Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Testigos de esperanza
Jesús, a lo largo de su vida pública pidió muy pocas cosas a la gente que lo seguía o lo
escuchaba. En una ocasión quiso que le dejaran algunos peces y unos trozos de pan para
poder alimentar luego a la multitud que estaba con hambre en descampado; otro día le bastó
un poco de agua para darle vino a los novios: pan, agua, unos peces... todas estas cosas
muy triviales. Esto no significa que Jesús no tuvo neces idad de nosotros, por supuesto que
no.
¿Qué fue lo que Jesús esperaba de la gente? A través de sus enseñanzas o de los milagros
que iba obrando, lo que buscaba eran tres cosas: que tuviéramos fe en Él, que confiáramos
en su Palabra y por último nos invitó a vivir la bondad de corazón. “Aprended de mí que
soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso en vuestros corazones” (Mt 11,29).
Estas tres cosas las proclamó en todo momento porque bien sabía que aquí está la clave de
la felicidad.
¿Por qué pedía esto y no otras cosas?
Porque la esperanza es lo que da sentido a la vida, ( What do you live for ?) porque la fe en
Alguien que no pasa, que es inmutable es nuestro único sostén y porque el amar y saberse
amado es una necesidad vital. ¿Saben por qué ha tenido un éxito mundial la película
Crepúsculo entre las adolescentes? Porque las niñas desean encontrar un amor auténtico
que no se acabe y ese amor verdadero lo encuentran proyectado en Edward, el vampiro.
( When you can live for ever )
Por eso Jesús nos habló tanto de la fe, de la esperanza y del amor porque era consciente de
que valen más que todos los tesoros de la tierra, que toda la fama de l mundo e incluso, que
son más valiosos que la misma vida del cuerpo. El problema está, en que el hombre se
resiste a creer en Dios y sigue apoyado sobre bastones que se rompen, como el dinero, las
propias cualidades humanas o profesionales o en la opinión que las demás personas puedan
tener.
Entiendo y me duele muchísimo encontrar personas que no creen en Dios, que no quieren
creer en él. ¡Cuántas reacciones de ira, encono, rabia se cristalizan en el rechazo al
crucifijo, hacia lo sagrado, hacia la Iglesia! Se rascan las heridas desacreditando a los
sacerdotes, como si esto les provocara alivio. No se trata de juzgar, sino de abrir una nueva
mirada al drama del pecado, del dolor y del mal que azota nuestro mundo que no encuentra
caminos de paz. Basta ver las matanzas en el norte de África como botón de muestra.
Mientras no se abran a la confianza en este ser que llamamos Dios y a su amor, no habrá
nada qué hacer.
twitter.com/jmotaolaurruchi