S ÓLO LA LUZ QUE SE DESPRENDE DEL SACRAMENTO MÁS GRANDE DE LA I GLESIA , LA
E UCARISTÍA , LIBRARÁ AL MUNDO DEL DESTINO DE OSCURIDAD , DEL ABISMO SIN FIN HACIA
EL CUAL VOLUNTARIAMENTE SE DIRIGE
(Domingo III – TO – Ciclo A – )
“Sobre el pueblo que habitaba en las tinieblas se levantó una gran luz” (cfr. Mt
4, 12-23). La profecía de Isaías, citada por el evangelista Mateo como signo de su
cumplimiento en el andar de Jesús, no es retórica poética, sino realidad espiritual: las
tinieblas son tinieblas espirituales, y la luz es la luz divina, que viene a este mundo en
la Persona divina de Jesucristo.
Las tinieblas en las que se encuentran envueltas estas regiones de Galilea –
Zabulón y Neftalí- no están por otra parte circunscriptas sólo a estas regiones: en su
mención está comprendido todo el mundo y todo el tiempo y toda la historia humana,
ya que se trata de tinieblas espirituales, pero no las tinieblas de la ignorancia, como
metafóricamente podría decirse de algún lugar o de alguien que no ve algún tipo de
solución, sino que se trata de las tinieblas del infierno, que cubren toda la tierra y
obscurecen no el aire sino las almas, sus pensamientos y sus corazones.
Es característico de las tinieblas el dificultar o impedir la visión y por lo tanto la
confusión le está íntimamente asociada, y la primera confusión y la primera ceguera a
la que conducen estas tinieblas subidas del infierno, es la incapacidad de reconocer en
el otro, no ya a Cristo presente en el prójimo, sino a alguien que comparte una misma
humanidad, y que por lo mismo merece, como mínimo, un trato humano, respetuoso,
de igual a igual.
Las tinieblas cubren la tierra y las mentes y los corazones humanos, hoy tal vez
con más densidad que nunca en la historia humana, y no solo cubren sino que obran
en este mundo: son manifestaciones clarísimas de las tinieblas del infierno –es algo
que va más allá que simples pasiones humanas- el odio y la violencia sobrehumanos
dirigidos contra la vida humana desde sus inicios hasta su fin, con todos los métodos
posibles: aborto, eutanasia, eugenesia; son manifestaciones de las tinieblas la
esclavitud moderna, disfrazada de neo-liberalismo, para el que cuenta la producción,
la eficiencia y la ganancia antes que la persona humana, que es tratada como un
número estadístico; son manifestaciones de las tinieblas las guerras étnicas de
exterminio y los genocidios, en los que se mata al otro por odio racial o étnico, odio
alimentado y producido por sistemas ideológicos no solo anticristianos sino inhumanos
–valgan solo como ejemplos, el sionismo de un lado, que impone sufrimientos
inhumanos a la población palestina y, por el otro, el extremismo islámico, cuyo
predicamento básico, sin lo cual no se puede hablar, es la desaparición y aniquilación
física de todo Israel-; son ejemplos de tinieblas la difusión de la idea de que la
adicción a las drogas con las cuales se destruyen las vidas de niños y jóvenes es parte
de un derecho humano; son ejemplos de tinieblas la proliferación de sectas que
provienen de la oscuridad y difunden la oscuridad, como la magia, el espiritismo, el
ocultismo, en una cantidad nunca antes vista en la historia de la humanidad. Desde
siempre se practicó la magia y el satanismo, pero nunca como en los niveles actuales,
y estos niveles se explican porque la Conspiración de Acuario está preparando el
prometido arribo de la nueva era luciferina para la humanidad, arribo que debe
coincidir con la desaparición del catolicismo y de la Iglesia Católica.
Pero las tinieblas son vencidas por la luz, que no es la luz natural ni la luz de la
razón humana: si las tinieblas son espirituales, también la luz que se levanta sobre las
tinieblas es una luz espiritual, absolutamente especial y sobrenatural, de origen
divino.
La luz que se levanta sobre las tinieblas no es la luz natural, con la cual
podemos percibir la realidad creatural del mundo que nos rodea; tampoco se trata de
la luz de la razón, con la cual podemos conocer, además del aspecto exterior de las
cosas, sus propiedades físicas, como el color, el sabor, el gusto, la substancia, la
armonía que hay en ellas; no es la luz de la razón, con la cual podemos conocer los
aspectos espirituales que nos inhieren a nosotros mismos, como nuestra alma
inmortal, la verdad, la justicia, el amor a Dios 1 .
Con esta luz de la razón natur al veríamos solamente el mundo espiritual que
está al alcance de la razón natural, y de ninguna manera podríamos ni vencer a las
tinieblas, ni ver la verdad y la bondad de Dios en sí mismo; la luz de Dios, que habita
en una luz inaccesible, permanece aleja da para la luz de nuestra razón natural 2 . Con
la luz de la razón natural no puede el hombre vencer las tinieblas del infierno, ni
arribar a la luz de Dios.
La luz que se levanta sobre las tinieblas , que vence a las tinieblas, no es
entonces ni la luz del s ol, ni la luz del intelecto humano: es la luz de Dios, es Dios,
que es Luz, que viene hacia nosotros en su Hijo Jesucristo, Dios de Dios y Luz de Luz.
Él mismo nos introduce en su misma luz, comunicándonos de su luz, tal como canta el
salmo: “En tu luz vemos la luz”.
Sólo en la luz que nos dona Cristo, podemos ver la luz de Dios, y solo la luz de
Dios, luz divina y sobrenatural, es capaz de derrotar a las tinieblas del infierno que
cubren toda la tierra y la historia humana.
La luz de Dios que ilumina a los ojos de los justos, que es la luz de la gracia,
convierte a los ojos de los justos en los ojos del águila, que desde las alturas, y
elevándose cada vez más, es capaz de mirar al sol de frente, sin ser enceguecida; la
luz de la razón natural, sin la luz de la gracia divina, convierte a la razón humana en
algo similar a los ojos del murciélago, adaptados solo para la oscuridad 3 . La luz de la
gracia nos hace ver la luz de Dios, y por la luz de la gracia no solo podemos reconocer
las manifestaciones de las t inieblas espirituales, sino que, algo infinitamente más
grande que eso, podemos conocer los misterios absolutamente sobrenaturales que
emanan de Cristo y de su Iglesia.
“Sobre el pueblo que habitaba en las tinieblas se levantó una gran luz”. Sobre la
humanidad, sobre la cual se ciernen las tinieblas del infierno, se levanta una gran luz,
el Hombre-Dios Jesucristo, Luz eterna que proviene de la luz eterna que es Dios
Padre, que viene a este mundo por el Portal de la eternidad, María, y continúa
viniendo, en el signo de los tiempos, por el Nuevo Portal de la eternidad, el altar
eucarístico de la Iglesia Católica.
Si las tinieblas son muy densas vencen a la luz, como sucede en una noche
cerrada, en donde no hay luz de luna, en la que la luz artificial de una candela es
insuficiente para iluminar; cuando la luz es débil o inexistente, no alumbra, y decimos
por lo mismo que es vencida por las tinieblas, como ocurre con la luz de la razón
natural cuando se enfrenta a las tinieblas espiriuales; pero si la luz es resplandeciente
con el resplandor y el fulgor de la divinidad, entonces las tinieblas retroceden y son
vencidas para siempre: así es como el infierno, hecho de densas tinieblas espirituales,
es derrotado por el Dios luz, Jesucristo, y el Dios luz triunfa sobre las tinieblas desde
la cruz.
La cruz derrama sobre el mundo un haz de luz potente, sobrenatural: la luz
misma de Dios, o más bien, a Dios mismo que es luz; desde la cruz, con su sangre
derramada, Jesucristo, Hombre-Dios, infunde y derrama sobre el mundo el Espíritu
Santo, fulgor de luz divina que vence para siempre a las tinieblas del infierno.
La luz sobrenatural que emana de Cristo Dios como de su fuente, la luz que
ilumina las mentes y los corazones de los hombres, es la gracia, derramada a través
de las heridas abiertas del Salvador en la cruz y comunicada por los sacramentos de
la Iglesia Católica. Si Cristo es Dios y Dios es luz, y si los sacramentos, como dice
1 Cfr. M ATTHIAS J OSEPH S CHEEBEN , Las maravillas de la gracia divina , Ediciones Desclée de Brower, Buenos Aires 3
1951, 19-20.
2 Cfr. Scheeben, ibidem , 19.
3 Cfr. Scheeben, ibidem , 20.
Santo Tomás, son la humanidad de Cristo esparcida por el tiempo y por el espacio,
entonces los sacramentos son luz.
Sobre las regiones que habitan en tinieblas de muerte, sobre la humanidad que
vive hoy en las tinieblas más oscuras que jamás haya conocido desde que comenzó la
historia humana, se eleva la luz de los sacramentos de la Iglesia, y de entre todos los
sacramentos que son luz divina, sobresale la Fuente de la luz divina, la Lámpara que
ilumina la Jerusalén celestial, la Eucaristía, el Cordero Pascual, Jesucristo.
Así como las regiones de Palestina que habitaban en tinieblas vieron aparecer
sobre ellas la gran luz de Dios y vencieron a las tinieblas, al recibir de esta luz que es
Cristo la salvación, así sólo la luz que se desprende del sacramento más grande de la
Iglesia, la Eucaristía, librará al mundo del abismo de oscuridad, del abismo luciferino
hacia el cual voluntariamente se dirige.
Padre Álvaro Sánchez Rueda