CUARESMA 2011 – Miércoles de Ceniza (09-03-2011)
La Cuaresma nos ofrece un camino de c uarenta días y cuarenta noches; un largo camino de purific ación del
corazón. El miércoles de ceniza el sacerdot e signa las frentes de los fieles con la oracin “eres polvo y en
polvo te convertirás” (Gén. 3,19). Estas palabras dichas a Adán por primera vez a caus a del pecado, las
repite hoy la Iglesia a todos los cristianos para recordarles tres cosas: “que venimos del polvo, que somos
pecadores y que vamos a morir”.
Que venimos del polvo, significa que somos nada. Esto también nos lo recuerda el Salmo 39: “Seor mi
existencia es nada ante ti”. ¡Cómo necesita hacerse añicos el orgullo del hombre frente a esta verdad,
sabiendo el hombre que no es nada ante Dios y que es también pecador! La Iglesia invita a todos sus hijos
hoy miércoles de ceniza e inicio de la Cuaresma a inclinar sus cabezas para recibir las cenizas en señal de
humildad, para pedir perdón por todos sus pecados, recordándoles que en pena de sus pecados un día
tendrán que volver al polvo.
El pecado y la muerte son frutos amargos e inseparables de la rebeldía del hombre frente a Dios : “Dios no
creó la muerte, ella vino al mundo mediante el pecado (Rom. 6, 23). El hombre lleva dentro de sí el germen
de la vida eterna, ha sido creado para la alegría, la santidad y la vida eterna (GS.18). Por eso la Iglesia al
hacernos meditar estas realidades dolorosas no trat a de hundir nuestro espíritu en una visión pesimista de la
vida, sino más bien abrir nuestros corazones a la verdad del hombre, al arrepentimiento y a la esperanza.
Si la desobediencia de Adán ha traído estas realidades al mundo, la obediencia de Cristo las ha salvado. Y
es por esto que la Cuaresma prepara a los fieles a la celebración pascual, en donde Cristo s alva al hombre
del pecado y de la muerte eterna y transforma nuestra muerte corporal en un paso a la vida verdadera. El
pecado y la muerte son t rasformados por Cristo muerto y resucitado y el hombre está invitado a participar de
esta victoria cuanto más pa rticipe de la muerte y resurrección del Señor.
“Convert íos a mí de todo c oraz ón, en ayunos, en llanto y gemidos; rasgad vuestros corazones y no vuestras
vestiduras” (Joe l 2, 12-13). El elemento esencial al que nos llama la Cuaresma, es la contrición del c orazón:
un corazón roto, golpeado por el arrepentimiento del pecado, un arrepentimiento que incluye el deseo del
cambio de vida. Todo hombre está llamado a esta realidad: “volver a Dios con más plenitud y verdadero
fervor venciendo las debilidades y flaquezas que disminuyen nuestra orient ación total a Él.
La Cuaresma es el tiempo clásico de esta renovación espiritual. Pertenece a cada cristiano hacer de él un
moment o decisivo para la historia de la propia salvación personal. No sólo el que está en pec ado mo rtal tiene
necesidad de esta conversión; toda falta de generosidad, de fidelidad a la gracia impide la amistad íntima con
Dios, es un rechazo a la gracia que enfría la relación con Dios. Es un rechazo de su amor y por lo tanto exige
arrepentimiento y conversión, exige una reconciliación con Dios y con el hermano.
¿Cuáles son los esfuerzos cuaresmales de la conversión? Son la limosna, la oración y el ayuno con
disposiciones del corazn que los haga eficaces. La limosna “expía los pecados” (Ecl. 3,30) cuando es
realizada c on la int ención única de agradar a Dios y de ayudar a quien está necesitado y no para ser visto y
alabado por los demás. La oración une el corazón del hombre con Dios cuando ella brota del corazón sincero
y no cuando son puras palabrerías. El ayuno es un sacrificio agradable a Dios y redime las culpas si va
acompaado de una verdadera actitud interior y es una privacin por amor y por la actitud del corazn, “el
Padre que mira en lo secreto te recompensará” (Mt. 6,4.18) es decir te perdonará los pecados y te concederá
la abundancia de la gracia.
Que la Virgen Madre nos ayude en este camino de conversión.
+ Marcelo Raúl Martorell
Obi spo de Puerto Iguazú
1
2