V Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
«Morir al pecado es empezar a participar de la resurreccion de Cristo»
I. LA PALABRA DE DIOS
Ez 37,12-14: «Os infundiré mi espíritu y viviréis»
Sal 129.1-4.6-8: «Del Señor viene la misericordia, la redención
copiosa»
Rm 8,8-11: «El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos
habita en vosotros»
Jn 11,1-45: «Yo soy la resurrección y la vida»
II. APUNTE BÍBLICO-LITÚRGICO
«El que cree en El tiene la vida eterna» significa que Jesús es el único que da la
vida y que quien la recibe, la tiene precisamente por creer.
Decir que «El es la resurrección y la vida» es lo suficientemente importante
como para respaldarlo con una victoria sobre la muerte. Pero no sólo reservada
para cuando la muerte ha vencido ya al hombre (caso de Lázaro), sino para que
no domine del todo al hombre.
La amistad entre Jesús, Lázaro y sus hermanas era de sobra conocida. Pero no
hace el milagro por eso, sino porque creían en El. La fe, más que carta de
recomendación para el milagro, es requisito indispensable.
III. SITUACIÓN HUMANA
Cuanto el hombre de hoy se afana por conseguir mayores cotas de libertad, de
justicia y de bienestar se siente mejor consigo mismo y se convence de que sus
posibilidades de futuro deben ser potenciadas al máximo. Las grandes
conquistas en el campo científico y cultural le estimulan para seguir creyendo en
el mañana. Si esto lo trasladamos al campo social, no cabe duda de que se han
dado pasos importantísimos. Y siempre queda mucho por conquistar. Es una
prueba de que el hombre mira hacia adelante.
IV. LA FE DE LA IGLESIA
La fe
– La fe en Jesús y la fe en la resurrección: «Jesús liga la fe en la resurrección a
la fe en su propia persona: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25). Es el
mismo Jesús el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en él y
hayan comido su cuerpo y bebido su sangre. En su vida pública ofrece ya un
signo y una prenda de la resurrección devolviendo la vida a algunos muertos,
anunciando así su propia Resurrección que, no obstante, será de otro orden»
(994).
– Los signos del Reino de Dios: 547. 548. 549. 550.
– Libertad, necesidad y perseverancia en la fe: 160. 161. 162.
La respuesta
– La conversión del corazón, principio de una vida nueva: "« Donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia » (Rm 5,20). Pero para hacer su obra, la gracia
debe descubrir el pecado para convertir nuestro corazón y conferirnos « la
justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor » (Rm 5,20-21). Como un
médico que descubre la herida antes de curarla, Dios, mediante su palabra y su
espíritu, proyecta una luz viva sobre el pecado» (1848; cf 1888).
– La oración de Jesús: 2604.
El testimonio cristiano
– "La conversión exige el reconocimiento del pecado, y éste, siendo una
verificación del Espíritu de la verdad en la intimidad del hombre, llega a ser al
mismo tiempo el nuevo comienzo de la dádiva de la gracia y del amor: « Recibid
el Espíritu Santo ». Así pues, en este convencer en lo « referente al pecado »,
descubrimos una «doble dádiva »: el don de la verdad de la conciencia y el don
de la certeza de la redención. El Espíritu de la verdad es el Paráclito (Juan Pablo
II, DeV 31)" (1848).
La fe de Marta y la de quienes la acompañaban a ella no puede ser sólo en
Lázaro en cuanto resucitado, sino porque Jesús es la Resurrección. Ha roto las
ataduras de Lázaro, pero a nosotros nos libra de las ataduras del pecado y de la
muerte.