7ª semana, lunes. La sabiduría de Dios es la santidad y la fe nos
ayuda a vivir con alegría, por eso hemos de pedirle ayuda, rezar
1. El Eclesiástico (1,1-10) nos habla de que “toda sabiduría viene del
Señor, y con él está por siempre. La arena de los mares, las gotas de la
lluvia, los días de la eternidad, ¿quién los puede contar? La altura del cielo,
la anchura de la tierra, la profundidad del abismo, ¿quién los alcanzará?
Antes de todo estaba creada la Sabiduría, la inteligente prudencia desde la
eternidad. La raíz de la sabiduría ¿a quién fue revelada?, sus recursos,
¿quién los conoció? Sólo uno hay sabio, en extremo temible, el que en su
trono está sentado. El Señor mismo la creó, la vio y la contó y la derramó
sobre todas sus obras, en toda carne conforme a su largueza, y se la
dispensó a los que le aman”. Estos pensamientos nos ayudan a mirar
sabiamente las cosas, personas y acontecimientos de la vida. Son mezcla
de don de Dios, de fe, de sentido común y visión religiosa de la historia.
Aparece personificada, capaz de amar y ser amada, de invitar a los
hombres y de ser apetecida por ellos. El autor nos irá transmitiendo con
amabilidad y buen sentido práctico las riquezas de su pensamiento y su
experiencia humana y religiosa. Como un saber personificado, una especie
de mediador entre Dios y el mundo. Es algo de que los seres vivientes
participan, algo que les descubre desde dentro un orden "sabio" de obrar.
¿Estoy convencido de que «buscar a Dios» es también «crecer en
humanidad»? ¿Qué importancia doy a la oración, a la contemplación de la
Sabiduría de Dios en Sí mismo? ¿Estoy convencido de que «crecer en
humanidad» es aproximarse a Dios? Todo esfuerzo de promoción, de
verdadero humanismo, incluso si momentáneamente parece ignorar a Dios,
va dirigido a la Sabiduría de Dios. ¿Qué importancia doy a la cultura
humana, al esfuerzo moral, a la promoción válida de mis hermanos y mía?
-La arena del mar, las gotas de la lluvia, los días de la eternidad, la altura
del cielo, la extensión de la tierra, la profundidad del abismo... ¿Quién dirá
su número, quien los explorará? Antes de todo estaba creada la Sabiduría,
la inteligencia prudente... ¿Quién conoce sus recursos, sus finezas?
Sabiduría. Inteligencia. Fineza. Ciencia... ¡Dones de Dios! ( Noel Quesson).
2. Es lo que canta el Salmo (93,1-2,5): “ Reina Yahveh, de majestad
vestido, Yahveh vestido, ceñido de poder, y el orbe está seguro, no vacila.
Desde el principio tu trono está fijado, desde siempre existes tú. Son
veraces del todo tus dictámenes; la santidad es el ornato de tu Casa, oh
Yahveh, por el curso de los días”.
3.- Marcos (9,14-29) nos habla de la fe y la oración, y la fuerza del poder
de Jesús, la Sabiduría en persona: “Al llegar donde los discípulos, vio a
mucha gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos.
Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. El les
preguntó: «¿De qué discutís con ellos?» Uno de entre la gente le
respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y,
dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espurnarajos,
rechinar de dientes y le deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo
expulsaran, pero no han podido.» El les responde: «¡Oh generación
incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de
soportaros? ¡Traédmelo!» Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús,
agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba
echando espumarajos. Entonces él preguntó a su padre: «¿Cuánto tiempo
hace que le viene sucediendo esto?» Le dijo: «Desde niño. Y muchas veces
le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes,
ayúdanos, compadécete de nosotros.» Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si
puedes! ¡Todo es posible para quien cree!» Al instante, gritó el padre del
muchacho: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!» Viendo Jesús que se agolpaba la
gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: «Espíritu sordo y mudo, yo
te lo mando: sal de él y no entres más en él.» Y el espíritu salió dando
gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el
punto de que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la
mano, le levantó y él se puso en pie. Cuando Jesús entró en casa, le
preguntaban en privado sus discípulos: «¿Por qué nosotros no pudimos
expulsarle?» Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la
oración.»” Jesús aparece de nuevo como más fuerte que el mal. Tiene la
fuerza de Dios. Igual que en la montaña los tres discípulos han sido
testigos de su gloria divina, ahora los demás presencian asombrados otra
manifestación mesiánica: ha venido a librar al mundo de sus males, incluso
de los demoníacos, de la enfermedad y de la muerte. Los verbos que
emplea el evangelista son muy parecidos a los que empleará para la
resurrección de Jesús: «Lo levantó y el niño se puso en pie» (en griego:
«égueiren» y «anéste»). Nuestra lucha contra el mal, el mal que hay dentro
de nosotros y el de los demás, sólo puede ser eficaz si se basa en la fuerza
de Dios. Sólo puede suceder desde la fe y la oración, en unión con Cristo,
el que libera al mundo de todo mal. No se trata de hacer gestos mágicos o
de pronunciar palabras que tienen eficacia por sí solas. El que salva y el
que libera es Dios. Y nosotros, sólo si nos mantenemos unidos a él por la
oración. Esta es la lección que nos da hoy Jesús. Lo que pasa es que
muchas veces nuestra fe es débil, como la del padre del muchacho y la de
los discípulos. Por eso, puestos a hacer de «exorcistas» para Iiberar a otros
de sus males, fracasamos estrepitosamente, como aquel día los apóstoles.
Seguramente porque hemos confiado en nuestras propias fuerzas y nos
hemos olvidado de apoyarnos en Dios. Cuando nos sentimos débiles en la
fe y sumidos en dudas, porque no conseguimos lo que queremos en
nuestra familia o en nuestras actividades de la comunidad, por ejemplo las
relacionadas con los niños y los jóvenes, será la hora de gritar, como el
padre del muchacho enfermo: «Tengo fe, pero dudo, ayúdame». En el
sacramento del Bautismo hay una «oración de exorcismo» en que
suplicamos a Dios que libere de todo mal al que se va a bautizar: «tú que
has enviado tu Hijo al mundo para librarnos del dominio de Satanás,
espíritu del mal»; «tú sabes que estos niños van a sentir las tentaciones
del mundo seductor y van a tener que luchar contra los engaños del
demonio... Arráncalos del poder de las tinieblas y, fortalecidos con la gracia
de Cristo, guárdalos a lo largo del camino de la vida». En la guerra
continua entre el bien y el mal Cristo se nos muestra como vencedor y nos
invita a que, apoyados en él -con la oración y el ayuno, no con nuestras
fuerzas- colaboremos a que esa victoria se extienda a todos también en
nuestro tiempo.
El diálogo con el padre de este poseído es una de las perlas del
evangelio. Jesús quiere que el hombre tome conciencia de su poca fe y su
pedagogía consiste en empujarle a descubrir que, para aumentar la fe, hay
que darse cuenta antes de que no se tiene. Aquí se nos habla de oración, en
otros lugares Jesús añade el ayuno, que no sirve para hacer fuerza a Dios y
que me la conceda, sino como signo muy elocuente de que solamente Dios
sea mi alimento, de que solamente Dios puede saciar mi hambre. Significa
que todo lo esperamos de Dios y no de los recursos humanos: -"Todo le es
posible al que cree" "Creo. Ayuda a mi incredulidad" Sí, es Fe lo que Jesús
necesita. Es la Fe lo que pide a los que le rodean. Su gran sufrimiento es
que en su entorno las gentes no creen y Él sabe las maravillas que la Fe es
capaz de hacer. El padre del muchacho intuye todo esto, y, a la invitación
de Jesús, hace una admirable "profesión de Fe"... admirable porque está
llena de modestia. "¡Sí, creo! Pero, Señor, ven a robustecer mi pobre fe,
pues siento ¡que no creo todavía suficiente!
-“¿Por qué no hemos podido echarle nosotros?” "Esta especie no
puede ser expulsada por ningún medio si no es por la oración. Poder de la
FE = poder de la oración. Los apóstoles por sí mismos, humanamente son
radicalmente incapaces de hacer un OBRA DIVINA: su poder les viene de
Dios y encuentra su fuente en la oración (Noel Quesson). En esa hondonada
oscura en que gruñe el demonio sabe desenvolverse Cristo, y dar salud y
vida y alegría a cuantos creen en él. Y Jesús lo cura todo. Llucià Pou Sabaté