Día 3º. VIERNES 19 de Febrero: el sacrificio, necesario para la vida
cristiana
El Señor dice que no quiere sacrificios de gente que reza y luego
maltrata a los demás, que quiere que la gente se quiera. No quiere que nos
pongamos piedras en los zapatos sino el amor a los demás. Cuando le
preguntan a Jesús por qué no ayunan los suyos, les contesta: «Pueden acaso
los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días
vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán». Habla de
fiesta. Por eso, lo que decíamos ayer de pensar en sacrificios va unido a la
alegría, que decía S. Josemaría que es un árbol “que tiene las raíces en
forma de cruz”, esta cruz que nos encontramos cada día unidos a la de
Jesús.
Hay una historia que une las tres armas que nos dice la Iglesia para
estos días. Había una vez un ermitaño, que vivía solo en la montaña, en lo alto
había una antigua iglesia con su casita donde vivía, trabajando, buscando
alimento. Durante el día, bajaba al pueblo a vender sus productos, y luego
subía otra vez hacia su ermita. Cuando hacía calor, al subir tenía muchísima
sed y sudaba. Pasaba por una fuente y... no bebía, le ofrecía a la Virgen aquel
sacrificio y proseguía su camino. Al anochecer, el ermitaño miraba al cielo y
veía una estrella, regalo de la Virgen, en recompensa a su sacrificio...
Pero, un jovencito, al ver la vida del ermitaño, llegó a admirarlo y
quiso ser como él. Entonces hacía lo que el ermitaño hacía... Cuando subían
acalorados, con mucha sed, el ermitaño pensó que el chico tenía sed, y que si
él no bebía el muchacho tampoco lo haría. Pero, que si bebía, no tendría el
lucero por la noche como premio, porque no habría hecho el sacrificio. Al
final, venció el corazón y bebió, y también el chico. Pensó al subi r que no
había podido ofrecer a la Virgen su sacrificio, y quién sabe si tendría
recompensa aquel día, si vería su estrella en el firmamento. Pero, al tener al
jovencito a su lado éstaba contento y pensó que valía la pena. Al anochecer
miró al cielo con miedo y vio que no había una estrella… aquel día la Virgen le
había hecho un regalo distinto… había dos estrellas en el firmamento.
¿Se encienden de verdad las estrellas?, No sé en el cielo, pero en
nuestro corazón seguro que sí, el Señor enciende una luz mágica, como nos
dicen las lecturas de hoy: “Entonces brotará tu luz como la aurora”, tendrás
una fuerza especial, divina, serás hijo de Dios, y es lo que pedimos en la
Misa de hoy: «Confírmanos, Señor, en el espíritu de penitencia con que
hemos empezado la Cuaresma” para tener “la sinceridad de corazón” de la
mano de Jesús: «Señor, enséñame tus caminos e instrúyeme en tus sendas».
¿Dónde poner estos sacrificios?
al dejar cada cosa en su sitio
ponerme a estudiar, hacer los deberes puntual mente
estar atento a clase sin irme “de aventuras” con al imaginación,
puedo imaginar en cambio cosas con lo que explican, la historia, la
geografía, y hacerme una “película” para aprenderlo mejor
no escoger lo mejor en la comida, ceder el sitio…
obedecer a la primera
rezar por la noche aunque tenga sueño
levantarme a la primera por la mañana –minuto heroico
limpiarme los zapatos, bajar la basura
no decir motes que molestan a los demás
“ayunar” de tele sobre todo cuando no toca
Sonreír cuando me cuesta
Dominar el mal humor cuando las cosas cuestan o no salen como
esperaba
Dominar la curiosidad
Aprender a comer de todo, así me preparo para la vida: cada día un
poco más de lo que no me gusta
-
-
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Puedes tachar, cambiar y añadir alguna, y repasarlas de vez en
cuando, para ver cómo va ese “entrenamiento”… (Josep Maria Torras).
Nos puede ayudar el testimonio de los mártires. El cardenal
Mindszenty de Hungría cuando entraron los comunistas lo metieron en la
cárcel, donde pasó muchos años (salió de la cárcel cuando Hungría se
independizó de la Rusia comunista; era ya muy mayor y murió al poco
tiempo). Fue un ejemplo como cristiano por su fortaleza y fidelidad a Dios y
a la Iglesia. Una muestra, es, por ejemplo, su firmeza en vivir la abstinencia,
que es el mandamiento de la Iglesia que nos manda a los cristianos mayores
de 14 años, que vivamos la mortificación de no comer carne los viernes de
todo el año. Como sabes, fuera de la Cuaresma la abstinencia de carne se
puede sustituir por otro acto penitencial (oración, mortificación o li mosna);
pero durante la cuaresma no.
Todos los viernes, y sólo los viernes, le daban carne para comer y
cenar. El cardenal sabía que en sus circunstancias no l e obligaba esa ley de
la Iglesia, pero jamás tomaba aquella carne. Quería libremente vivir aquell a
mortificación. En sus "memorias" escribe este diálogo con el Comandante de
la prisión, un día en que el policía no pudo aguantar más aquella actitud:
- ¿Cree usted que son los presos quienes dictan el reglamento en la
cárcel?
- No; no creo semejante cosa.
- Pues entonces coma lo que se le da.
- Los viernes no como carne.
- No le daré otra cosa.
- Tampoco pido que me dé otra comida. Pero si me da carne no la
comeré los viernes.
- En tal caso, le castigaré.
- Estoy dispuesto a aceptar cualquier castigo.
Aquel día la comida se quedó sobre la mesa. Se la llevaron poco antes
de la cena, que también consistió en un poco de carne, La escena se repitió
en los sucesivos viernes, hasta que acabaron por dársela los domingos.
Señor, cuántas veces yo tengo compasión de mí mismo, y me busco
excusas para no mortificarme, o no obedecer a mi madre la iglesia. A veces,
por el deporte o por el estudio soy capaz de esforzarme y sufrir, y sin
embargo cuando lo tengo que hacer por ti me echo para atrás. Si te amase
más, sería más generoso y fuerte. Te amo, Señor, pero quiero amarte más.
La próxima vez que ante una mortificación me venga a la cabeza una excusa,
la rechazaré "porque te quiero". Y, en concreto, tomaré la comida que me
pongan porque te quiero