CRISTO NO ES UNA COSA MÁS
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
en el programa radial "Compartiendo el Evangelio", para el tercer
domingo de Pascua y en la solemnidad de Nuestra Señora de Luján,
Patrona de la Argentina (8 de mayo de 2011)
San Lucas 24,13-35
“El primer día de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeo pueblo
llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino
hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo
Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo
reconocieran.
El les dijo: „Qué comentaban por el camino?‟.
Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le
respondió:
„Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pas en estos días!‟.
„Qué cosa?‟, les pregunt.
Ellos respondieron: „Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta
poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo
nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a
muerte y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van
tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están
con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al
no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos
ángeles, asegurándoles que él está vivo.
Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres
habían dicho. Pero a él no lo vieron‟.
Jesús les dijo: „Hombres duros de entendimiento, cmo les cuesta creer todo lo
que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos
sufrimientos para entrar en su gloria?‟ Y comenzando por Moisés y continuando
con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir
adelante.
Pero ellos le insistieron: „Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se
acaba‟. El entr y se qued con ellos. Y estando a la mesa, tom el pan y
pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los
discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y
se decían: „No ardía acaso nuestro corazn, mientras nos hablaba en el camino y
nos explicaba las Escrituras?‟.
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí
encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les
dijeron: „Es verdad, el Seor ha resucitado y se apareci a Simn!‟. Ellos, por su
parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido
al partir el pan.”
La Iglesia, en estos cincuenta días de la Pascua, remarca por todas partes
este único acontecimiento: Cristo crucificado, muerto y resucitado; está vivo y ha
vencido al pecado y a la muerte. ¡Está vivo! LO ETERNO está presente en el
mundo y nos hace vivir a todos una vida nueva. ¿Dónde lo reconocemos? A través
de los distintos gestos que Dios va obrando va haciendo, fundamentalmente a
través de la Eucaristía.
En esa Eucaristía, que celebramos todos los días, todos los domingos, donde
ustedes participan, de alguna manera siempre se escucha con atención la
Palabra de Dios; luego ese Pan es transformado en el Cuerpo del Señor y ese Vino
va a ser la Sangre de Cristo, la Sangre del Redentor.
Ese sacrificio que se hizo una sola vez y para siempre, es el sacrificio de la
Cruz, el sacrificio Redentor de Cristo, glorioso pero a través de su Pasión. ¡Y no
podemos separar jamás cruz, muerte y resurrección! Resurrección, que viene a
través de la crucifixión y de la muerte. La Cruz y la muerte no terminan en
derrota, sino en victoria que es la Resurrección.
Pensemos muy bien lo que significa reconocer a Cristo en la Eucaristía;
reconocer a Cristo en su presencia: cuerpo, alma, sangre y divinidad. Y pensemos
muy bien lo que significa que podamos recibirlo. Hay mucha gente que no puede
recibirlo porque está en estado de pecado, por una imposibilidad moral, familiar,
lo que sea, ¡y sufren por no poder recibirlo! Y hay gente que recibe a Cristo, en la
Eucaristía, casi como una cosa más. ¡Y Cristo no es una cosa más!
¡Cristo es el Señor de la Vida!
¡Cristo es el Señor de la Historia!
¡Cristo es el Señor de la Iglesia!
¡Cristo es el Señor de nuestra vida personal!
¡Cristo es el Señor de la humanidad!
Si reconociéramos que Jesús está presente en la Eucaristía, que nos toca,
nos alimenta y nos nutre, les puedo asegurar que seríamos distintos.
¡Dios quiera que podamos reconocer a Jesús al partir el pan! Les dejo mi
bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús