ASCENSIÓN DEL SEÑOR
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
Id y haced discípulos en toda la tierra
Con la Ascensión concluye el tiempo de la presencia visible de Jesús en medio de
sus discípulos y se abre el tiempo de la Iglesia.
Decir tiempo de la Iglesia es decir tiempo de los discípulos, de los evangelistas, de
los testigos de Cristo resucitado. Y decir tiempo de la Iglesia es decir también
nuestro tiempo , el de quienes deseamos vivir como comunidad haciendo del
seguimiento de Jesús nuestra opción de vida.
Leyendo el texto evangélico descubrimos un programa de vida cristiana, basado en
el mandato del Resucitado: “ Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo ”, o, lo que es lo
mismo, hacer discípulos para sumergirlos en la comunión de la vida trinitaria de
Dios. Tal es la alta finalidad del envío. La obediencia a esta misión constituye para
la comunidad cristiana de todos los tiempos la verificación de la propia fidelidad a la
voluntad del Señor. Y quien se hace discípulo de Cristo descubre las señas de un
Dios que no tolera la injusticia, que para ayudarnos se ha hecho débil, que ha
escogido lo débil para confundir a los fuertes.
Lo anterior reclama formar cristianos maduros, que estén prontos para responder a
quien nos pide razón de la esperanza que hay en nosotros (cf 1 Pt.3, 15). Sólo así
seremos piedras vivas capaces de cooperar a la construcción de la Iglesia. (cf.
Ib.2,5).
Observamos cómo el bautismo, que es la base y el fundamento del programa de
vida de todo cristiano, está apuesto, según el mandato de Jesús, en relación con lo
de hacer discípulos, es decir, con la tarea de formar al cristiano para conocer, sentir
y vivir el admirable don y encargo del Señor.
“Enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado ”. Eso es lo que deberán
enseñar los discípulos. A este respecto, habrá que estar atentos a un doble riesgo:
Añadir cosas que Jesús no ha enseñado, ni se derivan de su enseñanza, e
imponerlas a los demás y, por otra parte, silenciar aquellas que pueden resultar
más provocadoras para nuestro tren de vida y para nuestra sociedad que persigue
un hedonismo rampante. Por eso, la urgencia de retornar con todo el corazón a un
conocimiento cada vez mejor del evangelio.
Coincidiendo con el encargo de Jesús de llevar el Evangelio hasta los confines de la
tierra, y precisamente por ello, celebra hoy la Iglesia la Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales. La Jornada viene acompañada de un mensaje del Papa
Benedicto XVI titulado “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era
digital” .
Es una invitación a formar las conciencias ente la responsabilidad que incumbe a
cada individuo, grupo o sociedad, en la formación de la opinión pública y en el uso
y desarrollo de los nuevos medios de comunicación.
Consciente del papel tan decisivo que los medios de comunicación han adquirido en
la sociedad actual, el Papa reclama la inclusión de la comunicación social en la que
denomina cuestión antropológica y reivindica “para la defensa de la dignidad de la
persona humana por parte de los medios, la necesidad de una infoética , así como
existe la bioética en el campo de la medicina y de la investigación científica”.
Junto al excelente servicio que la mayoría de los medios prestan a la sociedad, es
lamentable que algunos, en razón del lucro y para lograr audiencia, promuevan
programas deleznables, que degradan a los promotores y a los colaboradores. Sería
igual de lamentable que la objetividad quedara supeditada a intereses de grupo o
de partido.
La Jornada es también una invitación a nuestras Iglesias para “ promover la
Nueva Evangelización en la Era Digital con verdad y autenticidad”. Los
medios de comunicación son “el primer areópago de los tiempos modernos”. Por
eso pueden ser un excelente apoyo para difundir el Evangelio, para promover el
diálogo y la cooperación a todos los niveles, para defender aquellos principios que
son indispensables para la construcción de una sociedad respetuosa con la dignidad
de la persona y del bien común.
Desde aquí envío un saludo cordial y agradecido a las empresas promotoras de los
medios de comunicación presentes entre nosotros y, de manera especial, a los
profesionales que los hacen posibles. Y, por supuesto, agradezco el buen servicio de
la Delegación Diocesana y de todo los que colaboran en la misma.