EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 1,39-56.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel,
llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del
Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las
generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo
temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su
descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Beata Isabel de la Trinidad (1880-1906), Carmelita Descalza
El cielo en la fe (Primer retiro), día décimo (© Obras Completas EDE 1986)
«María se puso en camino»
Me parece que la actitud de la Virgen durante los meses transcurridos entre la
Anunciación y el Nacimiento es el modelo de las almas interiores; de esos seres que
Dios ha escogido para vivir dentro de sí, en el fondo del abismo sin fondo. ¡Con qué
paz, con qué recogimiento María se sometía y se prestaba a todas las cosas!
¡Cómo, aún las más vulgares, eran divinizadas por Ella! Porque a través de todo la
Virgen no dejaba de ser la adoradora del don de Dios. Esto no la impedía
entregarse a las cosa de fuera cuando se trataba de ejercitar la caridad.
El Evangelio nos dice que María subió con toda diligencia a las montañas de
Judea, para ir a casa de su prima Isabel (Lc. 1,39-40). Jamás la visión inefable que
ella contemplaba en sí misma disminuyó su caridad exterior. Porque, como dice un
autor piadoso (Ruysbroec), Si la contemplación «tiende hacia la alabanza y a la
eternidad de su Señor, ella posee la unidad y nunca la perderá. Si llega un mandato
del cielo, ella se vuelve hacia los hombres, se compadece de todas sus necesidades,
se inclina hacia todas sus miserias. Es necesario que ella llore y que ella fecunde.
Alumbra como el fuego; como él, ella quema, absorbe y devora, elevando hacia el
cielo lo que ha devorado. Y una vez que ha acabado su misión en la tierra se
remonta y emprende nuevamente, ardiendo en su fuego, el camino de la altura».
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”