"“Con qué autoridad haces todo esto? "
Mc 11, 27-33
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
SABEN, PERO PREFIEREN NO SABER.
El Antiguo Testamento -aludiendo, esbozando, anunciando- desarrolla un precioso trabajo
de preparación. A continuación, el Nuevo Testamento completa, realiza y consuma lo que
había iniciado el Antiguo. Este proceso, válido para muchos temas, se verifica también en
nuestro caso. La sabiduría tiene, en su inicio, un valor humano, un valor compuesto de
experiencia y de sentido común. Después se va coloreando progresivamente del elemento
divino, poco a poco se encuentra y se va mezclando con la revelación. Al final, la sabiduría
es un atributo divino, una propiedad que emana de Dios e invade provechosamente el
mundo.
En la primera lectura, el Sirácida ha captado este movimiento de progresivo enriquecimiento
y, aunque todavía no haya cruzado el umbral del Nuevo Testamento, intuye y hace saber
que sin sabiduría no se puede vivir. Comprende que ésta viene de Dios, a quien expresa
gratitud por el don recibido. Sin la sabiduría, falta el «contacto» con lo divino, la vida carece
de sabor, se muestra insulsa. Con ella, por el contrario, encuentra su razón.
Los enemigos de Jesús, sin embargo, son unos insensatos, porque no se dan cuenta de
que están en contacto con la sabiduría hecha hombre en su persona. Antes que dejarse
alumbrar por él, prefieren tenderle continuas trampas con el fin, siempre vano y ruinoso, de
cogerle en fallo. Los enanos contra el gigante... El resultado, ridículo e incluso sarcástico, es
quedarse enredados en sus mismas redes. Son doblemente necios: plantean preguntas
insensatas y no saben responder a preguntas sencillas o, mejor aún, no quieren responder,
porque su admisión se volvería en contra de ellos como un bumerán, y por eso se limitan a
decir: «No sabemos». ¡Embusteros! Saben, pero prefieren «no saber». Son incapaces de
dejarse guiar por una mano amiga, por un pastoratento, por un hombre dotado del carácter
excepcional de ser también Dios. Son unos necios que se obstinan en su necedad. Pierden,
una vez más, la gran ocasión de encontrar la sabiduría y de dejarse fascinar por ella, en
vistas a proceder a una transformación radical.
ORACION
¿Dónde pastoreas, pastor bueno, tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? (la
humanidad, que cargaste sobre tus hombros, es, en efecto, como una sola oveja).
Muéstrame el lugar de reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre para
que yo, oveja tuya, escuche tu voz y tu voz me dé la vida eterna: Avísame, amor de mi
alma, dónde pastoreas.
Te nombro de este modo porque tu nombre supera cualquier otro nombre y cualquier
inteligencia, de tal manera que ningún ser racional es capaz de pronunciarlo o de
comprenderlo. Este nombre, expresión de tu bondad, expresa el amor de mi alma hacia ti.
¿Cómo puedo dejar de amarte a ti, que me has amado tanto a pesar de mi negrura, que has
entregado tu vida por las ovejas de tu rebaño? No puede imaginarse un amor superior al
tuyo, el de dar tu vida a trueque de mi salvación.
Enséñame, pues -dice el texto sagrado-, dónde pastoreas, para que pueda hallar los pastos
saludables y saciarme del alimento celestial que es necesario comer para entrar en la vida
eterna; para que pueda asimismo acudir a la fuente y aplicar mis labios a la bebida divina
que tú, como de una fuente, proporcionas a los sedientos con el agua que brota de tu
costado, venero de agua abierto por la lanza que se convierte para todos los que beben de
ella en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
Si de tal modo me pastoreas, me harás recostar al mediodía, sestearé en paz y descansaré
bajo la luz sin mezcla de sombra; durante el mediodía, en efecto, no hay sombra alguna, ya
que el sol está en su vértice; bajo esta luz meridiana haces recostar a los que has
pastoreado, cuando haces entrar contigo en tu refugio a tus ayudantes. Nadie es
considerado digno de este reposo meridiano si no es hijo de la luz y del día. Pero el que se
aparta de las tinieblas, tanto de las vespertinas como de las matutinas, que significan el
comienzo y el fin del mal, es colocado por el sol de justicia en la luz del mediodía, para que
se recueste bajo ella.
Enséñame, pues, cómo tengo que recostarme y pacer y cuál es el camino del reposo
meridiano, no sea que por ignorancia me sustraiga de tu dirección y me junte a un rebaño
que no es el tuyo (Gregorio de Nisa, Comentario al Cantar de los cantares, 2, en PG 44, col.
802).