EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Marcos 10,17-27.
Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le
preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le
dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los
mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso
testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le
respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con
amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres;
así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". El, al oír estas palabras,
se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús,
mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el
Reino de Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús
continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!. Es más
fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de
Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros:
"Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo:
"Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es
posible".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Basilio (hacia 330-379), monje y obispo de Cesarea de Capadocia, doctor de la
Iglesia
Homilía sobre la riqueza; PG 31, 278
«A estas palabras.... se marchó pesaroso»
El caso del joven rico y de los que se asemejan a él me hace soñar en aquel
viajero que, deseando visitar una ciudad, llega hasta el pie de su muralla,
encuentra allí una posada, baja hasta ella y, desalentado al ver los últimos pasos
que le quedan por hacer, pierde todo el beneficio del cansancio de su viaje y se
priva de ver las bellezas de la ciudad. Así mismo son los que observan los
mandamientos, pero se revelan ante la idea de perder sus bienes. Conozco muchos
que ayunan, oran, hacen penitencia y practican muy bien toda clase de obras de
piedad, pero no sueltan ni un óbolo para los pobres. ¿De qué les sirven las demás
virtudes?
Esos no entrarán en el Reino de los cielos, porque «más fácil le es a un camello
pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los cielos».
Palabras claras, y su autor no miente, pero son raros los que se dejan afectar por
ellas. «¿Cómo vamos a vivir cuando nos hayamos despojado de todo?» exclaman.
«¿Qué existencia vamos a llevar cuando se haya vendido todo y no tengamos ya
ninguna propiedad?» No me preguntéis qué intención profunda hay bajo los
mandamientos de Dios. El que ha establecido nuestras leyes conoce también el arte
de conciliar lo imposible con la ley.
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”