" La confianza en el poder de Dios y el poder de la oración"
Mc 11, 11-25
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
UNA LECCIÓN VIVA
En la historia aparecen buenos y malos ejemplos que influyen en las personas.
Además de objeto, se espera que cada uno de nosotros sea también sujeto de
buenos ejemplos.
La primera lectura nos ofrece la posibilidad de reflexionar sobre el buen ejemplo
dado por los antepasados. El libro del Eclesiástico tejió sus alabanzas,
mencionándolos y poniéndolos como modelo. Sin embargo, necesitamos puntos
de referencia. El problema consiste en escoger los justos, los que puedan ser el
factor de crecimiento humano y espiritual. No raras veces se proponen modelos
que duran lo que un soplo (como los campeones deportivos o los divos del cine,
por ejemplo). Los hombres de auténtico valor son los que permanecen fieles a
Dios. Para nosotros, son los santos, a quienes no sólo rezamos, sino que
también intentamos imitarles en su gran amor a Dios y al prójimo.
El evangelio nos propone el mal ejemplo de la higuera. El lector podría quedarse
un poco desorientado por el comportamiento de Jesús, que «pretende» recoger
frutos de una higuera aunque no es la estación. No debemos ponernos de parte
de la higuera («pobrecilla, ¿qué ha hecho?»), sino de parte de Jesús.
En vez de contar una parábola, como hace en tantas otras ocasiones, se sirve de
un episodio que seguramente se marcará a fuego en la mente de sus discípulos.
Es una lección viva. Del mismo modo que no nos causa pena la ensalada que
comemos, porque sirve para alimentar nuestra vida, tampoco debe
sorprendernos que esta higuera se seque para alimentar la comprensión de los
discípulos. Estos aprenden la lección: no puede haber tiempo sin frutos. Si bien
en el caso de la higuera forma parte de la naturaleza tenerfrutos en una estación
y no en otra, en la vida religiosa no es admisible una estación sin frutos o de
pura formalidad exterior. Y si eso ocurriera, es preciso invertir el rumbo, dar un
vuelco a la situación (véase la purificación del templo), so pena de una aridez
completa. La higuera enseña; por consiguiente, no debemos decir: «¡Pobre
higuera!», sino: «¡Pobres de nosotros!» Si mantenemos una conducta estéril.
El reverso de la medalla, esto es, la lectura positiva, es una vida rebosante de
fe, capaz de arrancar las plantas para trasplantarlas a otro lugar, con sólo
decirlo; una vida planteada sobre el amor, un amor que se dirige incluso a las
personas que nos son hostiles. De este modo, el fruto se hace visible, concreto,
y el creyente se convierte en imitador del Padre que está en los cielos. Debemos
seguir los buenos ejemplos de los otros, debemos dejar a nuestra espalda una
estela luminosa de bien. Seguir a Jesucristo, con fidelidad y amor, es garantía
segura de llevar una vida rica en frutos que permanecen.
ORACION
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí que
tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo,
mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no
estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste
y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y
suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y abraseme en tu
paz (Agustín, Las confesiones, X, 27,37, BAC, Madrid 51968, p. 434).