VII Semana de Pascua, Ciclo A
Introducción a la Semana
Última semana del Tiempo pascual, que culmina con la fiesta de Pentecostés. La
liturgia nos prepara, con las primeras lecturas, para la venida del Espíritu, del
que la semana pasada nos hablaron los textos del evangelio. En la predicación
de Pablo aparecen unidos el bautismo y la efusión del Espíritu, que afianza la fe
de los nuevos discípulos. Es ese mismo Espíritu el que va dando a conocer de
antemano al Apóstol las dificultades que le aguardan en cada etapa de su
itinerario misionero: así lo confiesa en un nuevo discurso, dirigido a los
responsables de las comunidades recientemente fundadas. Al hablarles, los pone
en guardia ante las desviaciones que se producirán a lo largo de su labor
pastoral y los anima a seguir su ejemplo de entrega desinteresada a esa tarea.
A grandes rasgos, los últimos capítulos del libro de los Hechos describen algunos
episodios del viaje de Pablo a Roma, capital del mundo pagano, donde culminará
su misión de servicio al Evangelio. Hasta allí lo ha conducido el Espíritu, dando
cumplimiento al mandato de Jesús de ser sus testigos “hasta los confines de la
tierra”.
El evangelio de Juan se centra sobre todo en lo que llamamos la “oración
sacerdotal” de Jesús. Su intimidad con el Padre se manifiesta aquí en una
bellísima plegaria por tres intenciones: 1) pide por su propia glorificación, como
consecuencia de haber glorificado él al Padre con su obediencia hasta la muerte;
2) pide por sus discípulos, por los que dio su vida, para que el Padre los guarde
en adelante y los haga plenamente suyos, a fin de que también ellos
desempeñen eficazmente la misión que se les confió; 3) pide por todos aquellos
que crean en él a través de la palabra de sus discípulos, para que vivan unidos
en el amor y así el resto del mundo pueda aceptar su testimonio.
Al final de ese evangelio, Jesús confía a Pedro la responsabilidad pastoral de la
Iglesia, después de que éste le confiesa su amor incondicional. Y el “discípulo
amado” confirma la veracidad de todo el relato con su testimonio personal.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos)
Con permiso de dominicos.org