“Todo es posible para el que cree”
Mc 9, 14-29
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LA ORACIÓN PUEDE OBTENER LO IMPOSIBLE
Las lecturas nos invitan a ser más «sapienciales», o sea, a partir de la realidad no para
detenernos en ella, sino para ascender hasta las cumbres de Dios. A él se sube por medio
de la oración, que es, según Ch. de Foucauld, un pensar en Dios, amándole. El punto de
partida varía según las circunstancias. Puede ser un aspecto de la naturaleza que nos hace
apreciar la sabiduría del Creador, que lo ha dispuesto todo con orden y belleza. Galileo
sostenía, por ejemplo, que existen dos grandes libros, el de la revelación ( la Biblia ) y otro
siempre abierto: el de la creación.
Es más difícil ser sapienciales cuando el punto de partida es doloroso, como una
enfermedad que nos clava a una cama, una crisis que hace tambalearse nuestro equilibrio
espiritual o psíquico, la traición de un amigo, un fracaso profesional... El padre del
muchacho que hemos encontrado en el evangelio nos sirve de maestro. Antes que nada, es
preciso dirigirse a Jesús, sea cual sea nuestro problema. El creyente, sin dejar de lado el
recurso a los medios humanos, llama siempre a la puerta del cielo. A continuación,
debemos hacer la oración con humildad y confianza.
El cielo no es una caja fuerte cuya combinación conozcamos y podamos abrir cuando nos
venga en gana. Es el encuentro con el Padre que Jesús nos ha hecho conocer y en cuyas
manos nos ponemos enteramente: «Hágase tu voluntad». Esto se encuentra en la base de
toda oración de petición y, por consiguiente, oramos sabiendo que es posible que Dios no
acceda a lo que le pedimos. Dios sabe mejor que nosotros qué es el verdadero bien. De
todos modos, es preciso orar también para alabar, agradecer, pedir perdón... De este modo
seremos más sapienciales.
La oración puede obtener lo imposible, como en el caso del evangelio. Incluso aunque no
obtengamos lo que pidamos, la oración nos procura la sintonía con Dios, es expresión de
nuestra filiación, de la comunión con el Espíritu en la intercesión perenne de Cristo. Orar es,
sobre todo, encontrar el acceso y la conexión entre la tierra y el cielo. Todo esto es tan
grande y hermoso que relativiza el que sea atendida o no nuestra petición.
ORACION
Señor Jesús, te suplicamos que permanezcas sordo a nuestra oración lloricona, quejica,
oscurantista, velada de pesimismo, incapaz de mirar hacia adelante, porque no es oración,
sino la proyección de nuestras dudas, de nuestras inseguridades y miopías espirituales.
Ayúdanos a construir una oración que comience así: «Creo, ayúdame en mi incredulidad».
Una oración que, partiendo de la conciencia de nuestros límites, como publicanos en el
templo, sea capaz de abrirse en estrella para englobar todo y a todos, coloreada con los
tonos del arco iris, bellos por su diversidad.
Señor, ábrenos el corazón para percibir y saborear la grandeza del Padre, el amor del
Espíritu. Y una vez sumergidos en el dinamismo trinitario seremos capaces de apreciar la
sabiduría que regula el mundo: el de los astros, el de los vegetales, el de los animales.
Sobre todo, estaremos en condiciones de descubrir constantemente la imagen divina que
hay en cada hombre, incluso en el indiferente, malvado y depravado.
Señálanos las fuentes genuinas de la oración. Antes que nada la bíblica, Palabra sugerida
por ti para que podamos decirte cosas que te agradan; a continuación, la litúrgica, la
florecida en la boca y el corazón de tus santos. Concédenos una oración festiva, coloreada,
optimista, para que, entreteniéndonos contigo, nos veamos a nosotros mismos y al mundo
con tus ojos y con la serena certeza de que a ti todo te es posible.