AGUA, DON DEL ESPÍRITU SANTO
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
en el programa radial "Compartiendo el Evangelio", para el 3º domingo de
Cuaresma (27 de marzo de 2011)
San Juan 4, 5-42
(Forma breve) Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar,
cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se
encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había
sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de
Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: "Dame de beber". Sus
discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana
le respondió: "¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí,
que soy samaritana?". Los judíos, en efecto, no se trataban con los
samaritanos. Jesús le respondió: "Si conocieras el don de Dios y
quién es el que te dice: 'Dame de beber', tú misma se lo hubieras
pedido, y él te habría dado agua viva". "Señor, le dijo ella, no tienes
nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa
agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que
nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus
animales?". Jesús le respondió : "El que beba de esta agua tendrá
nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca
más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él
en manantial que brotará hasta la Vida eterna" . "Señor, le dijo la
mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite
venir hasta aquí a sacarla". (…) La mujer le dijo: "Seor, veo que
eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y
ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar". Jesús le
respondió: "Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña
ni en Jerusalén se adorará al Padre. Ustedes adoran lo que no
conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación
viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que
los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es
espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad".
La mujer le dijo: "Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir.
Cuando él venga, nos anunciará todo". Jesús le respondió: "Soy yo,
el que habla contigo" . (…)Muchos samaritanos de esta ciudad habían
creído en él (…) Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a
Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él permaneció allí dos
días. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra. Y decían a
la mujer: "Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos
lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del
mundo".
El tema agua, dentro del itinerario bautismal, es muy importante; porque es el
agua que nos da la vida y nos da la vida eterna. El Santo Padre dice muy bien
cuando expresa que “la pasin de Dios por todo hombre quiere suscitar en nuestro
corazón el deseo del don del agua que brota para la vida eterna. Es el don del
Espíritu Santo, que hace de los cristianos adoradores verdaderos, capaces de
adorar al Padre en Espíritu y en Verdad. Y sólo esta agua puede apagar nuestra sed
de bien, de verdad y de belleza. Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los
desiertos del alma inquieta e insatisfecha, hasta que descanse en Dios, según las
célebres palabras de San Agustín.”
¡Es cierto! Porque todos nosotros tenemos sed. Dios ha puesto en nuestro
corazón la sed de Él. Y si Dios ha puesto en nuestro corazón la sed de lo Absoluto,
Él mismo es quien nos da la presencia de lo Absoluto. No nos va a desamparar
jamás.
El hombre no se puede conformar con ninguna otra cosa creada: ni con el
poder, ni con el sexo, ni con el éxito, ni con la fama; con ninguna otra cosa creada
que, por más que sean importantes, no tienen comparación con aquello que es
fundamental y absoluto. El hombre tiene capacidad de lo infinito y lo infinito no
tiene precio.
Pidamos al Señor tener sed de Él y que siempre podamos vivir de su agua la
vida eterna.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús