J ESÚS BAUTIZA CON FUEGO EN LA COMUNIÓN , PARA QUE EL ALMA SE ENCIENDA EN EL AMOR DE D IOS
(Domingo II – TO – Ciclo A – )
“Bautiza en el Espíritu Santo” (cfr. Jn 1, 29-34). Mientras Juan está bautizando con agua,
ve acercarse a Jesús y lo identifica con de una manera que hacen prever que Jesús no es
simplemente “el hijo de José el carpintero”, sino alguien más: dice que es “el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo” y que “existía antes que él”, dos indicios acerca de la divinidad
de Jesús, porque solo la sangre del Verdadero Cordero puede quitar los pecados –y no los
corderos sacrificados en el templo, que eran figura de este Cordero que había de venir- y porque
esa preexistencia de la que habla Juan –existe antes que yo- significa la preexistencia en el seno
eterno de Dios Padre, y quien es desde la eternidad en el seno de Dios Padre es solo Dios Hijo.
Cuando Juan entonces dice que Jesús es el Cordero de Dios y que preexiste antes que él, está
dando indicios acerca de la divinidad de Jesús, está diciendo que Jesús es el Hombre-Dios, aún
cuando todos vean solo a “Jesús el hijo del carpintero”.
Pero hay otro indicio más acerca de la divinidad en la descripción de Jesús de parte de
Juan. Hay algo más que Juan dice acerca de Jesús y que hace suponer que Jesús es Dios: al
hacer una comparación entre su bautismo y el de Jesús, dice que Jesús bautizará “en el
Espíritu”.
¿A qué se refiere Juan cuando dice que Jesús va a “bautizar en el Espíritu”? ¿De qué
manera puede alguien bautizar en el Espíritu? Y si alguien bautiza en el Espíritu, ¿significa eso
que es algo más que un ser humano?
Ante todo, “bautizar” (que viene del verbo griego baptein ), significa sumergir, lavar, es
decir, el bautismo es una inmersión o una ablución 1 en agua, que es en lo que se su merge el
que se bautiza, y es lo que lava, lo que quita lo que está manchado –esta es la razón de porqué
los primeros cristianos se bautizaban por medio de la inmersión en el agua-.
Si bautizar significa sumergir para lavar, para purificar lo que está manchado por medio
del agua, el significado del bautismo entonces está dado por el material con el que se bautiza,
que es el agua: el agua tiene la propiedad física de lavar, de separar lo que está manchado y
por lo tanto purifica. Pero también tiene la propiedad de dar vida, ya que todo ser viviente
creado en el universo visible necesita del agua para vivir. En el bautismo con agua de Juan, el
agua obra simbólicamente estas dos acciones: purificar, lavar, y dar vida. Juan bautiza con
agua, es decir, el bautismo de Juan purifica y da vida por medio del agua y realiza plenamente
lo que significa el bautismo.
Sin embargo, el mismo Juan el Bautista dice que Jesús bautizará no con agua, como él,
sino con el “Espíritu Santo”, con lo cual pareciera que al bautismo de Jesús le falta lo que tiene
el bautismo de Juan, porque el Espíritu no es agua, y por lo tanto, al no ser agua, pareciera no
cumplir las funciones del agua, de purificar y de lavar y tampoco de dar vida.
Pero es el mismo Juan el Bautista quien no solo da un indicio acerca de la divinidad de
Jesús, sino acerca del bautismo de Jesús, y de lo que dice Juan, se sigue que el bautismo del
Espíritu Santo obrará la misma acción del agua, pero en un grado cualitativamente superior,
sobrenatural.
El Espíritu –que es el amor mutuo entre el Padre y el Hijo- es descripto como “fuego” –el
mismo Juan Bautista dirá que Jesús bautiza “en Espíritu y en fuego” (cfr. Mt 3, 11)-, es decir, el
Espíritu, con el cual Jesús ha de bautizar, es fuego, y el fuego, al igual que el agua, purifica y
también da vida, y de esta manera el bautismo de Jesús tiene todo lo que debe tener el
bautismo: purificación y don de la vida, con la diferencia añadida de que concede la purificación
y la vida en un grado inconmensurablemente mayor al bautismo de Juan.
El bautismo de Jesús, si bien es en el Espíritu Santo, también purifica y da vida, como el
agua, porque el Espíritu Santo es fuego de Amor divino: el Espíritu que procede del Padre y del
Hijo se manifiesta en Pentecostés sobre la Iglesia como llamas de fuego (cfr. Hch 2, 3), y este
mismo Espíritu de Dios se manifiesta también como fuego que arde, en el corazón de los
discípulos de Emaús que hablan con Cristo resucitado.
1 Cfr. X. L EÓN -D UFOUR , Vocabulario de Teología Bíblica , Biblioteca Herder, Barcelona 1993, voz “Bautismo”, 117ss.
El Espíritu de Dios, el Espíritu Santo con el cual Jesús va a bautizar, es fuego, y el fuego,
al igual que el agua, purifica –el oro, por ejemplo, es purificado de sus impurezas por el fuego
incandescente- y el fuego, al igual que el agua, también da vida: así como todo ser viviente
necesita del agua para vivir, así todo ser viviente necesita del fuego del sol, que da vida a los
seres vivientes: un mundo sin sol, es un mundo muerto, sin vida.
El Espíritu Santo, entonces, como el agua del bautismo de Juan, purifica y da vida, pero
de una manera radicalmente distinta e infinitamente más sublime y misteriosa que en el
bautismo de Juan: el Espíritu de Dios no es solo fuego que purifica, sino que comunica de la
pureza del ser divino, y no da vida natural, como el sol, sino que da la vida divina, la vida
misma de Dios.
En el bautismo del Espíritu Santo que realizará Jesús, el alma recibe el fuego del Amor de
Dios, y este fuego que es el Espíritu, la purifica, quitándole todo tipo de mancha –el pecado
original, en el bautismo sacramental- y da nueva vida, donándole de su propia vida divina, la
vida del Espíritu. Ya no se trata de una purificación natural y de una vida natural, como el agua,
sino de una purificación y de una vida sobrenaturales, divinas: en el bautismo del Espíritu
Santo, Jesús comunica de su propia pureza y de su propia vida divina.
¿Puede Jesús bautizar con el Espíritu Santo? Sí, porque el Espíritu Santo procede de Él y
del Padre; es el amor mutuo entre el Padre y el Hijo, y Jesús, como Dios y como Hombre, como
Hombre-Dios, espira, junto a su Padre, el Espíritu, como de su fuente, y por lo tanto, Jesús dona
el Espíritu no con un poder delegado, sino con su mismo poder divino, que es el mismo del de
su Padre, Dios, y este don del Espíritu lo hace, junto a su Padre, en el bautismo sacramental, y
lo renueva en cada comunión eucarística.
“Jesús bautiza con Espíritu Santo y fuego”, dice Juan el Bautista a orillas del Jordán. El
fuego del Amor divino, el Espíritu de Dios, que descendió sobre la Iglesia naciente en
Pentecostés; el mismo fuego que ardía en los corazones de los discípulos de Emaús mientras
hablaban con Jesús resucitado, es el mismo fuego de Amor divino que Jesús dona al alma en
cada comunión eucarística, en medio de su Iglesia.
Jesús renueva el don del Espíritu Santo, renueva el bautismo con fuego divino en la
comunión sacramental, para que el alma se encienda en el amor de Dios y del prójimo.
Padre Álvaro Sánchez Rueda