L A VERDADERA PREPARACIÓN PARA N AVIDAD CONSISTE EN INTRODUCIRNOS Y
EN PARTICIPAR ACTIVAMENTE , POR MEDIO DE LA LITURGIA EUCARÍSTICA , DEL
MISTERIO PASCUAL DE C RISTO QUE CELEBRAMOS EN LA LITURGIA
(Domingo II – TA – Ciclo A – 2008)
En el segundo domingo de Adviento, la Iglesia nos presenta este
evangelio en el que tanto un profeta del Antiguo Testamento, como Juan el
Bautista, anuncian la llegada del Mesías.
¿Cuál es el motivo por el cual la Iglesia nos hace escuchar estos estas
lecturas?
El motivo es que, en tiempo de Adviento, nos colocamos en la misma
situación de espera del Mesías en la que se encuentran el Profeta y Juan el
Bautista.
El Adviento nos introduce en el misterio pascual de Jesucristo, en el
momento previo a su encarnación y venida a este mundo, es decir, nos
coloca en un momento de espera del Mesías, tal como lo esperaban los
profetas y los justos del Antiguo Testamento.
Es decir, la Iglesia nos presenta estas lecturas, en donde se espera al
Mesías, porque en el Adviento esperamos al Mesías, como si no hubiera
nacido, el cual vendrá para Navidad. Las lecturas entonces forman parte de
nuestra preparación para Navidad.
Sin embargo, para celebrar la Navidad, es importante recordar
siempre que la preparación, por medio de la liturgia, no es un mero
ejercicio psicológico, ni siquiera se trata de una ambientación espiritual, por
medio de la oración y de la piedad.
La verdadera preparación para Navidad consiste en introducirnos y en
participar activamente, por medio de la liturgia eucarística, del misterio
pascual de Cristo que celebramos en la liturgia.
Si no consideramos al Adviento con sus lecturas de esta manera,
como un participar del misterio divino por medio de la liturgia, corremos el
riesgo de desvirtuar la fiesta de la Navidad, para la cual nos preparamos en
el Adviento.
Sin considerar que el Adviento, con sus lecturas litúrgicas, es una
introducción real para participar activa y dinámicamente del misterio de
Dios Hijo que viene a este mundo como un Niño, corremos el riesgo de
creer que la Navidad misma, y la preparación para la Navidad, consisten en
rezar oraciones piadosas y hacer obras buenas para recibir “con espíritu
navideño” al Niño Dios.
Si no tomamos a la Navidad –y a su tiempo de preparación, el
Adviento- como lo que es, el misterio de Dios Trino manifestado en la
liturgia, corremos el peor de los riesgos, que es el de banalizar la festividad
de la Navidad.
Tal vez por no haberla vivido como misterio divino, sino sólo como
una costumbre piadosa, es que los mismos cristianos hemos contribuido, de
manera decisiva, a desacralizar y a paganizar la Fiesta de la Navidad.
Lo que es costumbre termina en algún momento por cansar, y se lo
abandona y se lo reemplaza por alguna novedad que colme el interés.
Tal vez por haber vivido la Navidad como una mera costumbre y no
como misterio divino, es que la Navidad, la llegada de Dios Hijo como Niño
Dios, se ha convertido en un pretexto para preparar comidas suculentas,
para encontrarse en familia o, peor aún, para festejar por el solo hecho de
festejar, sin saber porqué se festeja ni qué es lo que se festeja.
Padre Álvaro Sánchez Rueda