VIII DOMINGO T. ORDINARIO
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
El gran señor de este mundo es… el dinero
El exegeta N. Quesson nos advierte que, a veces, una lectura superf icial del
evangelio podría ser catastrófica. Es una observación digna detenerse en cuenta
para algunos textos, como sucede con el evangelio de este domingo. ¿No sería
un auténtico desastre que, después de leer aquello de “las aves del cielo, que ni
siembran ni siegan y el Padre Dios las alimenta”, sacáramos la conclusión de que
no habría que preocuparse del mañana, que no sería necesario ganarse el pan
de cada día, ni preparar la comida? Jesús no recomienda ni la indolencia, ni la
pereza; no invita a esperar que todo nos venga llovido del cielo, como un
milagro permanente de la providencia. No, Jesús no fue in ingenuo visionario de
esos que no pisan la tierra. Era muy comprensivo, pero seguro que no estaría
demasiado de acuerdo con la llamada generación “ni-ni”, la de quienes ni
trabajan ni estudian.
“Nadie pude servir a dos señores… No podéis servir a Dios y al dinero ”. En el
texto original griego Mateo ha conservado la palabra aramea “Mammon”, que
traducimos por dinero, y que el evangelista mantuvo probablemente porque es
la originaria de la lengua materna de Jesús, la usada por él. Parece que con esta
palabra se expresaba la personalización del dinero o la riqueza, algo así como un
ídolo que pretendiera suplantar a Dios mismo.
Jesús no condena el dinero como tal; sabía bien lo que era ganar el pan con el
sudor de su frente y de la utilidad del dinero para las transacciones comerciales.
Incluso en la parábola de los talentos (el talento suponía una suma importante)
reprende al perezoso que ni siquiera se ha preocupado de meter el dinero en el
banco para sacarle algún rendimiento. Lo que Jesús condena con palabras
durísimas es que el hombre se haga tan esclavo del dinero que lo convierta en el
dios de su vida.
La dureza de las palabras de Jesús no resulta anacrónica en nuestros tiempos.
La divinización el dinero es el cáncer que ha puesto a la sociedad occidental en
trance de destrucción. La reciente crisis económica, que tantas personas están
sufriendo en su propia carne, ha tenido mucho que ver con la consecución del
dinero rápido. Por dinero se mata; por dinero se trafica con drogas a sabiendas
de que tienen efectos destructivos. La noticia venía del presidente de la FAO:
que no había seis mil millones de dólares para paliar el problema del hambre;
pero unos meses después salieron más de seiscientos mil millones par el rescate
financiero de los bancos. El dinero no está al servicio del hombre y menos de
todos los hombres. Es el gran señor de este mundo, al que se rinde culto,
porque con el dinero se consigo todo o, mejor dicho, casi todo, porque las cosas
más valiosas no se consiguen con dinero.
“No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por
vuestro cuerpo, con que os vestiréis ”. La preocupación obsesiva es una forma de
esclavitud, impide vivir con paz y libertad. Parece estadísticamente comprobado
que la proporción de infartos y depresiones es mucho mayor en el mundo
occidental que en otros lugares.
El papa Juan Pablo II, en una de sus encíclicas nos dejaba unos principios de
sabiduría evangélica , que son el mejor comentario a este evangelio : “ El sentido
fundamental del dominio del hombre sobre el mundo visible …consiste en la
prioridad de la ética sobre la técnica, en el primado de la persona sobre las
cosas , en la superioridad del espíritu sobre la materia. Se trata del desarrollo de
las personas y no sólo de la multiplicación de las cosas. Se trata menos de tener
más que de ser más ”. ( R.H. 16 a)
Mirad las aves del cielo…. Mirad los lirios del campo ”. Es una imagen preciosa.
Una invitación a depositar nuestra confianza más alta no en las cosas, sino en
Dios. El hombre vale más que el resto de las cosas creadas, a pesar de ser tan
bellas. Dios sabe lo que necesitamos.
El hombre, según Jesús no ha de ser un despreocupado, sino alguien que ha
puesto su preocupación fundamental en el Reino de Dios y en su justicia. Lo
demás viene por añadidura. Servir al dinero no es preocuparse de sí mismo. Sí
lo es preocuparse del amor, de la verdad, de la libertad, de la vida
Jesús termina invitando a vivir el hoy y a no preocuparnos más de lo necesario
del mañana. Escribía un padre jesuita lo que sufrió a cuenta de aquel traslado a
otro lugar al que le destinaron sus superiores. Estuvo a punto de dejar la
Compañía. Luego resultó ser el lugar donde más feliz había sido hasta entonces.
Un sufrimiento inútil por algo que nunca existió.