VIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Sabado
"Mi alma saboreó los frutos de la Sabiduría, y jamás me apartaré de ella"
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Eclesiástico 51,17-27:
Doy gracias y alabo y bendigo el nombre del Señor, Siendo aún joven, antes de
torcerme, deseé la sabiduría con toda el alma, la busqué desde mi juventud y
hasta la muerte la perseguiré; crecía como racimo que madura, y mi corazón
gozaba con ella, mis pasos caminaban fielmente siguiendo sus huellas desde
joven, presté oído un poco para recibirla, y alcancé doctrina copiosa; su yugo
me resultó glorioso, daré gracias al que me enseñó; decidí seguirla fielmente,
cuando la alcance no me avergonzaré; mi alma se apegó a ella, y no apartaré de
ella el rostro; mi alma saboreó sus frutos, y jamás me apartaré de ella; mi mano
abrió sus puertas, la mimaré y la contemplaré; mi alma la siguió desde el
principio y la poseyó con pureza.
Sal 18,8.9.10.11 R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor
son verdaderos y enteramente justos. R/.
Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 11,27-33:
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras
paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los
ancianos y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado
semejante autoridad?»
Jesús les respondió: «Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré
con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los
hombres? Contestadme.»
Se pusieron a deliberar: «Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le
habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombres...» (Temían a la
gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta.)
Y respondieron a Jesús: «No sabemos.»
Jesús les replicó: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»
II. Oramos con la Palabra
SEÑOR, es admirable tu sabiduría en tantos momentos de tu vida como el que
hoy nos evoca el Evangelio: no hay quien te haga caer en la trampa de la
dialéctica humana. Pero tu respuesta nunca es para vencer, sino para que
conozcan la verdad de tu autoridad y de la salvación que ofreces a quien quiera
escucharte con oídos limpios.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
Es probable que todos hayamos experimentado lo que supone sentirnos
bloqueados, transitando a un ritmo muy lento y, además, siendo muy
conscientes de nuestra limitación para acelerarlo. Y es curioso porque, si bien es
cierto que a veces existen a nuestro alrededor situaciones que contribuyen a
alimentar esta situación de pequeñez, las más es nuestra propia cortedad de
miras, nuestra falta de amor y el miedo a no saber ser libres, los que nos
mantienen una y otra vez obsesionados por mantener las muletas de nuestra
vida. La Inteligencia y la Sabiduría son piezas imprescindibles para “saber de
Dios”, sin embargo, mucho hemos llorado nuestra ignorancia y mucho hemos
luchado… Pero qué grande nuestro alivio, nuestra felicidad al comprobar que
cuando, por fin, fuimos capaces de generar un resquicio en nuestros muros, la
Sabiduría se coló, nos insufló su aliento, nos ayudó a respirar con todo nuestro
aire, y ya, desde el principio, nos retornó un Corazón con mayúsculas. Se nos
conmovieron las entrañas al reconocer de nuevo el amor de nuestro Dios Padre-
Madre, y nos descubrimos de nuevo enamorados del/la que todo lo penetra.
Planta seca y muerta estuvimos a punto de ser, pero permitimos ser de nuevo
injertados en la presencia sanadora del Dios que nos recuerda las nuevas
oportunidades, la confianza ciega, el amor primigenio y la posibilidad de ser
Felices…
Estos días nos llega el eco de otros seres humanos, hermanas y hermanos
nuestros viven sedientos de que los muros que se alzan ante la posibilidad de
ser felices, muros de explotación, de opresión, de ausencia de opciones, se
agrieten finalmente y pueda aflorar el reconocimiento de su humanidad y de su
dignidad. Estamos viendo como en muchos lugares mujeres y hombres deciden
rebelarse ante tanto ultraje, y su reivindicación es tan lícita que,
automáticamente les granjea autoridad, una autoridad que no la conceden las
urnas, ni las armas, ni la sangre, una autoridad que viene del derecho a exigir
ser reconocidos como seres humanos con capacidad para desarrollarse como
personas, a tener sueños, a ser libres para imaginarse su futuro, en definitiva, a
ser felices. Y esa es la autoridad que Jesús quiere instaurar en este mundo. Una
autoridad que no se gesta a través de discusiones demagógicas ni definiciones
alambicadas. Una autoridad moral que se impone porque es aplastantemente
justa y necesaria. La autoridad que nos confiere el deseo de querer trabajar y
contribuir al desarrollo y la promoción humana. Una potestad que no viene ni de
lo alto ni de ningún más allá, sino que brota de corazones instalados en la
Sabiduría.
Comunidad El Levantazo
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