“Y O S OY LA RESURRECCIÓN Y LA V IDA , Y DOY LA V IDA ETERNA , QUE LATE EN MI
C ORAZÓN E UCARÍSTICO , EN CADA COMUNIÓN
(Domingo V – TC – Ciclo A –)
“Yo Soy la resurrección y la Vida” (cfr. Jn 11, 1-45). Con estas
palabras, Jesús consuela anticipadamente a las doloridas hermanas de
Lázaro, Marta y María.
Debido a que Jesús resucita a Lázaro volviéndolo a la vida, podría
pensarse que la resurrección y la vida que promete es este volver a la vida
natural que poseemos. Es decir, luego de afirmar que Él es la resurrección
y la vida, Jesús resucita a Lázaro devolviéndole la vida natural humana que
tenía antes de morir, entonces podría pensarse que son estas la
resurrección y la vida que Él dice ser y que viene a traer.
Sin embargo, no es esta vida natural lo que Jesús viene a traer:
Jesús viene a donarnos otra vida, que no es esta vida humana nuestra, sino
su propia vida, su Vida de Hombre-Dios, que es la Vida misma de Dios
Trino, la Vida eterna.
Jesús viene a donarnos la Vida eterna, la Vida que surge del ser
divino, que es eterno, y nos comunica esa vida por el don del Espíritu Santo
infundido en el bautismo, y nos acrecienta esa vida eterna en cada
comunión sacramental, porque en cada comunión se nos dona Él en
Persona, que es la Vida eterna en sí misma.
Jesús se conmueve y llora frente a la muerte de su amigo Lázaro,
porque la muerte provoca estupor, perplejidad, asombro, porque quita de
en medio lo que antes estaba vivo y ahora está muerto.
Pero Jesús ha vencido a la muerte para siempre con su muerte en
cruz, y su muerte en cruz se ha convertido en fuente de vida eterna para la
humanidad destinada a la muerte, porque con su sangre que brota de su
Corazón traspasado, brota también el Espíritu Santo, proveniente del Padre
y del Hijo, que dona la filiación divina y toda la fuerza de la vida divina a
quien recibe la sangre de Jesús, sangre que contiene el Espíritu y que se
infunde misteriosamente en el bautismo.
“Yo Soy la resurrección y la Vida”, dice Jesús a las doloridas
hermanas Marta y María; “Yo Soy la resurrección y la Vida”, dice Jesús a
todo aquel que ha experimentado la muerte de un ser querido; “Yo Soy la
resurrección y la Vida”, nos dice Jesús a nosotros, que vivimos en esta
existencia terrena que finaliza en la muerte, dándonos la esperanza de vivir
con la vida de Dios Trino luego de la muerte terrena; “Yo Soy la
resurrección y la Vida, y doy la Vida eterna, que late en mi Corazón
Eucarístico, en cada comunión, para que vivan ya desde esta vida con mi
propia vida, la Vida eterna de Dios Uno y Trino”, nos dice Jesús desde la
Eucaristía, para que sepamos que, si bien estamos destinados por
naturaleza y por el pecado original a la muerte, por su misericordia,
estamos destinados a la Vida eterna, la vida divina, la que recibimos
anticipadamente, antes de morir, en cada comunión, para que cuando
muramos, resucitemos con Cristo para la Vida eterna.
Padre Álvaro Sánchez Rueda