DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO
Is 49, 14-15; Sal 61; 1Cor 4, 1-5; Mt 6, 24-34
Nadie puede servir a dos patrones: necesariamente odiará a uno y amará al
otro, o bien cuidará al primero y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al
mismo tiempo a Dios y al Dinero. Por eso yo les digo: No anden preocupados por
su vida con problemas de alimentos, ni por su cuerpo con problemas de ropa.
¿No es más importante la vida que el alimento y más valioso el cuerpo que la
ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, no guardan
alimentos en graneros, y sin embargo el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las
alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves? ¿Quién de ustedes, por
más que se preocupe, puede añadir algo a su estatura? Y ¿por qué se
preocupan tanto por la ropa? Miren cómo crecen las flores del campo, y no
trabajan ni tejen. Pero yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, se pudo
vestir como una de ellas. Y si Dios viste así el pasto del campo, que hoy brota y
mañana se echa al fuego, ¿no hará mucho más por ustedes? ¡Qué poca fe
tienen! No anden tan preocupados ni digan: ¿tendremos alimentos?, o ¿qué
beberemos?, o ¿tendremos ropas para vestirnos? Los que no conocen a Dios se
afanan por esas cosas, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que
necesitan todo eso. Por lo tanto, busquen primero su reino y su justicia, y se les
darán también todas esas cosas. No se preocupen por el día de mañana, pues el
mañana se preocupará por sí mismo. A cada día le bastan sus problemas.
En el Evangelio de este domingo el Señor Jesús nos recuerda que es primordial
para la vida del creyente el saber confiar y acogerse a la Providencia de Dios. La
palabra nos pone de manifiesto lo que es fundamental y lo que es
complementario: “buscad el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se
os darán por aadidura”. Por ello el Salmo de la liturgia de hoy dice:
Descansa slo en Dios, alma mía, porque Él es mi esperanza; slo Él es mi
roca y mi salvacin, mi alcázar: no vacilaré. Estas palabras expresan un
pensamiento único: Dios es la fuente de todo bien; y por esto, en Él esta puesta
la esperanza más profunda del hombre. Dios no es sólo el Bien infinito en sí
mismo, sino que es el Bien para el hombre: quiere para el hombre el bien, Dios
mismo es el bien definitivo para el hombre. Es en la sencillez del acoger y
abandonarse a la Palabra del Señor que podemos reconocer que lo más humilde
aquello que nos dará la alegría de la vida nueva que Cristo quiere para nosotros.
Es tajante el Seor cuando nos expresa de forma radical: “Nadie puede servid a
dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se entregará a
uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero () Sobre todo
buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por aadidura”.
Muchas veces escuchamos con cierta desconfianza estas palabras del Evangelio,
las cuales nos cuestionan: ¿puede el hombre dejar de preocuparse por la propia
vida? El Seor nos dice: “no os preocupéis demasiado, no os agobiéis”. No
aconseja el descuido o la negligencia, sino que señala una justa jerarquía para
las cosas, por ello nos dice: “Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia;
lo demás se os dará por aadidura”.
La justicia del reino de Dios es un bien incomparablemente superior con relación
a todo aquello por lo que el hombre puede afanarse, sirviendo al dinero. Así en
esta palabra el Señor nos pone de manifiesto la misericordia de su amor que
además es providente, con una medida que escapa al entendimiento humano
porque es sobreabundante. Así la providencia nos confirma el misterio de la
redención y la verdad de que hay que buscar primero el reino de Dios y su
justicia.
Dios es la fuente de todo bien en la obra de la creación, es también la
Providencia incesante del mundo y del hombre. Quiere continuamente que de los
bienes, llamados por Él a la existencia, participe el hombre: que ha sido
distinguido y amado por Dios de entre todas las criaturas del mundo visible.
Porque desde el principio Dios ha rodeado al hombre de un amor especial. Y este
amor lo testimonia el profeta Isaías en la primera lectura: “¿Es que puede una
madre olvidarse de su criatura, no conmoverse del hijo de sus entrañas? Pues,
aunque ella se olvide, yo no me olvidaré”
Dios es el fundamento estable e indefectible, el hombre puede construir el
edificio de la propia vida sobre la roca que es Cristo. Dios es para el hombre el
fundamento definitivo, del que saca la indispensable fuerza del espíritu. “Buscad
el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por aadidura”. Que
Dios sea nuestro Rey y Señor, eso es lo importante, tan importante que ante esa
confesin, todo lo demás se convierte en “lo demás”: todo es accesorio y
prescindible. La conciencia de nuestra filiación nos libra de toda idolatría y de
nuestro miedo o temor al futuro. Por ello aparece en el texto la preocupación, el
agobio que nace de nuestra inseguridad. Nuestras carencias nos hacen temblar,
humanamente quisiéramos controlar y poseer todo lo que parece asegurar
nuestra existencia. Jesús nos invita a confiar en el Padre celestial a tener
confianza plena en la providencia.
El Papa Benedicto XVI dice: Tener dinero posibilita ser generoso y hacer el
bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices.
Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero
esto no os llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande
aún. Llegar a la fama, no nos hace felices...La felicidad es algo que todos
quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima
gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados... Por ello,
la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner
nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios, no en el dinero, la
carrera, el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios.
Sólo Él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón..»
(Benedicto XVI, Homilía en el Reino Unido, 17 de septiembre de 2010).
Concluyendo, el amor de Dios no solo es un instrumento, es un amor de acogida
y de bi8en; pues Dios no admite sentimientos divididos por ello el evangelio
dice: “no podéis servir a dos seores”. El servicio es la expresin del amor
dado al prójimo teniendo como fuente el amor de Dios.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar