C ONVERTÍOS , ES DECIR , TRANSFORMAD VUESTROS CORAZONES EN UNA COPIA DEL CORAZÓN DEL
S ALVADOR
(Domingo II – TA – Ciclo A – 2008.2)
“Convertíos porque el Reino de los cielos está cerca y producid frutos de conversin” (cfr.
Mt 3, 1-12). Juan el Bautista predica en el desierto, anunciando la llegada del Mesías y del Reino
de los cielos y pidiendo la conversión para poder recibir a ese Mesías que viene a instaurar su
Reino.
La Iglesia, en tiempo de Adviento, cumple la misma misión profética del Bautista:
anunciar que el Mesías está por venir, que está por llegar con su Reino celestial, y que para
recibir al Mesías y al Reino, las almas deben convertirse y producir “frutos de conversin”.
Hay un paralelismo entre la predicación del Bautista en el desierto, en la finalización de
los tiempos antiguos, del Antiguo Testamento, y la predicación de la Iglesia en el mundo
moderno, en los Últimos Tiempos, los tiempos que señalan la Venida definitiva del Salvador.
El Bautista predica en el desierto, es decir, en un lugar en el que no hay gente, o hay muy
poca, y por lo tanto casi nadie lo escucha; la Iglesia predica en el mundo ateo actual, que por su
ateísmo es como un desierto, porque nadie o casi nadie escucha a la voz de la Iglesia; el
Bautista anuncia la llegada del Mesías y su Reino, que no es de este mundo, en Palestina,
revestido de una naturaleza humana; la Iglesia anuncia la llegada del Mesías y su Reino, que no
es de este mundo, en el Portal de Belén, vestido de Niño; el Bautista anuncia la llegada del
Mesías vestido de piel de camello, viviendo en el desierto, lugar de máxima penitencia, y
alimentándose de langostas y miel silvestre, e invitando a la penitencia y al cambio de corazón
para recibir al Mesías que viene; la Iglesia anuncia la llegada del Mesías vestida de morado, en
tiempo penitencial, invitando a sus hijos a la penitencia y al cambio de corazón para recibir al
Nio Mesías que viene a nacer en Belén; el Bautista pide “frutos de conversin”, es decir, que la
conversión de aquel que escucha que el Mesías está por venir, no se quede solo en la escucha
de su llegada, sino que se convierta en obras del Reino, en obras que sean un reflejo de ese
Reino, y si el Reino del Mesías que viene es un Reino de caridad, de misericordia, de justicia, de
amor y de paz, eso mismo deben reflejar las obras; la Iglesia también pide que la conversión no
sea solo un mero escuchar misa y festejar la Navidad haciendo regalos, para que después todo
quede igual que antes, como si no se fuera cristiano: los frutos de conversión del cristiano son
muy exigentes, porque tienen que reflejar no ya al Reino del Mesías, sino al corazón mismo del
Mesías, y el corazón del Mesías es misericordioso hasta el extremo de perdonar a sus enemigos
que le dan muerte en la cruz, y así tiene que ser el cristiano, perdonando a sus enemigos, aún si
estos le dieran muerte; el corazón del Mesías es bondadoso y compasivo con los que sufren,
asistiendo y curando a enfermos y atribulados, y así tiene que ser el cristiano, dando alivio a los
que sufren; el Mesías, con la multiplicación de los panes, sacia a las multitudes, y así el cristiano
que tiene posibilidades debe, imitando a Jesucristo, dar de sus bienes materiales, aún de lo que
le hace falta, para asistir a los más necesitados; Juan el Bautista llama “raza de víboras”, con un
calificativo muy duro, a todos aquellos que, escudándose en su fe –curiosamente, llama así a los
que pasan por ser religiosos, los fariseos y los saduceos, los que son hijos de Abraham y creen
en la verdadera religión del Antiguo Testamento, la religión del Dios Uno y Único-, usan a esta fe
justamente para hacer lo contrario de lo que deben hacer, es decir, ser compasivos y
misericordiosos; la Iglesia llama “hijos de la condenacin” a aquellos cristianos –sean laicos,
sacerdotes o religiosos, es decir, a aquellos que tienen fe- que pensando que por ser católicos,
están excusados de vivir la misericordia y la caridad fraterna; “Convertíos (…) porque el hacha
está a la raíz”, dice el Bautista, anunciando el castigo esperado para quienes no den fruto: el
hacha cortará de raíz a la higuera estéril que no de frutos de conversión, es decir, a aquellos
que no esperen al Mesías y persistan en su iniquidad; “Convertíos, porque el hacha está a la
raíz”, nos advierte la Iglesia, en el mismo sentido del Redentor en el Día del Juicio Final: el
árbol, o el cristiano, que no dé frutos abundantes de misericordia para con el prójimo, será
arrojado al fuego eterno; “Convertíos y obrad la caridad y la compasin, la bondad y la verdad,
porque, tal como lo dice el Apocalipsis: „No entrarán en el Reino de los cielos los, los idólatras,
los hechiceros, los que aman y obran mentira‟” 1 , es decir, los que no convierten su corazón y lo
transforman en el Corazón del Redentor.
“Convertíos y producid frutos de conversin, porque el Reino de los cielos está cerca”,
dice Juan el Bautista a quienes lo escuchan, predicando en el desierto; la Iglesia dice:
“Convertíos y producid frutos de conversin, de misericordia, porque el Mesías está por nacer en
Belén, del seno de una Virgen, por el poder del Espíritu, y el Niño Dios que nacerá traerá su
Reino, un Reino invisible de paz, de misericordia y de amor, que será para aquellos que obren la
misericordia. Convertíos, porque el hacha está a la raíz, y todo árbol que no de fruto será
cortado y arrojado al fuego que no se apaga. Convertíos, obrad la misericordia y la caridad,
alejad todo engaño y todo enojo, para recibir al Rey que viene en Belén con un corazón pacífico
y bondadoso, de lo contrario, ese Rey no entrará en vosotros. Convertíos, es decir, transformad
vuestros corazones en una copia del corazón del Salvador, y el comienzo de la conversión y de
la transformación del corazón está en la unión con el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que
viene a su Iglesia desde el Nuevo Portal de Belén, el altar, la santa misa”.
Padre Álvaro Sánchez Rueda
1 Cfr. Ap 22, 15.