Dios es amor
Apuntes de +Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia,
para la homilía de la Ssma. Trinidad (Jn 3,16-18), (19-06-2011 ).
I. “Dios compasivo y bondadoso”
1. La solemnidad de hoy, dedicada a la Santísima Trinidad,
nos lleva a asomarnos al misterio de Dios. ¿Grandioso?
¿Sublime? No hay palabra capaz de expresarlo. Cuando
Moisés, en el desierto, le preguntó a Dios por su nombre,
le respondió: “Yo soy el que soy” (Ex 3,14). Así se definió
frente a los dioses egipcios, de los cuales la Biblia dice
que “no son”: “Los ídolos son oro y plata, obra de las
manos de los hombres. Tienen boca, pero no hablan, tienen
ojos, pero no ven” (Sal 115,4-5).
2. Sin embargo, Dios no se contentó con ello. Quiso
definirse, sobre todo, con relación a los hombres que,
buscando la verdad y la felicidad, caemos en miles de
yerros y pecados. Y se definió como “un Dios compasivo y
bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y
fidelidad” (Ex 34,6). Así leemos hoy en la primera lectura.
¡Cuánto bien nos haría aprender a leer el Antiguo
Testamento, pues nos ayudaría a superar la imagen de un
Dios malo, todavía divulgada.
II. “El Dios del amor y de la paz”
3. La liturgia de hoy nos descubre el aspecto más
conmovedor de Dios. San Pablo nos lo presenta como el Dios
del amor y de la paz”. Y concluye su segunda carta a los
corintios augurándoles que “el amor de Dios” , junto con “la
gracia del Seor Jesucristo… y la comunin del Espíritu
Santo, permanezcan con todos ustedes” (2 Co 13,11.13). Al
llamarlo así, el apóstol no hace un simple razonamiento
sobre la esencia divina. Nos señala una realidad de la que
él ha hecho una experiencia muy profunda: “El amor de Dios
ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que se nos ha dado” (Rom 5,5). Según el apóstol, el
amor de Dios no es un acto circunstancial que pasa. Se ha
personificado en el Espíritu Santo. Y se ha manifestado en
Jesucristo: “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo
muri por nosotros cuando todavía éramos pecadores” (v. 8).
E insiste: “Tengo la certeza de que… ninguna criatura podrá
separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo
Jesús, nuestro Seor” (Rom 8,38-39). La contemplación del
Dios-Amor vuelve siempre en las cartas del apóstol: “Dios,
que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos
amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de
nuestros pecados, nos hizo revivir en Cristo” (Ef 2,4-5).
III. “Dios amó tanto al mundo…”
4. La revelación del Dios-Amor es como una ópera
maravillosa, que tiene un “crescendo” desde el Antiguo
Testamento, pasando por San Pablo y culminando en San Juan.
El evangelista pone en labios de Jesús la consideración más
consoladora sobre Dios: “Dios am tanto al mundo que
entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no
muera, sino que tenga Vida eterna” (Jn 3,16). No contento
con ello, Juan, en su primera carta, vuelve a insistir que
Dios, por medio de Jesucristo, nos manifiesta su amor a
nosotros que somos pecadores: “Así nos manifest su amor:
envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida
por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y
envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros
pecados” (1 Jn 4,9-10).
5. En su carta Juan se extasía ante el amor que Dios nos
tiene: “¡Miren cmo nos am el Padre! Quiso que nos
llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente” (1
Jn 3,1). Y de allí saca las consecuencias. Primero, en el
plano teológico, definiendo a Dios de manera atrevida:
“Dios es amor” . Y, consecuentemente, en el de la vida
cristiana: “Queridos míos, amémonos los unos a los otros
porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de
Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios,
porque Dios es amor” (1 Jn 4,7-8). Juan insiste sobre esta
definición de Dios: “Nosotros hemos conocido el amor que
Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que
permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en
él” (v. 16).
IV. “Si Dios nos amó tanto,
también nosotros debemos amarnos”
6. Por lo visto, la del Dios-Amor no es una consideración
circunstancial en el Nuevo Testamento. Hace a su esencia.
Pero, como suelo repetir, Dios no revela nada sólo para que
lo conozcamos. Sino para que creyendo de veras en su
palabra, la abracemos con fe viva y la pongamos en
práctica. Juan nos muestra el camino: “Queridos míos, si
Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los
unos a los otros” (1 Jn 4,12).
7. Se trata para los cristianos de tener un amor fundado en
el amor de Dios por el hombre pecador. Por tanto, no sólo
al amigo, sino al enemigo. Estamos llamados a
diferenciarnos, como creyentes y como ciudadanos, de los
que conocen sólo la ley del talión. Como enseña Jesús en el
Sermón del Monte: “Ustedes han oído que se dijo: Amarás a
tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo. Amen a
sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán
hijos del Padre que está en cielo” (Mt 5,43-45).