VII DOMINGO T. ORDINARIO A
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
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Una propuesta suprema
Seguimos leyendo el Sermón del Monte. Y nos sigue sorprendiendo la autoridad
inaudita con que Jesús habla. El “habéis oído que se dijo” era un giro hebraico
para evitar pronunciar el nombre de Dios. El “ pero yo os digo ” equivalía, en
cierto modo, a corregir aquellos textos de la Sagrada Escritura que el pueblo
había escuchado muchas veces en la sinagoga como palabra de Dios. Jamás
ningún profeta había osado algo parecido. No es extraño que pronto empezaran
a acusarle de blasfemo. Y, sin embargo, como veíamos el domingo pasado y
seguimos viendo hoy, el mensaje de Jesús es tan verdaderamente humano que
nos suena a divino.
Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente… Pero yo os digo que
no respondáis al que os amenaza…”. La ley del talión supuso incierto progreso
frente a los excesos que reclama el instinto de venganza, como vemos incluso
reflejado en oscuros personajes de la Sagrada Escritura: “ Caín fue vengado
siete veces. Lamek lo será setenta veces siete…”. La ley del talión buscaba no
hacer más daño que el que uno ha recibido. No había que pasarse. Ya nos
gustaría que en nuestros mismos tiempos, cuando hemos visto ciudades
bombardeadas por pura represalia o cómo crecía la espiral de la violencia, se
hubiera respetado al menos “el ojo por ojo”. Jesús recordando la venganza de
Caín y la de Lamek invitará a perdonar no siete veces, sino setenta veces siete.
Frente a la venganza radical, Jesús invitaría al perdón radical. Esa es la novedad
evangélica.
Y como Jesús quería que la gente le entendiera, desciende en su predicación a
ejemplos bien concretos, que no por ello dejan de sorprendernos: “ Al que te
abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiere pleitear
contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto; y al que te obligue
andar con él una milla, vete con él dos. A quien te pida, dale, y al que desee que
le prestes algo, no le vuelvas la espalda ”.
Evidentemente los textos anteriores no son recetas morales para aplicar tal cual.
Más que una regla son un espíritu, un estilo. De hecho, cuando Jesús es
abofeteado por el criado del sumo sacerdote no presenta la otra mejilla, sino que
preguntará por qué le pegan. Tomar literalmente las palabras de Jesús daría pie
a que, en algunos casos, se consagrara la injusticia. Aplicadas literalmente en la
sociedad civil podrían ser utilizadas para justificar la mendicidad, premiar la
violencia o asegurar la impunidad de los malhechores. Jesús, que tenía un gran
sentido común, no era eso lo que pretendía. Pero sí sabía que cuando el mal se
quiere vencer con el mal se entra en una espiral de violencia creciente. Sabía
que el mal que sufrimos es el que viene de fuera, pero que es más grave cuando
ese mal anida también en nuestro interior. Jesús pretende enseñarnos a vencer
al mal con el bien, que al odio hay que responder con la fuerza del amor.
Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo
os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persigan; así seréis
 
hijos de nuestro Padre celestial que hace salir el sol sobre buenos y malos, y
llover sobre justos e injustos” . Lo que Jesús cita no es una regla que esté en
algún lugar de la Escritura, pero es una actitud tan frecuente entre los humanos
que puede llevar incluso a justificar la “guerra santa”. La propuesta de Jesús es
una de las supremas novedades del Evangelio. Una novedad difícil de entender a
un nivel simplemente humano: Sólo se entiende desde la locura de la cruz de
Cristo, que da la vida por quienes se la quitan, que pide el perdón para los que
le crucifican.
Si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Eso lo hacen también los
paganos… Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. El amor, para
Jesús no se mantiene sólo a un nivel de sentimientos, de atracción física, de
afectividad. No dice que eso sea malo o que haya que vivir desterrando la
ternura. Lo que dice es que el amor va más allá. ¿Quién no ha visto a personas
que viven con una entrega inaudita en favor de otras que humanamente podrían
parece repugnantes? Personas que hacen gratuitamente lo que no harían por
todo el oro del mundo.
Podemos pensar que no es humano amar a los que no nos aman, amar
gratuitamente a lo que humanamente no es amable. Podemos pensar que no es
humano, pero es divino. Esa es la manera de ser del Dios que se revela en la
cruz. Cuando intentamos parecernos a ese Dios somos “ sal de la tierra y luz del
mundo ”.