MISA DE MEDIANOCHE
HOMILÍA DEL SANTO PADRE
Navidad, 24 diciembre de 2000
1. "Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (Estr. Salmo resp.).
Resuena en esta noche, antiguo y siempre nuevo, el anuncio del Nacimiento del
Señor . Resuena para quien está en vela, como los pastores de Belén hace dos
mil años; resuena para quien ha acogido la llamada del Adviento y, vigilante en
la espera, está dispuesto a acoger el gozoso mensaje, que se hace canto en la
liturgia: “Hoy nos ha nacido un Salvador” .
Vela el pueblo cristiano; vela el mundo entero en esta noche de Navidad que se
relaciona con la de hace un año, cuando fue la apertura de la Puerta Santa del
Gran Jubileo, Puerta de la gracia abierta de par en par para todos.
2. Cada día del año jubilar es como si la Iglesia hubiera repetido
incesantemente: “Hoy nos ha nacido un Salvador” . Este anuncio, que lleva
consigo un impulso inagotable de renovación, resuena en esta noche santa con
singular fuerza: es la Navidad del Gran Jubileo , memoria viva de los dos mil
años de Cristo, de su nacimiento prodigioso, que ha marcado un nuevo inicio de
la historia. Hoy “el Verbo se ha hecho carne y ha venido a habitar entre
nosotros” ( Jn 1, 14).
Hoy ”. En esta noche el tiempo se abre a lo eterno, porque Tú o Cristo, has
nacido entre nosotros surgiendo de lo alto. Has venido a la luz del regazo de una
Mujer bendita entre todas, Tú, el “Hijo del Altísimo”. Tu santidad ha santificado
de una vez para siempre nuestro tiempo: los días, los siglos, los milenios. Con tu
nacimiento has hecho del tiempo un “hoy” de salvación.
3. “Hoy nos ha nacido un Salvador” .
Celebramos en esta noche el misterio de Belén , el misterio de una noche
singular que, en cierto sentido, está en el tiempo y más allá del tiempo. En el
seno de la Virgen ha nacido un Niño, un pesebre ha sido cuna por la Vida
inmortal.
Navidad es la fiesta de la vida, porque Tú, Jesús, viniendo a la luz como todos
nosotros, has bendecido la hora del nacimiento: una hora que simbólicamente
representa el misterio de la existencia humana , uniendo el padecimiento del
parto a la esperanza, el dolor a la alegría. Todo esto ha ocurrido en Belén: una
Madre ha dado a luz; “ha nacido un hombre en el mundo” ( Jn 16,21), el Hijo del
hombre. ¡Misterio de Belén!
4. Conmovido interiormente, pienso en los días de mi peregrinación jubilar a
Tierra Santa. Vuelvo con la mente a aquella gruta en la que se me concedió la
gracia de estar en oración. Beso espiritualmente aquella tierra bendita, en la
cual ha brotado para el mundo el gozo imperecedero.
Pienso con preocupación en los Santos Lugares y, de modo especial, en la ciudad
de Belén , donde, a causa de la difícil situación política, desafortunadamente no
podrán desarrollarse los sugestivos ritos de la Santa Navidad con la solemnidad
acostumbrada. Quisiera que aquellas comunidades cristianas escucharan en esta
noche la total solidaridad de la Iglesia entera.
Queridos Hermanos y Hermanas, estamos con vosotros con una plegaria
especialmente intensa. Junto con vosotros tememos por la suerte de toda la
región del Medio Oriente ¡Quiera Dios escuchar nuestra invocación! Desde esta
Plaza, centro del mundo católico, resuene una vez más con renovado vigor el
anuncio de los ángeles a los pastores: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra
paz a los hombres que Dios ama” ( Lc 2, 14).
Nuestra confianza no puede vacilar, del mismo modo que no puede faltar la
admiración por lo que estamos conmemorando. Nace hoy el que da al mundo la
paz.
5. “Hoy nos ha nacido un Salvador” .
El Verbo llora en un pesebre. Se llama a Jesús , que significa “ Dios salva ”, porque
“porque él salvará a su pueblo de sus pecados” ( Mt 1, 21).
No es un palacio real donde nace el Redentor , destinado a establecer el Reino
eterno y universal. Nace en un establo y, viniendo entre nosotros, enciende en el
mundo el fuego del amor de Dios (cf. Lc 12, 49). Este fuego no se apagará
jamás.
¡Que este fuego arda en los corazones como llama de caridad efectiva, que se
haga acogida y sostén para muchos hermanos aquejados por la necesidad y el
sufrimiento!
6. Señor Jesús, que contemplamos en la pobreza de Belén, haznos testigos de tu
amor, de aquel amor que te ha llevado a despojarte de la gloria divina, para
venir a nacer entre los hombres y a morir por nosotros.
Mientras el Gran Jubileo entra en su fase final, infunde en nosotros tu Espíritu,
para que la gracia de la Encarnación suscite en cada creyente el compromiso de
una respuesta más generosa a la vida nueva recibida en el Bautismo.
Haz que la luz de esta noche , más resplandeciente que el día, se proyecte sobre
el futuro y oriente los pasos de la humanidad por los caminos de la paz.
¡Tú, Príncipe de la paz, Tú Salvador nacido hoy por nosotros, camina con tu
Iglesia por las veredas que se abren ante ella en el nuevo milenio!