E N A DVIENTO ESPERAMOS AL M ESÍAS , QUE VIENE VESTIDO DE N IÑO , COMO SI NO HUBIERA VENIDO ;
EN LA MISA , EN LA COMUNIÓN , EL N IÑO D IOS ESTÁ CON NOSOTROS , VESTIDO DE P AN , COMO YA
VENIDO
(Domingo I – TA – Ciclo A – 2008)
“Cuando venga el Hijo del hombre” (cfr. Mt 24, 37-44). Luego de finalizar el tiempo
ordinario, que termina con la fiesta de Cristo Rey, como la del domingo pasado, la Iglesia inicia
un nuevo ciclo litúrgico, con el tiempo de Adviento. ¿Cuál es el motivo por el cual la Iglesia inicia
un nuevo ciclo litúrgico? ¿Es que acaso copia a la naturaleza, que también se renueva año a
año? ¿O hace como el tiempo civil, que luego de pasado un tiempo, inicia un nuevo año?
La naturaleza se renueva año a año, de forma cíclica: al otoño y al invierno, le suceden la
primavera y el verano, como si fuera un círculo cerrado. Los cambios cíclicos en la naturaleza y
en el calendario civil están dados por los cambios en el cosmos: el cambio de estaciones y el
cambio de año se deben a que la tierra adopta una nueva posición con relación al sol, y el sol,
que incide con sus rayos de manera distinta, es lo que hace que en la tierra se vivan tiempos
distintos. En la Iglesia los cambios de tiempo, como el fin del tiempo ordinario y el inicio del
Adviento, en un nuevo ciclo litúrgico, se deben también a cambios en la aproximación del sol,
pero no al sol que está en la galaxia, sino al Sol de justicia, Jesucristo.
Cuando el Sol divino, Jesucristo, se acerca, en la Iglesia reinan la luz y el esplendor de
ese Sol, y es lo que la Iglesia vivió en la fiesta de Cristo Rey: la fiesta de Cristo Rey era como el
brillar del sol en su cenit, en su máximo esplendor; el tiempo de Adviento, es como haber
entrado en la noche de los tiempos, en donde el Sol de justicia, Jesucristo, todavía no ha
arribado, todavía no ha salido. A diferencia de la fiesta de Cristo Rey, en donde brillaba con su
máximo esplendor y luz el Dios Sol Jesucristo, en Adviento es de noche, pero la noche, cuanto
más cerrada, indica que más cerca está el día, por eso Adviento es esperar la llegada del Sol
celestial, Jesucristo.
El Adviento es como la noche en relación al sol: el Sol Jesucristo todavía no ha llegado,
todavía no ha nacido. Esto es lo que explica el color litúrgico del Adviento, el color morado, un
color que no es de fiesta, sino algo parecido al luto; esto es lo que explica el tenor de las
lecturas: “Cuando venga el Hijo del hombre”, dice el evangelio de hoy, resumiendo el sentido de
todo el Adviento, la espera del Mesías: todo el Adviento es esperar al Hijo del hombre.
En Adviento, toda la Iglesia se coloca en posición expectante, como si esperara que
tuvieran que cumplirse las profecías relativas al Mesías, como si el Mesías no hubiera todavía
venido a la tierra.
“Adviento” quiere decir “espera”: la Iglesia espera la llegada de su Rey Mesías en el
tiempo de Adviento. En el Adviento predomina la noche, como una larga noche Belén; es una
noche oscura, cerrada, alumbrada con la luz de la luna y con la luz de la Estrella del Alba, María,
que anuncia el final feliz de esta noche litúrgica.
Adviento es esperar, con el corazón alegre y penitente, confiado en el cumplimiento de las
promesas de los profetas del Antiguo Testamento: “He aquí una virgen dará a luz un niño” 1 . Una
Virgen dará a luz un niño, que es Dios; la Iglesia espera que la Virgen alumbre al Niño Dios, por
el poder del Espíritu de Dios. La noche litúrgica que representa el Adviento finalizará cuando el
Portal de la Eternidad, María, alumbre al Sol de justicia, Jesucristo. Cuando la noche esté más
cerrada y oscura, entonces finalizará, cuando el Dios Luz ingrese en la historia humana por el
Portal de Belén, María. Entonces la Luz eterna, Dios Hijo, proveniente de la luz eterna, Dios
Padre, alumbrará con toda su fuerza, con toda la luminosidad de su esplendor divino oculto en la
naturaleza de un niño humano.
Adviento es entonces esperar confiados que el deseo del profeta: “Si rasgaras los cielos y
descendieras”, se hará realidad, porque los cielos, y más que los cielos, el seno virgen y puro de
María, hará descender del seno de Dios Padre, por el poder del Espíritu, al Hijo eterno del Padre,
vestido de Niño.
Adviento no es entonces un simple cambio de estación, como hace la naturaleza, ni
consiste tampoco en un simple cambio de tiempo litúrgico, como hace el tiempo civil cuando
1 Cfr. Is 7, 14b-15.
cambia la posición del sol; Adviento es entrar en el misterio pascual del Hombre-Dios Jesucristo
y contemplarlo desde la larga y feliz noche de Belén, la noche santa que conduce al Emmanuel,
al Dios con nosotros.
En Adviento esperamos al Mesías, que viene vestido de Niño, como si no hubiera venido;
en la misa, en la comunión, el Niño Dios está con nosotros, vestido de Pan, como ya venido.
Padre Álvaro Sánchez Rueda