“No se puede servir a Dios y al Dinero”
Mt 6, 24-34
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
QUIEN ES SIERVO DE LAS RIQUEZAS QUEDA PRISIONERO DE ELLAS
“Una cosa es poseer riquezas y otra ser siervo de las mismas”, señala Juan
Crisóstomo. «Quien es siervo de las riquezas queda prisionero de ellas; quien se ha
sacudido el yugo de esta servidumbre las distribuye como hace un dueño»
(Jerónimo). El Señor quiere que nos abandonemos confiados a su providencia y «si
bien nos prohíbe pensar en el futuro» al precio del afán, «nos permite, ciertamente,
pensar en el presente», y «si nos promete los grandes bienes, no dejará de
asegurarnos los inferiores» (Jerónimo). Más aún, Jesús nos garantiza que estos
últimos nos serán dados por añadidura, con tal que dediquemos todas nuestras
fuerzas a la consecución del Reino. Por eso se nos ha dicho que lo busquemos ante
todo. El Reino, a continuación, es el mismo Cristo, a quien acogemos en la eucaristía,
en la que «se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia » (Presbyterorum ordinis,
5). «Desde el mismo momento en que se dice «Dios os dará lo demás», se distingue
entre lo que se da y lo que se añade. Nuestra aspiración debe dirigirse, en efecto,
hacia las realidades eternas, mientras que las temporales nos son dadas para
nuestras necesidades. Estas últimas nos son dadas, mientras que las primeras serán
añadidas de manera sobreabundante. Sin embargo, se da con frecuencia que los
hombres piden bienes temporales y no buscan los premios eternos. Piden muchas
cosas añadidas, pero no las buscan allí donde nos serán dadas» (Gregorio Magno).
Hago emerger los afanes y solicitudes que se agitan en mi ánimo . ¿Cuáles son sus
motivaciones (siempre pueden ser reducidas al orgullo)? ¿Cuáles resultan
devastadoras para mí y para los otros?
ORACION
Señor Jesucristo, concédeme no atesorar en la tierra recompensas terrenas, sino
hazme buscar en el cielo los merecidos premios. Y puesto que nadie puede servir a
dos amos, dado que ambos servicios se excluirían recíprocamente, libérame del
dominio y de la servidumbre del mundo, de la carne y del demonio, de suerte que
pueda dirigir la mirada a la contemplación de las cosas celestiales. Añade a mi
«estatura» natural un «codo» de gracia en la vida presente y de gloria en la futura.
Haz que atienda a los lirios del campo, los fieles de la Iglesia revestidos con el candor
de las virtudes, en vez de mirar a la maleza de los ricos del mundo que será echada
al horno de la Gehena. Concédeme buscar ante todo el Reino de Dios y su justicia,
de modo que, a través de una práctica virtuosa en el mundo presente, alcance el
Reino celestial. Amén (Landulfo de Sajonia).