Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
Jn 21, 15-19
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
¿ME AMAS MÁS QUE ÉSTOS?
El evangelio del «discípulo amado» recupera, por así decirlo, el papel de Pedro en clave de
amor. Sólo quien ama puede apacentar el rebaño recogido por el Amor. Sólo quien responde al
amor de Cristo puede estar en condiciones de ser puesto al frente de su rebaño, porque debe
ser testigo del amor.
La página que nos ocupa es de una enorme densidad y está empapada por el tema central de
todo el evangelio de Juan: el amor. Por amor ha entregado el Padre al Hijo, por amor ha
entregado el Hijo su vida, por amor ha reunido Cristo a los suyos; el amor es la ley de los
discípulos, el amor debe mover a Pedro, y para dar testimonio de este amor ha escrito el
discípulo amado su evangelio. Toda la historia divina y humana está movida por el amor, que
nace del corazón de Dios, se revela en el Hijo, es atestiguado por los discípulos y se pide a
quien «preside en el amor». Los acontecimientos humanos se iluminan y resuelven con esta
pregunta: «¿Me amas?» y con esta respuesta: «Sí, te amo».
La historia de la Iglesia está basada en la pregunta que dirige Cristo a todos sus discípulos:
«¿Me amas?», y en la respuesta: «Sí, te amo». Que el Espíritu, que es el Amor increado, nos
permita entrar en este diálogo iluminador y beatificante.
ORACION
No sé qué decirte, Señor, frente a este diálogo. En él se encuentra, simplemente, todo. Está
toda la vida, todo su misterio, toda su luz, todo su sabor, todo su significado. Todas las demás
cuestiones se convierten en simples ocasiones para expresarte mi «sí». ¿Y cómo podría ser de
otro modo? Tú me has creado para decirme que me amas y para pedirme que te ame. Me lo
pides como un mendigo, enviándome a tu Hijo como siervo, para que no te ame por miedo o
estupor frente a tu grandeza, sino para tocar las fibras secretas de mi corazón, para herirme
con tu benevolencia, para conquistarme con la belleza de tu rostro desfigurado en la cruz.
Aunque como Pedro -pero más que él- siento a veces más de un titubeo para decirte que te
amo (porque soy un pecador que persevera en su pecado), a pesar de todo, ahora, en este
momento, ¿cómo puedo dejar de decirte que te amo? ¿Cómo puedo dejar de decirte que
quisiera amarte toda la vida? ¿Cómo puedo no decirte que quiero amar todas las cosas y a
todas las personas en ti? ¿Cómo no decirte que prefiero perder todas las cosas con tal de no
perderte a ti? Oh, mi amadísimo Señor, haz que lo que te estoy diciendo no sea fuego de paja,
sino una llama que no se extinga nunca.