“Para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos, y Yo también esté en ellos.”
Jn 17, 20-26
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“QUE TAMBIÉN ELLOS ESTÉN UNIDOS A NOSOTROS; DE ESTE MODO, EL MUNDO
PODRÁ CREER QUE TÚ ME HAS ENVIADO” (Jn 17,21)
La «prueba» de que Jesús no es un charlatán, ni uno de tantos profetas, sino el enviado de
Dios, está confiada a la fraternidad entre los discípulos. La fraternidad es el signo por
excelencia del origen divino del cristianismo: eso es lo que dicen las palabras del Señor.
Construir fraternidad es la apologética más segura y autorizada.
Las palabras del Señor son claras, y vinculan la credibilidad del cristianismo a su capacidad de
promover la fraternidad. Esa capacidad se manifiesta allí donde los hombres y mujeres ponen
su empeño en vivir como hermanos y hermanas, allí donde se tiene como sumo ideal aceptarse
como cada uno es para tender a la unidad, allí donde no se busca sobresalir, imponer, rivalizar,
emerger, sino ayudarse, comprenderse, apoyarse; allí donde la benevolencia constituye un
programa prioritario; allí donde se ponen las bases para una recuperación de la credibilidad del
cristianismo.
Estas palabras han sido y son olvidadas con mucha frecuencia. Eso ha tenido como
consecuencia que en la vida espiritual, en la misión, en la pastoral, se han cultivado otros
ideales. Otra consecuencia ha sido el escaso carácter incisivo de esos programas, a los que el
Señor no ha garantizado el valor de «signo probatorio» de su origen divino ni del origen divino
de su mensaje.
ORACION
¡Qué ciego estoy, Señor! Tus palabras pasan por encima de mí como si fueran piedras, sin
dejar un signo permanente. La razón de ello es que me he comprometido en mil cosas, y he
olvidado lo que tú consideras prioritario para promover tu reino. He intentado hacer mucho,
pero me he olvidado de sumergirme en la fraternidad, que es lo que tú, sin embargo,
consideras como tu signo.
He de reconocerlo, Señor: con frecuencia tu mensaje no emerge, y no lo hace porque no brotan
comunidades fraternas perfectamente realizadas. Señor, abre mis ojos para comprender el
misterio de la fraternidad, la fuerza misionera de la comunión, capaz de vencer los recelos y las
resistencias. Ayúdame a creer en el milagro de la fraternidad como punto de partida para toda
misión. Ayuda a los cristianos a redescubrir el alcance revolucionario de estas palabras tuyas,
para que se comprometan en este proyecto, que es, con toda seguridad, el tuyo. Otros
proyectos son, probablemente, demasiado humanos.