FIESTA DE LA EPIFANÍA O DÍA DE LOS SANTOS REYES
“El que no ensea no vende” dice el refrán popular, y por eso los grandes
almacenes nos tienen acostumbrados a mostrarnos todos los productos que
expenden, de manera que si alguno queda oculto por muy buena marca que sea, se
quedará irremediablemente sin ser vendido.
Esto viene a cuento porque aunque Jesús no iba a vender nada, sí tuvo que
darse a conocer, para poder ofrecer lo que él traía de parte de su Padre Celestial, la
paz, el amor, la unidad entre todos los hombres. Y el darse a conocer, no fue obra
de la casualidad, todo estuvo perfectamente planeado. Los profetas se encargaron
de preparar los corazones, para disponer los ánimos, y dar señales inequívocas
para el momento en el que él se encontrara ya en el mundo. Esa fue la primera
etapa. La segunda la constituye el nacimiento mismo de Cristo. Jesús nace pobre,
sencillo, en la oscuridad de la noche, y aunque el Evangelio dice que los ángeles
intervinieron para darlo a conocer, la verdad es que solo unos pocos pastores se
enteraron de su nacimiento. Fueron los sencillos, los pobres, los desarrapados, los
primeros usufructuarios de la venida del Hijo de Dios. La tercera etapa fue la
llegada de los magos, de los reyes, de los santos reyes, cuya fiesta hoy
celebramos, y sobre lo que diremos algunas cosas.
Podemos hablar de la cuarta etapa, constituida por el encuentro con el
Bautista. Ese día, el día del bautismo, Cristo se manifiesta ante los discípulos de
Juan, como el enviado, pero además, en la nube misteriosa y en la presencia del
Espíritu Santo en forma de paloma, el Padre Celestial mismo nos introduce al
misterio del Dios hecho hombre: “Este es mi Hijo amado, escúchenlo”.
Y la quinta etapa de su “destape” la constituy para Cristo su asistencia a las
bodas de Caná, donde transforma el agua en vino, para contento de los novios, con
lo que sus discípulos y las gentes que le rodeaban, comenzaron a creer en él. Así
progresivamente, Cristo fue dándose a conocer a todos los hombres, como el
Salvador precisamente de todos.
Y volviendo a nuestro intento, hablar de la manifestación de Cristo a los
magos a los pocos días de nacido, constituyó para todos, una señal de que la
salvación que él traía no quedaría circunscrita al solo pueblo hebreo, sino que todos
tendríamos cabida y acogida en su corazón. Siendo esta fiesta, la fiesta de los
niños, no nos impide que los adultos sintamos el profundo significado que esto tuvo
en la historia de la humanidad. Cuando Cristo permite que los magos llegados de
oriente se postren ante él, la salvación rebasa para siempre las fronteras del pueblo
hebreo, y desde entonces ya no les pertenecerá totalmente, Desde entonces, Cristo
es patrimonio de la humanidad misma, y sólo en él encontraremos la salvación que
él vino a traernos. La narración de los magos es sumamente atrayente, y entre
líneas nos da grandes enseñanzas. Destaca en primer lugar la estrella. Ellos
cuidadosos de observar el infinito universo de las estrellas, no pueden quedarse
indiferentes ante una estrella misteriosa, que los invitaba a dejar lo conocido, para
lanzarse a una aventura que poco a poco los fue conduciendo hasta dejarlos frente
al autor mismo de la vida. Y luego, el desconocimiento de Herodes, el Rey cruel y
despiadado, con su oposición a aquel niño a quien consideró desde el primer
momento como su adversario, al que había que acabar de inmediato, para que no
se convirtiera en un peligro para su vida y su reino. Y finalmente los regalos, los
preciosos regalos de los magos. El oro, el incienso y la mirra. Esto dice mucho a los
niños, pero más a los adultos.
Ahora si volvemos a nuestra vida, ya no es una estrella misteriosa la que nos
guía a nosotros, sino el mismo Cristo que brilla en lo alto del universo, invitándonos
a seguirlo. Pero, ¿quién quiere lanzarse hoy tras el Cristo que solo ofrece una cruz y
pide un exagerado amor a los que quieren seguirle? ¿Quién se atreverá a tomar en
serio el mandamiento del Señor de dar la vida por los que amamos como él dio la
suya por todos nosotros?
Y luego, los magos, qué gran lección para nosotros. No van a buscar al recién
nacido a los palacios, a
Las ricas mansiones, se dirigen más bien al pesebre, al portal, al que nace
desprovisto de todo. Nosotros, hoy, si queremos la salvación, no la buscaremos
sino en los pobres, en los desarrapados, en los que sufren, en los marginados, en
esos inditos de la esquina, en los que no tienen seguro social, en los que para
sobrevivir tienen que pasar calvarios enormes de dolor, de sufrimiento y de
carencias. Es ahí donde Cristo quiere ser encontrado y atendido.
Y finalmente los regalos de los magos. ¿Seremos también capaces de
regalarle hoy a Cristo el ORO de nuestro tiempo, de nuestra capacidad, de nuestro
ingenio, para ponernos al servicio del Evangelio, de la parroquia, de la catequesis,
de la formación intelectual para poder ser mejores instrumentos de la salvación?
¿Seremos capaces de regalarle a Cristo nuestro INCIENSO; considerándolo
verdaderamente el Hijo de Dios, el Salvador, el que tiene en sus manos nuestra
vida y el perdón para nuestros pecados, o lo consideraremos simplemente como un
gran hombre que nos dejó páginas poéticas que inspiran a un proyecto
inalcanzable? ¿Le reconoceremos a Cristo su categoría de Hijo de Dios? Y
finalmente, lo que aparentemente no nos costaría mucho regalarle a Cristo sería
nuestra MIRRA, sabiendo que es una hierba amarga, símbolo de dolor, de
sufrimiento, de entrega. Esa sí que podríamos ponerla toda entera en manos de
Cristo, para que él siga sufriendo, no quisiéramos tenerla en las manos ni un
instante. Pero ahora es el tiempo de entregarnos nosotros mismos, de aceptar la
mirra de dolor, del sufrimiento, de la enfermedad incurable, de los dolores que van
dejando los años y a veces los desmanes de nuestra conducta o en nuestros
hábitos, las reumas, los achaques, el envejecimiento y finalmente la muerte. No
podemos rehusarlos, más bien, ofrecerlos, sí, nuestra mirra, pero para alcanzar de
Cristo la paz, el amor, la felicidad, ya ahora y después sin dolor y sin lágrimas en la
casa del Buen Padre Dios.
¿Estas dispuesto a seguir la estrella de la paz y seguir por derroteros de
dolor y sufrimiento para alcanzar la felicidad que Cristo ya nos ha conquistado?
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
alberami@prodigy.net.mx