CONSTRUYAMOS EN FIRME
Por Javier Leoz
A punto de iniciar la Santa Cuaresma, interrumpimos este tiempo
ordinario con el final del Sermón de la montaña. El Señor desea
adhesiones no sólo externas sino aquellas que nacen desde lo más
profundo del corazón de las personas y, sobre todo, que nuestra vida
esté sustentada en su Palabra. Entre otras cosas porque, sin EL, nuestra
vida es ruina segura.
1.- Las bienaventuranzas son promesas de Dios pero, también por parte del
hombre, es necesario un cumplimiento efectivo de la voluntad de Dios: hay que
hacer (no solo decir) hay que oír (y también hacer).
Dos caminos tenemos delante de nosotros: cumplir con el Señor o apartarnos de
sus preceptos. ¿Es posible construir un mundo sin referencia a Dios? ¿Es positivo
una sociedad que intente instalar en el centro exclusivamente al hombre? Puede
que si. Pero ¿es conveniente y duradero? Posiblemente no. Es fácil construir
castillos de arena sobre la arena de playa pero, en cuanto vienen las olas,
arrasan con todo y… poco a poco todo desaparece.
Los cristianos escuchamos la Palabra del Señor pero, tenemos que reconocer,
que es asignatura pendiente llevarlas a la vida. ¿Dónde está el testimonio de los
cristianos a la hora de hacerse presente en los distintos foros de opinión, de
economía o de política? ¿Es coherente con el evangelio una fe no dinámica y que
no es empuje, sal y motor allá donde se juegan los destinos del mundo? ¿No os
parece que, en diversas ocasiones, preferimos un edificio espiritual (la fe) entre
alfileres (sin demasiada trascendencia ni arraigo) antes que una fe
comprometida y profética?
2.- Escuchar al Señor es fácil. Bautizarse es cuestión de treinta minutos. Para
comulgar sólo es necesario esperar el turno en la fila. Casarse por la Iglesia,
después de unos cursillos, hasta podemos tranquilizar la conciencia. Uno que se
siente llamado a ser sacerdote, y después de unos aos, puede consagrarse…
pero edificar una vida cristiana sobre roca firme es bastante más difícil. Entre
otras cosas porque ello requiere no distraernos en cosas inútiles e innecesarias.
Porque, además, conlleva colocar al Señor en el centro de nuestra existencia y,
por lo tanto, diseñar todo el entramado de lo que somos, hacemos y pensamos
en Dios: construirnos y edificarnos en Dios.
¡Qué bien lo expresa el lema de las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid
para este ao 2011!: “Arraigados y edificados en Cristo: firmes en la fe” Slo El
nos hace madurar y crecer hacia arriba. Recuerda la necesidad de que todos
nuestros pensamientos, emociones, criterios, iniciativas, aspiraciones, toda
nuestra vida tenga sus raíces, que le den alimento y firmeza, en Jesucristo. Sólo
de Él esperamos nuestra plenitud como personas.
¿Cuál es el secreto para que una palmera se extienda hacia lo alto, resista al
viento y fructifique en sabrosos dátiles? Ni más ni menos que aquello que no
vemos: sus raíces. Esa es por otro lado la enfermedad endémica presente en
nuestras sociedades más acomodadas: hay mucho de superficial y se echan en
falta criterios, raíces sólidas, fundamentos irrenunciables. ¿Hacia dónde se dirige
el futuro del hombre? ¿Quién lo está planteando y al margen de qué o de quién?
¿No lo estaremos forjando a espaldas o en contra de Dios?
3.- El hijo de un anciano cristiano se mudó a un nuevo hogar e hizo que se
amueblara bien. Entonces invitó a su padre a que viniera y le mostró toda la
casa. Después de haberla visto toda, el padre observó, "Bien, hijo, ciertamente
tienes un hogar muy cómodo, pero nadie podría decir al recorrerlo si un hijo de
Dios, o un hombre del mundo vivía en él.” Estas palabras despertaron de tal
modo a su hijo que pronto éste colgó una cruz las paredes del dormitorio y dio a
la palabra de Dios un lugar más destacado en su hogar. Y es que a veces
podemos decir que somos cristianos y vivir como si no lo fuéramos.
4.- DAME FIRMEZA, SEÑOR
Para que, el enemigo,
lejos de acorralarme
me encuentre fortalecido
y arropado por tu Palabra.
Permíteme, Señor, que la roca de mi vida
seas Tú, y en tu roca, mi existencia sea sólida
mis pensamientos marcados por el Evangelio
y mis caminos guiados por tu Espíritu.
DAME FIRMEZA, SEÑOR
En mis criterios, para no confundirme
por las ideas dominantes de mi tiempo
A mi caridad, para nunca cansarme
de hacer el bien desde Ti y en Ti.
A mi fe, para que nada ni nadie
me aparte de cumplir tu voluntad
A mi confianza, para no adorar a nadie más que a Ti
para que no espere a nadie sino a TI
para que no me arrodille ante nadie sino ante Ti
DAME FIRMEZA, SEÑOR
Y no me desmorone ante las dificultades
y, un día, pueda presentarme ante Ti
con la satisfacción de que permanecí
fiel a Ti, contigo hasta el final
firme en Ti y en Ti, sobre todo y ante todo.
Amén.