Q UIEN ESTÉ AFLIGIDO Y AGOBIADO NO DUDE EN ACERCARSE A C RISTO CRUCIFICADO ,
AFLIGIDO Y AGOBIADO , PORQUE DE É L Y DE LA CRUZ , BROTAN UNA FUERZA MISTERIOSA
(Domingo XIV – TO – Ciclo A –)
“Venid a Mí los que estéis afligidos y agobiados” (cfr. Mt 11, 25-30). Jesús hace
una promesa que, en teoría, parece no poder cumplir: dice que vayan a Él, que
acudan a Él, todos los que están afligidos y agobiados, porque Él los va a aliviar.
Pero resulta que luego de pronunciada esta promesa, obviamente antes de la
Pasión, se encontrará Él mismo afligido y agobiado, desde el inicio de la Pasión, en el
Huerto de los Olivos, cuando sude sangre a causa del terror que le provocará el ver
los pecados de los hombres que Él va a llevar sobre sus hombros; será Él el afligido y
el agobiado cuando se encuentre condenado a muerte en un juicio injusto, cuando sea
azotado y coronado de espinas, cuando sea cargado con la cruz, cuando camino al
Calvario, su único consuelo sea la mirada enrojecida por el llanto de su Madre, María
Santísima; será Él quien estará afligido y agobiado cuando, desde la cruz, clame al
Padre por haberlo abandonado -“Elí, Elí, lamá sabactaní, Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has abandonado?” 1 -; será Él quien se sentirá afligido y agobiado por el peso de los
pecados personales de todos y cada uno de los hombres, que llevará sobre sus
espaldas para aniquilarlos con su muerte, cuando muera en cruz.
Parece entonces una promesa que Jesús no puede cumplir, cuando dice que
quienes estén afligidos y agobiados, se acerquen a Él, que Él los aliviará.
Pero Jesús no dice nada que no pueda cumplir.
Quien se acerca a Jesús crucificado, afligido y angustiado, para contarle de sus
propias angustias y aflicciones, recibe de Jesús el misterioso poder que de Él emana
como Hombre-Dios; quien se acerca a Jesús crucificado, no se acerca a un hombre
fracasado, sino al Cordero de Dios, que sólo en apariencia aparece como derrotado en
la cruz, siendo la cruz la máxima y suprema manifestación de la omnipotencia divina.
Quien, con su aflicción y angustia, se acerca a Cristo, afligido y angustiado en la
cruz, puede percibir el latido de su Corazón, que es el latido del Hombre-Dios, que
late con la fuerza del poder divino y que con cada latido, junto con su sangre, en su
sangre, infunde al Espíritu Santo, quien fortalece al alma con el mismísimo poder
divino .
“Venid a Mí los que estéis afligidos y agobiados”. Quien esté afligido y agobiado
no dude en acercarse a Cristo crucificado, afligido y agobiado, porque de Él y de la
cruz, brotan una fuerza misteriosa, sobrenatural, omnipotente, que cuanto más débil
se es, cuanto más afligido y agobiado se está, más intensamente actúa en lo más
profundo del alma, dotando al alma de la fuerza divina del Hombre-Dios.
“Venid a Mí los que estéis afligidos y agobiados”. Si en el evangelio es Jesús
quien llama a quienes están afligidos y agobiados, por el motivo que sea, a acudir a
Él, en la Iglesia se invierten los términos: es Él quien viene a nuestro encuentro, en el
sacramento eucarístico, para donarnos su Corazón, y con su Corazón, su Espíritu, su
Amor, su consuelo y su paz.
Padre Álvaro Sánchez Rueda
1 Cfr. Mc 15, 34.