EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 15,26-27.16,1-4.
Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la
Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.
Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.
Les he dicho esto para que no se escandalicen.
Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que
les den muerte pensarán que tributan culto a Dios.
Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había
dicho. No les dije estas cosas desde el principio, porque yo estaba con ustedes.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Ireneo de Lyon (v. 130-v. 208), obispo, teólogo y mártir
Contra las Herejías, libro III- 17, 1-2
«Yo le pediré al Padre que os de otro Defensor, el Paráclito, que esté
siempre con vosotros» (Jn 14,16)
El Espíritu prometido por los profetas descendió sobre el Hijo de Dios hecho
Hijo del Hombre (Mt 3,16), para acostumbrarse a habitar con él en el género
humano, a descansar en los hombres y a morar en la criatura de Dios, obrando en
ellos la voluntad del Padre y renovándolos de hombre viejo a nuevo en Cristo.
Este Espíritu es el que David pidió para el género humano, diciendo:
«Confírmame en el Espíritu generoso» (Sal 51[50],14). De él mismo dice Lucas
(Hch 2), que descendió en Pentecostés sobre los Apóstoles, con potestad sobre
todas las naciones para conducirlas a la vida y hacerles comprender el Nuevo
Testamento: por eso, provenientes de todas las lenguas alababan a Dios, pues el
Espíritu reunía en una sola unidad las tribus distantes, y ofrecía al Padre las
primicias de todas las naciones.
Para ello el Señor prometió que enviaría al Paráclito que nos acercase a Dios
(Jn 15,26; 16,7). Pues, así como del trigo seco no puede hacerse ni una sola masa
ni un solo pan, sin algo de humedad, así tampoco nosotros, siendo muchos,
podíamos hacernos uno en Cristo Jesús ( 1 Co 10,17), sin el agua que proviene del
cielo. Y así como si el agua no cae, la tierra árida no fructifica, así tampoco
nosotros, siendo un leño seco, nunca daríamos fruto para la vida, si no se nos
enviase de los cielos la lluvia gratuita. Pues nuestros cuerpos recibieron la unidad
por medio de la purificación (bautismal) para la incorrupción; y las almas la
recibieron por el Espíritu. Por eso una y otro fueron necesarios, pues ambos nos
llevan a la vida de Dios.
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”