“A L PREPARAR EL ALMA PARA RECIBIR AL D IOS N IÑO QUE VIENE REVESTIDO DE P AN EUCARÍSTICO
CADA CATÓLICO , ILUMINADO POR LA LUZ DE LA E STRELLA DE B ELÉN DEBE DECIR : ¡E RES T Ú !
¡M ARANATHÁ ! ¡V EN , S EÑOR J ESÚS !”
(Domingo III – TA – Ciclo A – 2008)
“Eres tú el que ha de venir?” (cfr. Mt 11, 2-11). Juan el Bautista manda a preguntar a
Jesús si es Él el Mesías que ha de venir, no porque no sepa que sí lo es –ya que él mismo dice
que es más grande que él y que bautizará con el Espíritu Santo-, sino para obtener de Jesús una
respuesta para todos: Jesús es el Mesías esperado, con Él se inaugura la era mesiánica, la
nueva era para la humanidad.
Esta nueva era mesiánica que comienza con Jesús es lo que quiere expresar el profeta
Isaías: “¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca
como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo!” 1 . La llegada del Mesías
representa para la tierra la alegría y el florecer de lo que está mustio y desierto, porque se
inaugura una nueva vida para la humanidad, y es esto lo que viene a traer Jesús.
La era mesiánica anunciada por los profetas está caracterizada por las obras del Mesías –
curaciones, sanaciones, milagros, prodigios-, pero ante todo por algo que Jesús mismo remarca:
el anuncio de la Buena Noticia. Se ve claramente de esto que los milagros de curaciones no son
la Buena Noticia en sí, porque son dos cosas separadas: la Buena Noticia es la llegada del
Mesías, que no sólo liberará del pecado, sino que concederá la filiación divina, que hará que los
hombres sean hijos adoptivos de Dios. En el don de la filiación divina, luego de remitidos los
pecados, por el sacrificio del Cordero en la cruz, es en lo que consiste propiamente la era
mesiánica, el nuevo estado de vida para la humanidad entera.
Cuando le preguntan si es Él el que ha de venir, Jesús responde indirectamente que sí,
porque es Él quien llevará a cumplimiento el nuevo estado de la humanidad, el estado de ser
hija adoptiva de Dios; Él cumplirá la era mesiánica al encarnarse en Belén y donar su Espíritu en
la cruz.
Pero luego de que los enviados de Juan el Bautista se van, Jesús les pregunta
retóricamente a los que quedan si qué es lo que fueron a ver: si a un hombre vestido con ropas
refinadas, o a un predicador en el desierto, y Él mismo contesta la pregunta retórica: fueron a
ver a un predicador en el desierto, que es el más grande nacido de mujer, porque es el que
anuncia la llegada de Dios a la tierra; fueron a ver no sólo a un asceta del desierto ni a un
hombre penitente: fueron a ver al más grande de todos los hombres de la tierra, Juan el
Bautista, el hombre que anuncia la llegada del Hijo eterno del Padre al mundo y a la historia de
los hombres, para introducir al mundo y a los hombres, con su historia, en la eternidad divina;
fueron a ver no a un profeta más, vestido de forma austera, sino a aquél que anunciaba el
cumplimiento de todas las profecías mesiánicas.
Cuando Jesús les dice: “¿Qué fueron a ver en el desierto?”, es porque quiere hacerles ver
que en Juan el Bautista hay algo más profundo y misterioso de lo que aparece, y es el misterio
pascual del Hombre-Dios, que comienza a manifestarse. En realidad, les quiere decir: “Qué
fueron a ver en el desierto? ¿A un hombre, penitente y austero, pero nada más? No, fueron a
ver a Juan el Bautista, aquel que anuncia que el misterio del Hombre-Dios comenzaría a
manifestarse públicamente entre los hombres”.
En el tiempo de Adviento, la Iglesia nos dice, parafraseando a Jesús: “Qué es lo que van
a ver en Navidad?”, y lo hace para hacernos ver que en el misterio de la espera del Nacimiento
en Belén y en el misterio de la Navidad, hay algo más profundo y misterioso que lo que se ve a
simple vista.
La Iglesia nos dice: “Qué es lo que van a ver en Navidad? ¿Una ocasión para comer y
beber de modo especial, reunidos en familia, con amigos, en grupo? ¿O la fiesta del nacimiento
virginal del Hijo eterno del Padre, celebrada con el banquete eucarístico, comiendo la carne del
Cordero, comiendo el Pan de vida eterna, bebiendo el Vino de la Alianza Nueva y eterna,
reunidos en asamblea de hermanos, en la Iglesia santa, en la verdadera fiesta de Nochebuena,
la santa misa?”
1 Cfr. Is 35, 1-6.
“Qué es lo que van a ver en el pesebre? La recreacin cultural de un nacimiento típico
de Palestina, de hace XX siglos, relatada en el libro sagrado de los cristianos? ¿O la recreación
del misterio inaudito e inconcebible, la Presencia de Dios Hijo revestido de Niño?
¿Qué es lo que van a ver en Navidad? ¿Qué es lo que esperan de la Navidad? ¿Celebrar
una fiesta más entre otras, diferenciada solamente porque se arma un pesebre y se cantan
cánticos navideños? ¿O la celebración de la llegada a este mundo de tinieblas del esplendor del
Padre, el Hijo eterno, Jesucristo?
¿Qué es lo que esperan en Navidad? ¿Una fiesta en la que se hacen regalos y se reúnen
en familia a festejar y a brindar? ¿Qué es lo que viven en Navidad? ¿Una especie de ocasión
especial para reunirse en familia, celebrar hasta tarde, reconciliarse con enemigos, ver a viejos
amigos, con motivo del espíritu navideño? ¿O el tiempo de la conversión, de la vuelta del alma a
Dios por la gracia y los sacramentos, la penitencia y la misericordia, y por esta vuelta, la
reconciliación verdadera con el prójimo, empezando por aquél que es nuestro enemigo?
¿En qué habéis convertido la Navidad? –nos dice la Iglesia a los cristianos, tanto a
sacerdotes como a laicos-: ¿En una fiesta neo-pagana, en la que al festejar por festejar se
ridiculiza al Niño Dios y a su Madre, no ya por los ateos, sino por los cristianos mismos?
¿Qué vivís en la Navidad?, nos pregunta la Iglesia: ¿La alegría de una fiesta mundana y
neo-pagana, ocasionada por quién sabe qué cosa –los regalos, más o menos costosos, la
comida, la bebida, el reencuentro con seres queridos-, o por el contrario, vivís la alegría
sobrenatural, la alegría que nace de contemplar en el Niño al Hijo eterno del Padre?
¿Qué vivís en la Navidad? ¿La alegría del mundo, o la alegría sobrenatural, que es la
alegría anunciada por el profeta Isaías: “(…) los rescatados por el Señor (…) entrarán en Sión –
la Nueva Sión, la Iglesia Católica- con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los
acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán?” 2 . ¿Es ésta la alegría de
la Navidad de los cristianos? ¿O es la alegría del mundo?
¿Qué es lo que ven en el Niño Dios los cristianos?, se pregunta la Iglesia: ¿Una piadosa
costumbre cristiana y nada más? ¿O ven lo que es realmente, el Dios luz, la gloria del Padre,
que viene a nuestro mundo revestido de carne, revestido de Niño?
“Eres tú el que ha de venir?”, le preguntan los discípulos del Bautista a Jesús. Frente al
Mesías que viene revestido de Niño humano, que va a nacer de una Virgen Madre en el Portal de
Belén, muchos cristianos, muchos católicos, se formulan esta pregunta no para recibir la
respuesta de Jesús, sino porque dudan acerca de la divinidad de este Niño. “Eres tú el que ha
de venir?”, dicen muchos cristianos al contemplar al Nio, sin tener en cuenta las palabras de
Isaías, refiriéndose precisamente al Nio de Belén: “Ahí –en ese Niño- está vuestro Dios”.
Al preparar el Pesebre, al prepararnos para recibir al Hijo de Dios que viene revestido de
Niño, cada católico debe preguntar a este Nio Dios: “Eres tú el que ha de venir?”, esperando
la respuesta de la fe, la respuesta de la Iglesia, que ve en ese Nio al Dios de los cristianos: “Ahí
está vuestro Dios”.
Al preparar el alma para recibir al Dios Niño que viene revestido de Pan eucarístico, al
preparar el corazón para recibir al Hijo de Dios que nació en Belén y que ahora quiere recostarse
en ese pesebre vivo que es cada corazón humano, cada católico, iluminado por la luz de la
Estrella de Belén, iluminado por la luz de la Estrella del Alba, María, iluminado por la luz del
Espíritu Santo, debe decir, en el alegre estupor de aquel que contempla lo que no se puede
concebir: “Eres Tú, Dios Altísimo, Dios Hijo encarnado, vestido de Nio! Eres Tú! Maranathá!
¡Ven, Señor Jesús! 3
Padre Álvaro Sánchez Rueda
2 Cfr. Is , ibidem.
3 Cfr. Ap 22, 20.