de todos los profetas. Le adoraban por la
salvación que operaba en favor del mundo entero y por el cumplimiento del misterio
que ellos habían recibido el encargo de anunciar. Así es que, en esta montaña se
llenaron de gozo tanto los apóstoles como los profetas. Los profetas se alegraron al
ver su humanidad que, anteriormente, no habían podido conocer; los apóstoles se
alegraron al ver la gloria de su divinidad que ellos todavía no conocían, y al escuchar
la voz del Padre que daba testimonio en favor de su Hijo. A través de ella y de la
gloria de su divinidad que su cuerpo dejaba traslucir, conocieron su encarnación
que, hasta entonces, les era desconocida.
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”