"El que quiera venir detrás de mí”
Lc 9, 22-25
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
El Señor pone ante nosotros la vida y la muerte, pidiéndonos tomar una decisión y
ratificarla día tras día. Se trata de una opción que no es evidente, ya que Jesús lo indica
con una paradoja: a la vida según Dios, a la vida que es Dios, se llega negándonos a
nosotros mismos, llevando nuestra cruz cada día tras el Maestro, aceptando perder por
él la vida presente. El cristianismo es una disposición radical a seguir a Cristo hasta el
final, no un esfuerzo moral por mejorar el propio carácter o las propias costumbres.
No es fácil responder: "Sí, yo" a la invitación, que no deja lugar a ilusiones: "El que
quiera seguirme... ". Sin embargo, si aparece clara la perspectiva de sufrimiento incluida
en el seguimiento, no aparece menos clara la meta final: la resurrección, salvar la vida,
una vida en plenitud, sin parangón con ganar el mundo entero. Optamos, pues, por la
vida amando al Señor, obedeciendo su voz y manteniéndonos unidos a él: si con él
logramos atravesar la muerte a nosotros mismos cada día, con él experimentaremos
desde ahora el inefable gozo de la resurrección, de la vida con él.
ORACION
Jesús, tú eres el Camino, el único que conduce al Padre: tu camino no es de gloria, oh
Varón de dolores, que sabes bien lo que es padecer; me invitas a seguirte, a optar en
todo momento en dar mis pasos vacilantes siguiendo tus huellas seguras...
Jesús, tú eres la Verdad, la única que lleva a conocer el rostro de Dios: no infunde
mucho entusiasmo verlo en el tuyo, oh Siervo doliente; está tan desfigurado que no
parece rostro humano. Pero me invitas a creerlo; el que te ve a ti, ve al Padre; éste es el
gozo perenne...
Jesús, tú eres la Vida, la eterna, que comienza ahora y desemboca en el seno de Dios.
No es fácil aceptar perderla-aquí y ahora, negando lo que satisface inmediatamente
porque sacia mis deseos orgullosos y egoístas, pero tú me repites: "Quien pierda su vida
por mí, la salvará".
Señor, tú eres el único que puedes darme fuerza, la gracia de dar un paso adelante, un
pasito cala vez; de abrazar mi cruz diciendo: "Sí, quiero" a tu invitación, y seguirte
caminando contigo hasta la meta, sin retroceder, por el camino de la vida en plenitud.