Lunes de la 9ª semana. Ser íntegro es jugarse la vida, muchas
veces. Pero es «dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus
mandatos». «En las tinieblas brilla como una luz el que es justo,
clemente y compasivo». En cambio, los infieles tienen ahí su
castigo: «¿Qué hará el dueño de la vid? Arrendará la viña a otros»
Tobías 1,3;2,1-8 3 Yo, Tobit, he andado por caminos de verdad y en
justicia todos los días de mi vida y he repartido muchas limosmas entre mis
hermanos y compatriotas, deportados conmigo a Nínive, al país de los
asirios. 2: 1 En el reinado de Asarjaddón pude regresar a mi casa y me fue
devuelta mi mujer Ana y mi hijo Tobías. En nuestra solemnidad de
Pentecostés, que es la santa solemnidad de las Semanas, me habían
preparado una excelente comida y me dispuse a comer. 2 Cuando me
presentaron la mesa, con numerosos manjares, dije a mi hijo Tobías: «Hijo,
ve a buscar entre nuestros hermanos deportados en Nínive a algún
indigente que se acuerde del Señor y tráelo para que coma con nosotros. Te
esperaré hasta que vuelvas, hijo mío.» 3 Fuese, pues, Tobías a buscar a
alguno de nuestros hermanos pobres, y cuando regresó me dijo: «Padre.»
Le respondí: «¿Qué hay, hijo?» Contestó: «Padre, han asesinado a uno de
los nuestros; le han estrangulado y le han arrojado en la plaza del mercado
y aún está allí.» 4 Me levanté al punto y sin probar la comida, alcé el
cadáver de la plaza y lo dejé en una habitación, en espera de que se pusiera
el sol, para enterrarlo. 5 Volví a entrar, me lavé y comí con aflicción 6
acordándome de las palabras que el profeta Amós dijo contra Betel: =
Vuestras solemnidades se convertirán en duelo y todas vuestras canciones
en lamento. = 7 Y lloré. Cuando el sol se puso, cavé una fosa y sepulté el
cadáver. 8 Mis vecinos se burlaban y decían: «Todavía no ha aprendido.
(Pues, en efecto, ya habían querido matarme por un hecho semejante.)
Apenas si pudo escapar y ya vuelve a sepultar a los muertos.»
Salmo 112,1-6 1 ¡Aleluya! ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, que
en sus mandamientos mucho se complace! 2 Fuerte será en la tierra su
estirpe, bendita la raza de los hombres rectos. 3 Hacienda y riquezas en
su casa, su justicia por siempre permanece. 4 En las tinieblas brilla, como
luz de los rectos, tierno, clemente y justo. 5 Feliz el hombre que se apiada
y presta, y arregla rectamente sus asuntos. 6 No, no será conmovido
jamás, en memoria eterna permanece el justo;
Marcos 12,112 1 Y se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó
una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la
arrendó a unos labradores, y se ausentó. 2 Envió un siervo a los
labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos
de la viña. 3 Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las
manos vacías. 4 De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le
descalabraron y le insultaron. 5 Y envió a otro y a éste le mataron; y
también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. 6 Todavía le
quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: "A mi hijo le
respetarán". 7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: "Este es el
heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia." 8 Le agarraron,
le mataron y le echaron fuera de la viña. 9 ¿Qué hará el dueño de la viña?
Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. 10 ¿No
habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en
piedra angular se ha convertido; 11 fue el Señor quien hizo esto y es
maravilloso a nuestros ojos?» 12 Trataban de detenerle - pero tuvieron
miedo a la gente - porque habían comprendido que la parábola la había
dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.
Comentario: 1.- Tb 1,1ª.2; 2,1-9. Esta semana leemos el libro de Tobías o
Tobit. Un libro de los más tardíos del AT, escrito dos siglos antes de Cristo.
Su género es el sapiencial o didáctico: es un relato edificante, contado con
viveza y colorido. Sobre el trasfondo histórico del destierro de los israelitas,
se dibuja la historia de dos familias, la de Tobías y la de Sara. Una en
Nínive, otra en Ecbatana de Media. Ambas sufren dificultades, ambas son
piadosas y reciben a su tiempo la ayuda de Dios. El escrito tiene una clara
intención pedagógica: exhorta a mantenerse fieles a la Alianza con Dios en
medio de una sociedad pagana. Sobre todo quiere que aprecien los valores
de la oración, la limosna y el ayuno, que nos atraen las bendiciones de Dios.
Hoy el protagonista de la lectura es Tobías padre. Un judío que antes del
destierro era una buena persona, un creyente de corazón, y lo sigue siendo
también en el destierro, rodeado de una sociedad pagana. Por ejemplo,
muestra su buen corazón y su valentía enterrando a los muertos que
quedan abandonados por la calle, a pesar de la prohibición de la ley y del
poco apoyo de sus vecinos.
En medio de un mundo como el actual, que no respira precisamente
en cristiano, tenemos nosotros ocasión de mostrar si nuestra fe es
meramente rutinaria o tiene raíces convencidas. No se tratará de enterrar a
muertos abandonados. Pero sí de otras actitudes equivalentes en las que se
muestra el buen corazón y el deseo de ayudar a los demás, porque siempre
hay ocasiones en que podemos echar una mano y ayudar a quien lo
necesita. Los cristianos de hoy también somos invitados a defender nuestra
identidad en medio de un ambiente nada fácil. Apreciamos en el mundo de
hoy valores como los de la paz, la justicia, la igualdad, la ecología. Pero nos
tenemos que defender de otras direcciones que, aunque estén de moda o
reflejen mayorías estadísticas, ni son humanas ni cristianas, porque no
respetan la vida ni la fidelidad y llevan a la superficialidad, al mero deseo de
satisfacer las apetencias de los sentidos o la idolatría. Un cristiano, como
Tobías en su ambiente, debe ser signo de Dios y de su proyecto de vida,
aunque esto le exija valentía y comporte riesgos y tenga que luchar, entre
otras cosas, contra la indiferencia o la mala interpretación de los más
allegados. Ojalá su pudiera decir de nosotros, con las palabras del Salmo de
hoy, «dichoso quien teme al Señor», «en las tinieblas brilla como una luz el
que es justo, clemente y compasivo».
El libro de Tobías, escrito en el III o II siglo antes de Jesucristo es
una especie de «novela edificante». El narrador, un artista en el arte del
relato concreto, lleno de vivacidad y de encanto, quiere presentarnos a un
creyente que se mantiene firme en medio de las peores dificultades y al que
finalmente Dios colma de felicidad. -Tobías, de la tribu de Neftalí fue
deportado durante el reinado de Salmanazar, rey de Asiria. El primer
problema del exiliado es sentirse desarraigado y mezclado, en ínfima
minoridad, con pueblos extraños, con el riesgo grave de perder entre ellos
su propia identidad y su propia fe. ¿No se encuentran hoy los cristianos en
una situación equivalente? Minoritarios en medio de un mundo cuyas
costumbres están muy apartadas del evangelio, será preciso cada vez más
vivir la fe sin el sostén de un ambiente de "cristiandad". Ayúdanos, Señor, a
vivir tu evangelio, aunque todo a nuestro alrededor nos diga lo contrario.
Ayuda, en particular a los cristianos aislados en ambientes globalmente
paganos o ateos.
-Cautivo, no abandonó nunca el camino de la verdad. El exilio, el
aislamiento es ciertamente una prueba para la fe. Hay que resistir. Se trata
de continuar por el camino comenzado, aun cuando se presenten muchas
encrucijadas. Ven, Señor, a guiarnos en las opciones que se presenten en
nuestro camino.
-Un día de fiesta del Señor, estando preparada una buena comida en
casa de Tobías, dijo éste a su hijo: «Ve a buscar, entre nuestros hermanos
deportados, a algún indigente que se acuerde del Señor y tráelo para que
coma con nosotros.» Para cualquiera que no puede «practicar»
normalmente el culto, porque no tiene ni sinagoga ni Templo, su fidelidad a
Dios se expresa por unos gestos humanos muy sencillos: se celebra la
festividad de Pentecostés con una comida en familia... y se procura invitar a
unos pobres que no tienen los medios de festejarla. Cuando algunas
costumbres religiosas no son posibles procuro encarnar más aún mi fe en
las humildes realidades cotidianas: por ejemplo, en la alegría participada...
el servicio a los demás... la atención a los más pobres...
-El hijo se fue, pero volvió para anunciar a su padre que un hijo de
Israel estrangulado, yacía en la calle. Tobías se levantó al punto y sin
probar la comida se fue donde el cadáver. Lo abrazó y lo llevó a escondidas
a su casa para enterrarlo, una vez puesto el sol... He ahí el drama que
interrumpe la fiesta preparada. Tobías sabe aceptar lo imprevisto de la Fe,
la aventura arriesgada por Dios. Sabe que los deportados no tienen el
derecho de enterrar a sus muertos. Pero ¡Dios lo manda! ¿Me hallo a veces
en la necesidad de seguir convicciones profundas de mi conciencia
particularmente difíciles en un contexto donde todo me llevaría a unas
actitudes contrarias?
-Todos sus vecinos lo criticaban: "Ya has sido condenado a muerte
por ese motivo y ¿vuelves de nuevo a enterrar a los muertos?" ¡Ser capaz
de resistir, incluso a contracorriente de todo un entorno, donde en ciertos
casos lo que está en juego es grave! No siendo testarudo, sino sólidamente
responsable de nuestras propias opciones.
-Pero Tobías era más temeroso de Dios que del rey... También los
apóstoles, ante el Poder, dirán: "Es mejor obedecer a Dios que a los
hombres" (Hechos 4, 19). La alegria de actuar según la propia conciencia,
bajo la mirada de Dios (Noel Quesson).
Tras exponer las eminentes virtudes de Tobit, el autor nos introduce
en el gran misterio de su prueba. Como ocurre en el libro de Job, también
aquí nos encontramos ante uno de los problemas más inescrutables de todo
el AT: el sufrimiento del justo. Tobit había perdido todos sus bienes, y su
mujer y su hijo, lo único que le quedaba, estaban en la cárcel (2,1). A pesar
de todo, Tobit se comporta durante el destierro con la fidelidad de siempre.
Da prueba de su gran misericordia compartiendo sus suculentos platos con
los pobres. Más aún, enterado por su hijo de que hay un muerto en la
plaza, se levanta rápidamente y se apresura a enterrarlo. Tras realizar esta
obra, se lava, pues la ley manda purificarse cuando se ha tocado un muerto
(Nm 19,11-20). Para colmo de males, después de esta buena acción vendrá
la gran prueba: la ceguera. Su mujer, uniéndose a los vecinos que se
burlaban de él, lo insulta como en el libro de Job: ¿dónde están tus buenas
obras? (2,14). Lo mismo aquí que en el libro de Job, las frases más
blasfemas aparecen en labios de las mujeres. ¿Debemos buscar la razón de
tal hecho en las primeras páginas del Génesis, donde se nos narra que el
mal entró en el mundo por culpa de ellas? En algunos libros de la Biblia se
descubre cierta actitud de misoginia, por otra parte bastante explicable si se
tienen en cuenta las discriminaciones de que la mujer era objeto en la
sociedad de la época. «¿Dónde están tus limosnas y tus buenas obras? Ya
ves lo que te pasa» (2,14). A los ojos del autor, estas palabras son tan
blasfemas que se ve forzado a ponerlas en los labios más excusables, ya
que son, según lo que le enseña la cultura del entorno, los más débiles y
volubles. En realidad, se trata de «blasfemias» que oímos a diario... ¿de
qué sirve hacer el bien? Las hemos oído tantas veces, que nos alcanzan sus
salpicaduras. Todos somos muy débiles y vulnerables al mal y a cualquiera
de sus salpicaduras. No es necesario que, para defendernos, lo carguemos
sobre espaldas más sufridas. Nos basta defendernos con las palabras que el
Señor nos ha enseñado en la revelación definitiva del NT: «... no nos dejes
caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén» (J. O`Callaghan).
2. Confirma Jesús lo anterior con la cita del Sal 118,22s, que utiliza la
metáfora de la construcción: los dirigentes pretenden construir su edifi-cio /
institución prescindiendo de la piedra angular (el Mesías) que Dios había
designado. La piedra que desecharon corresponde al «lo arrojaron fuera» de
la parábola (8); los constructores, a «los labradores». Pero, al rechazar
ellos al Mesías, Dios se formará un nuevo pueblo; la muerte del Hijo no
significará el fin de su misión. Del rechazo saldrá una nueva muestra del
amor de Dios. Esta es la gran maravilla.
3.- Mc 12, 1-12 (ver domingo 27A, lect 3). Estamos leyendo los
últimos días de la vida de Jesús en Jerusalén, con una ruptura creciente con
los representantes oficiales de Israel. En verdad aparece Jesús como una
persona valiente, al dedicar a sus enemigos la parábola de los viñadores,
con la que les viene a decir que ya sabe de sus planes para eliminarlo. Ellos,
desde luego, se dan por aludidos, porque «veían que la parábola iba por
ellos». La alegoría de la viña, aplicada al pueblo de Israel, es conocida ya
desde Isaías, con su canto sobre la viña que no daba los frutos que Dios
esperaba de ella (Is 5). Aquí se dramatiza todavía más, con el rechazo y los
asesinatos sucesivos, hasta llegar a matar al hijo y heredero del dueño de la
viña.
Es un drama lo que sucedió con el rechazo de Jesús. Se deshacen del
hijo. Desprecian la piedra que luego resulta que era la piedra angular. No
conocen el tiempo oportuno, después de tantos siglos de espera. Pero la
pregunta va hoy para nosotros, que no matamos al Hijo ni le despreciamos,
pero tampoco le seguimos tal vez con toda la coherencia que merece.
¿Somos una viña que da los frutos que Dios espera?; ¿sabemos darnos
cuenta del tiempo oportuno de la gracia, de la ocasión de encuentro
salvador que son los sacramentos?; ¿nos aprovechamos de la fuerza
salvadora de la Palabra de Dios y de la Eucaristía? Cada uno,
personalmente, deberíamos hoy preguntarnos si somos viñas fructíferas o
estériles. ¿Tendrá que pensar Dios en quitarnos el encargo de la viña y
pasárselo a otros?; ¿no estará pasando que, como Israel rechazó el tiempo
de gracia, la vieja Europa esté olvidando los valores cristianos, que sí
aprecian otras culturas y comunidades más jóvenes y dinámicas? ¿nos
extraña el que en algunos ambientes no nazcan vocaciones a la vida
religiosa o ministerial, mientras que en otros sí abundan? La Palabra que
escuchamos y la Eucaristía que celebramos deberían ayudarnos a producir
en nuestra vida muchos más frutos que los que producimos para Dios y
para el bien de todos.
La parábola que leeremos hoy no olvidemos que fue pronunciada por
Jesús, públicamente, en Jerusalén, durante la "última semana", ante una
muchedumbre en la que se mezclaban algunos discípulos... y gentes del
Gran Sanedrín que buscaban una ocasión para prenderle. -Jesús comenzó a
hablar en parábolas a los escribas y a los ancianos: "Un hombre plantó una
viña, la cercó de un muro, cavó un lagar y edificó una torre..." Para un
judío, conocedor de la Biblia, este texto es clarísimo. Esta "viña", es el
pueblo de Israel: todos los detalles -la cerca, el lagar, la torre- manifiestan
el cuidado que Dios tiene de su viña... es un buen viñador, que ama su viña
y de ella espera buenos racimos y buen vino. Los detalles mismos están
sacados de Isaías, 5, 1-7; de Jeremías, 2, 21; de Ezequiel, 17, 6; 10, 10.
En silencio procuro evocar los beneficios de Dios: tantos cuidados,
amor vigilante, precauciones. ¡Tú me amas Señor! Tú amas a todos los
hombres, Tú esperas que den fruto... Te doy gracias por... por...
-Arrendó "su" viña y partió lejos de allí... Yo soy "tu" viña, Señor.
Qué gran misterio... que te intereses por mí hasta tal punto, que me
consideres como tuyo... Qué gran misterio... que Tú estés, aparentemente,
"lejos", ausente, escondido, y sin embargo tan próximo, tan amable.
-Al primer servidor: le azotaron y le despidieron con las manos
vacías... Al segundo: lo hirieron en la cabeza y lo injuriaron... Al tercero: lo
mataron... A otros aún: los azotaron o los mataron. Hay ya mucha sangre
en todo esto. La Pasión está cerca. Jesús la ve acercarse... será dentro de
unos días. Pero ¡ese "Viñador" es un loco! A nadie se le ocurre seguir
enviando a "otros servidores" cuando los primeros han vuelto mal parados o
no han vuelto... ¡No! El relato de Jesús no es verosímil en sentido propio.
Pero Dios, sí, Dios, tiene esta paciencia, esta perseverancia, esta locura.
Dios es desconcertante. ¿Hasta dónde es capaz de llegar con su amor?
-Le quedaba todavía uno, su Hijo "muy amado" y se lo envió también
a ellos... ¡Cada vez es más inverosímil! ¡Pero es así! El adjetivo "muy
amado" no está aquí por azar, es el epíteto usado siempre que una voz
celeste anuncia la identidad de Jesús, en el bautismo, en la transfiguración
(Marcos, 1, 10; 9, 7). La salvación es una obra de amor. Dios ama "su"
viña, "su" humanidad, "su" Hijo muy amado. Y es Jesús mismo quien, por
primera vez, usa esta palabra. La había oído del Padre el día de su
bautismo. Los tres discípulos a su vez la habían oído en lo alto de la
montaña. Y he aquí que Jesús la repite por su cuenta. Levanta por fin el
velo sobre su identidad profunda, después de haber pedido tantas veces
que lo guardasen en secreto: y es porque ya no es posible el equívoco; todo
restablecimiento humano del reino de David es ahora ilusorio; la muerte
está próxima, al fin de la semana.
-El dueño de la viña vendrá. Hará perecer a los viñadores, y dará la
viña a otros: "La piedra que desecharon los constructores vino a ser la
principal piedra angular. ¡EI Señor es el que hizo esto y estamos viendo con
nuestros ojos tal maravilla!" Jesús cita el salmo, 118, 22, el mismo que
habían usado las multitudes para aclamarle, el día de su entrada mesiánica.
La gloria está también allí. ¡Jesús no habla jamás de su muerte sin evocar
también su resurrección! (Noel Quesson). Llucià Pou Sabaté