NI CARAS LARGAS NI BRAZOS CAIDOS
Por Javier Leoz
Nuestro mundo, se mire por donde se mire, está instalado en un agobio
permanente. Tiene problemas y no siempre sabe cuáles son y cómo
hacerles frente. Se soluciona hoy uno y, a la vuelta de la esquina, surge
otro más grave. ¿Qué hacer? ¿Por dónde tirar? ¿Hacia dónde ir si no se
sabe muy bien de la mano de quién ir?
1.- A una con la crisis material tan brutal que estamos padeciendo (por lo menos
aquí en España) algunas estadísticas muestran un interés de las personas por lo
religioso, por el campo espiritual. Agobiadas por situaciones sociales, políticas,
coyunturales o económicas, muchos hermanos nuestros ven de nuevo en la fe
una válvula de oxígeno (no de escape) para seguir adelante. Agobiada nuestra
sociedad por mil y una inquietudes parece como si estuviéramos empujados a
convivir siempre con ellos. Lo malo no es eso (siempre habrá obstáculos a
nuestra dicha o felicidad) lo negativo es cuando, a los problemas que ya
tenemos, añadimos otros de índole personal: proyectos inalcanzables, avaricia,
deseo de riquezas, etc.
2.- A veces queremos añadir una hora más a nuestra vida y, resulta, que la que
ya vivimos no la disfrutamos en toda su intensidad. Pretendemos un mejor
puesto profesional y el que desarrollamos tal vez no lo ejercemos con diligencia.
Añoramos un mañana mejor y, tal vez, no trabajamos lo suficiente para que el
presente sea más justo, honrado o relajado.
Vivir volcados como cristianos no significa vivir preocupados, con caras largas y
sin más horizonte que la angustia. Nuestra misión en medio del mundo está
llamada y encaminada a ser luz (pero sin quemarnos) y a ser sal (pero sin
pasarnos con el salero) sabiendo que, Dios, dirige nuestros pasos, vela nuestros
sueños y que lejos de desentenderse de nosotros, más importantes que los
pájaros o las mismas flores, sigue con interés nuestros pasos.
Ante tan buen Padre, la angustia, el desánimo o la desesperanza no tienen razón
de ser. El Señor nos acompaña y, teniendo tan buen valedor, no hay que mirar
con lentes negras al futuro sino más bien con las gafas nítidas de la fe y de la
confianza en Dios.
3.- En muchas ocasiones, nuestra agenda personal o colectiva, está marcada por
multitud de obligaciones. Tanto es así que, con razón alguien dijo aquello de
“además de no ser dueños del tiempo, ahora resulta que no tenemos tiempo
para lo esencial”. Es verdad. Cuando nos perdemos en aspectos secundarios o
insistimos en diseñar una vida sin referencia a Dios, ocurre lo que ocurre;
pesimismo, desasosiego, desesperanza y prisas. ¿Habrá que cruzarse de brazos?
¿Caer en los tentáculos de la pasividad? ¡Por supuesto que no! Dios nos quiere
inmersos en el mundo, potenciando y brindando nuestros talentos, pero también
sin caer en la tentación de que todo esté tan medido, tan asegurado, tan
calculado y tan pensado….que nos lleve a vivir en un sin-vivir.
4.- El cristiano ha de pasar por el mundo ocupado y dinámico pero huyendo de
caer en la preocupación y en la intranquilidad. Entre otras cosas porque, estas
dos últimas, nos paralizan y nos desestabilizan. Y Dios, por si lo hemos olvidado,
nos quiere felices….no amargados.
5.- AYÚDAME, SEÑOR
A ocuparme, razonablemente
en aquello que sea para tu gloria
para el beneficio de los míos y de mí mismo
A disfrutar el presente, sin estar tan pendiente
de lo que pueda ocurrir mañana.
A, mirar hacia el futuro,
aportando las semillas que siembro hoy en el camino.
AYÚDAME, SEÑOR
A sentir tú mirada en aquello que veo
A palpar tus manos en mis pequeñas obras de cada día
A escuchar tu Palabra en las mías,
pobres, torpes y atropelladas
AYÚDAME, SEÑOR
A vivir comprometido pero sin ansiedad
A caminar ligero, pero sin prisas
A trabajar con empeño, pero sin nervios
A soñar con un futuro mejor
sin olvidar que puedo superar el presente
AYÚDAME, SEÑOR
A confiar en tu mano providente
A no tener miedo al mañana que me aguarda
Contigo, Señor, me basta.
Amén