Comentario al evangelio del Martes 07 de Junio del 2011
Queridos amigos y amigas:
Pablo presiente que su muerte está cercana. Por eso, ante los presbíteros de Éfeso, realiza un balance
de su vida apostólica. Esta emotiva “declaración de Mileto” sintetiza las tres actitudes
fundamentales que lo han guiado en su anuncio del evangelio . Son las propias de todo
evangelizador:
La humildad. A veces, el que anuncia corre el riesgo de remitir todo a sí mismo, de juzgar la respuesta
de las personas según su particular criterio, de perder los papeles cuando las cosas no salen según sus
planes. Pablo, por el contrario, reconoce que ha servido al Señor con toda humildad, en las penas y
pruebas.
La entrega. No es lo mismo ser entusiasta un día que hacer de la propia vida una ofrenda permanente.
El entusiasmo de un día puede provocar el aplauso y un reconocimiento efímero. La entrega de toda la
vida tiene la eficacia del grano de trigo enterrado. Pablo se ha deshecho por el evangelio , insistiendo
a judíos y griegos a que se conviertan y crean en nuestro Señor Jesús.
La fidelidad. La evangelización está llena de riesgos, de cansancios, de búsqueda de compensaciones.
¿Qué buscamos cuando anunciamos a Jesús? Ojalá pudiéramos reconocernos en las palabras de Pablo:
Lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser
testigo del Evangelio, que es gracia de Dios.
El evangelio de Juan se adentra en el largo y denso capítulo 17. Es un capítulo tan cuajado de
contenidos que, ante la imposibilidad de presentarlos detalladamente, bastaría con agruparlos todos
bajo las primeras palabras pronunciadas por Jesús: Ha llegado la hora. Al comienzo del evangelio,
Jesús es renuente a realizar el signo que su madre le pide en Caná, porque no ha llegado todavía mi
hora. En vísperas de su muerte, no hay ya nada que esperar. El trigo está listo para la cosecha. El plazo
se ha cumplido. La “hora de Jesús” es la entrega suprema de la muerte. Y, por eso, es también la
hora de la glorificación y de la eficacia máxima.
P. Fernando Gonzalez