Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
El bautismo de Jesús
En aquel tiempo, Jesús llegó de Galilea al río Jordán, y le pidió a Juan que lo bautizara”
(Mt 3,13). Esta escena nos sugiere de inmediato una pregunta obvia, ¿por qué Jesús pide ser
bautizado si era Hijo de Dios y no tenía pecado original?
¿Para qué sirve el bautismo? El bautismo explicado en términos modernos, es el sistema
operativo que nos configura el alma, es decir, que nos da una identidad. Así como la
computadora sale en blanco de la fábrica y necesita un sistema operativo para poder luego
ejecutar distintos programas, del mismo modo el bautismo nos configura ontológicamente
con Dios, es decir, que nos da una identidad –somos hijos de Dios– y nos da la posibilidad
de recibir, luego, el resto de los sacramentos. ¿En qué momento sucede esto? Cuando el
sacerdote pregunta a los padres y padrinos qué nombre quieren poner al niño y derrama el
agua bendita sobre la cabeza del bebé llamándolo por su nombre.
El no bautizar a un niño es como dejar a una persona sin nombre. ¿ Alguna vez te has
encontrado a alguno? Cierto que no ¿verdad? Sería un hombre anónimo, un genérico sin
identidad y sin historia, porque le faltaría también los apellidos que indican la procedencia.
Siguiendo con la analogía, digamos que nacemos con un virus que todos conocemos co n el
nombre de “pecado original” y que con el bautismo queda limpiecita el alma. Hoy en día el
secularismo de ríe del pecado original, pero como la evidencia no neces ita ser demostrada,
lo mismo sucede con el pecado original, cuyos efectos todos los días los sufrimos en carne
propia. ¿O acaso existe alguno que no padezca el influjo de la pereza, de la ira, de la gula o
de la sensualidad? Claro que sí, a no ser que sea de palo o que esté a dos metros bajo tierra.
Volviendo nuevamente a la escena, nos damos cuenta de que Juan bautizaba en el río
Jordán con agua. ¿Por qué? Porque el agua simboliza el acto de sepultar al hombre viejo,
para que renazca el hombre nuevo nacido en gracia de Dios. Este gesto simboliza también
nuestra muerte real, cuando nos llegue el momento final de nuestra vida, por el bautismo y
la fe en Cristo, resucitaremos para la vida eterna, pues no hemos de morir para siempre,
como sucede con los animales. Es por esto que Jesús, siendo Él mismo la fuente de la
gracia, quiso acercarse a su primo para pedir ser bautizado. Para enseñarnos, con su
ejemplo, la importancia y la grandeza de este sacramento. Desde ese momento podemos
llamar a Dios en sentido propio Padre nuestro porque hemos venido a ser hijos verdaderos
de Dios. Por eso a mitad de escena surge entre las nubes del cielo la voz del Padre que dice:
“Este es mi Hijo muy amado”.
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