“Dejen que los niños se acerquen a mí”
Mc 10, 13-16
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LOS PEQUEÑOS, PARA QUIENES HA SIDO PREPARADO EL REINO
Las lecturas celebran el valor del hombre. Podríamos decir que, en línea de
principios, concuerda con ellas nuestra sociedad moderna, que redacta cartas de
derechos del hombre, proclama su dignidad y defiende su libertad. Cuando se trata
de dar cuerpo al principio es cuando empiezan las dificultades. La dignidad del
hombre está siendo conculcada todavía en demasiados países del mundo, y los
derechos fundamentales o no son reconocidos o están limitados. Una lectura
meditada de la página bíblica nos será útil. Lo que le interesa presentar al autor
sagrado no es al hombre en general, sino al hombre en su relación con Dios. Hemos
señalado que el sujeto de casi todos los verbos es Dios. Como sostiene también el
Sal 8 (véase más abajo), es Dios quien confiere su nobleza al hombre y lo sitúa en la
cima de la creación. La suya es una nobleza conferida, no una nobleza conquistada.
Se encuentra en esa posición de relieve porque Dios lo ha hecho a su imagen y le ha
confiado la responsabilidad sobre la creación. Lo ha habilitado asimismo con una
serie de innumerables cualidades: desde la inteligencia a la ley, a la alianza. Visto al
revés, si prescindimos de Dios, el hombre queda reducido a polvo, a «muestra sin
valor». La antropología bíblica es, por consiguiente, una reflexión sobre el hombre en
su relación con Dios/Cristo.
La reacción de los discípulos respecto a los niños posee una ardiente actualidad.
Nuestra sociedad los margina con frecuencia y no les reserva la atención que
merecen (casas no construidas a la medida del niño, falta de espacio y de zonas
verdes, la plaga del trabajo infantil en muchos países...) o incluso se muestra feroz
con ellos (abortos, violencias de todo tipo). La estima y el afecto mostrados por Jesús
proceden asimismo en este caso de consideraciones teológicas. Jesús vislumbra en
ellos a los sencillos, a los pequeños, para quienes ha sido preparado el Reino, en
donde son los verdaderos protagonistas. También a nosotros se nos ponen como
ejemplo: debemos llegar a ser como ellos, despojándonos de nuestras presuntuosas
seguridades, de nuestra hiperracionalidad, que quiere verificar y controlar todo, hasta
el mundo divino. Debemos volver a depositar más confianza en aquel Padre que está
en el cielo y se preocupa de todos sus hijos. En considerarnos y llegar a ser como
niños consiste nuestra grandeza, la realización de nuestra vida, y es el mejor camino
de acceso al Reino de Dios, es decir, a Dios mismo.
ORACION
¡Señor, Dios nuestro,
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Tu majestad se alza por encima de los cielos.
De los labios de los niños de pecho,
levantas una fortaleza frente a tus adversarios,
para hacer callar al enemigo y al rebelde.
Al ver el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para que de él te cuides?
Lo hiciste inferior a un dios,
coronándolo de gloria y esplendor;
le diste el dominio sobre la obra de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies:
rebaños y vacadas, todos juntos,
y aun las bestias salvajes,
las aves del cielo, los peces del mar
y todo cuanto surca las sendas de las aguas.
¡Señor, Dios nuestro,
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
(Salmo 8).