Sábado 05 de Marzo de 2011
Santoral: Adrián
Ecle siástico 51,17-27 Daré gracias al que me enseñó
Salmo responsorial: 18 Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
Marcos 11,27-33 ¿Con qué autoridad haces esto?
En aquel tiempo, Jesús y los di scípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el
templo, se le acercaron los sumos sacerdote s, los escriba s y los ancianos y le preguntaron:
"¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?" Jesús le s
respondió: "Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad
hago esto: El bauti smo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombre s? Conte stadme." Se
pusieron a deliberar: "Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?"
Pero como digamos que es de los hombre..." (Temían a la gente, porque todo el mundo
estaba convencido de que Juan era un profeta.) Y respondieron a Jesús: "No sabemos."
Jesús les replicó: "Pue s tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto."
La autoridad no consiste en mandar y todos a callar. Nada de eso. La
autoridad se basa en el grado de confianza y de credibilidad que demuestre en su
ejercicio.
Jesús tiene la mejor autoridad la del amor del Padre Dios que lo envía para
salvar a toda la humanidad. No habla por su cuenta, sino que obedece a la voluntad
de Dios. Jesús lo ejerce en nombre de los más pobres. Bien sabemos que el
Sanedrín no aceptó a Juan el Bautista, mientras que el pueblo si lo aceptó como un
profeta autorizado. Profeta que escucha a Dios y le hace caso. Juan el Bautista les
había servido y lo reconocían. No reconocen al Sanedrín porque se aprovechan. En
Jesús en algo más que es capaz no solamente de servir, sino de dar la vida por
ellos.
Si así lo hizo Jesús, así los discípulos, también nosotros.
En este tiempo amenazado por la violencia, por el odio y por la guerra,
testimoniad que Él y sólo Él puede dar la verdadera paz al corazón del
hombre, a las familias y a los pueblos de la tierra. Esforzaos por buscar y
promover la paz, la justicia y la fraternidad. Y no olvidéis la palabra del
Evangelio: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos
serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9)
(Juan Pablo II)
mrivassnchez@gmail.com