Comentario al evangelio del Jueves 10 de Marzo del 2011
Acabamos de comenzar la Cuaresma. Ayer mismo recibíamos la ceniza y nos recordaban la llamada de
Jesús: “Conviértete y cree en el Evangelio”. Y nada más comenzar, a través de sus palabras,
descubrimos que la Cuaresma es acompañar al Señor en el camino hacia la Cruz. Le acompañamos,
como los discípulos, camino de Jerusalén, donde “el Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser
desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. Nos
cuesta comprenderlo y más aún llevarlo a nuestra vida, pero su camino es el de la entrega por amor
hasta el final, hasta dar la vida en la Cruz. Nos mostró el camino yendo por delante de nosotros, como
Buen Pastor: negándose a sí mismo, aceptando su Cruz, dando la vida por amor. Y al final del camino,
esperándole, la Resurrección y la Vida.
A sus seguidores, a quienes creemos en Él, nos invita a vivir como Él vivió. No hay otro camino. “El
que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”.
Seguirle es entregar la propia vida, es olvidarse de sí mismo, hasta la cruz; en definitiva es amar, amar
de verdad, como Él amó. Y en clave de amor es como se entiende la radicalidad del texto evangélico
de hoy: el que encerrado en sí mismo, con los ojos y el corazón puestos en su propio ombligo, quiera
salvar su vida, la perderá; el que, olvidándose de sí mismo y rompiendo con su yo egoísta, pierda su
vida por amor a Jesús y a los hermanos, ese la salvará. No se puede ser más claro.
Iniciamos el camino siguiendo a Jesús por los caminos que conducen al Calvario. ¿Qué vas a hacer
para negarte a ti mismo, perder tu vida por la causa de Jesús, abrazar tu cruz, por amar como Él nos
enseñó, por seguirle? Empieza con pequeñas cosas, con pequeños gestos, con pequeñas entregas. Del
Evangelio de ayer podemos sacar pistas de por dónde empezar: Oración, limosna y ayuno. Intensifica
tu encuentro con el Señor en la oración y los sacramentos, haz gestos concretos de ayuda a quien más
lo necesite, haz algún pequeño sacrificio, … Poco a poco. Quizás así esta Cuaresma sea distinta de otras
que ya has vivido. Y cuando llegue la Pascua de Resurrección sentirás entonces estallar de alegría tu
corazón con la Vida Nueva que el Resucitado te regala. Adelante… Él te llama… Él te ayudará a hacerlo.
No tengas miedo.
Francisco Javier Goñi, cmf