XIII Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Jueves
“¿Qué es más fácil decir: „Tus pecados están perdonados‟, o decir: ‟Levántate y
anda‟?”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Génesis 22, 1-9
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán llamándole: «¡Abrahán!»
Él respondió: «Aquí me tienes.»
Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de
Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.»
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo
Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado
Dios. El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos.
Y Abrahán dijo a sus criados: «Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho
iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.»
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el
fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre: «Padre.»
Él respondió: «Aquí estoy, hijo mío.»
El muchacho dijo: «Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el
sacrificio?»
Abrahán contestó: «Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.»
Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios,
Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso
sobre el altar, encima de la leña.
Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del
Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó: «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora
sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en una
maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
Abrahán llamó a aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «El monte
del Señor ve.»
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –
oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo
único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrella del cielo y
como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las
ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu
descendencia, porque me has obedecido.»
Abrahán volvió a sus criados, y juntos se pusieron en camino hacia Berseba.
Abrahán se quedó a vivir en Berseba.
Sal 114 R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida
Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco. R/.
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.» R/.
El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó. R/.
Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,1-8:
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad.
Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están
perdonados.»
Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más
fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues,
para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar
pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a
tu casa.»
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y
alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
II. Oramos con la Palabra
SEÑOR,cuántas veces los calores del verano –que nos llega con fuerza ahora en
el hemisferio Norte– logran congelar la vitalidad del espíritu, que queda
paralítico ante los excesos del culto al cuerpo. Hoy escucho tu palabra de alerta
y de ánimo: Ponte en pie, toma tu camilla y anda.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
Seguimos en la Primera Lectura con el Libro del Génesis, y, en él, con Abrahán.
Habíamos visto y admirado su primera respuesta a la llamada de Dios para
abandonar sus raíces; hoy se le pide algo más difícil y sangrante: cortar con las
promesas y planes de Dios, mediante el sacrificio de su tan esperado hijo Isaac.
Abrahán tampoco vacila lo más mínimo esta vez en el cumplimiento de la
voluntad de Dios, hasta que en el último momento Dios mismo, por medio del
ángel, impide el holocausto, una vez comprobada su fe y obediencia.
En el Evangelio el protagonista, después de Jesús, es un paralítico a quien aquél
va a perdonar sus pecados y a curar su parálisis, por este orden. Y, al perdonar
y curar, descolocó, una vez más a los fariseos y letrados, que le tachaban de
blasfemo. Al margen de la acusación, “la gente quedó sobrecogida y alababa a
Dios” que liberó a una persona de las ataduras de la enfermedad, convirtiendo la
camilla, que tenía encarcelado a aquel hombre, en una carga ligera que
alegremente pudo, en adelante, tomar libremente en sus manos.
Jesús perdonador
Son importantes las actitudes del paralítico, de los camilleros, de la gente, etc.
pero voy a ceñirme a las de Jesús. Éstas son la mejor respuesta a aquéllas.
Cuando lo que simplemente buscaba este hombre era ser curado, recuperar el
movimiento de sus miembros, Jesús le desconcierta porque empieza dándole lo
que no buscaba ni había pedido. Pero se trataba de la curación del alma, más
importante y más grave que la enfermedad del cuerpo.
Toda una lección para él y para nosotros. Lo primero siempre es compararnos un
poco con las expectativas que Dios tiene para nosotros. Cualquier desviación,
cualquier anomalía debe ser corregida; espiritualmente hablando, perdonada.
Esto es lo primero que hace Jesús con el paralítico. Como antes lo había hecho
con Zaqueo, liberándolo de su amor excesivo al dinero; con María Magdalena,
liberándola de sus emociones equivocadas; con Mateo, con Nicodemo y con la
mayoría de los que se encontraron con él. ¿Qué es más difícil, perdonar o curar?
Para Dios, igual en cuanto a la dificultad. Pero, con el Evangelio en la mano,
vemos que a Dios le gusta más perdonar, otra forma de curar más eficaz y
duradera.
Jesús curador
Jesús, una vez perdonado aquel hombre, lo cura. Era lo que había ido buscando.
Y así, su liberación fue completa. Dios siempre busca la salvación integral de la
persona humana, la del cuerpo y la del alma. Por eso le vemos unir, y con
mucha frecuencia anteponer, la fe a sus milagros de curación. Hay que
humanizar a las personas para poder, luego, atender a sus necesidades
espirituales. Ambas cosas son importantes, aunque existan grados. La armonía
se conseguirá atendiendo al espíritu y al cuerpo, evitando el pecado y la
enfermedad, procurando la amistad con Dios, la gracia, y la salud. Esto es lo que
hizo Jesús: curar a los enfermos, liberar a los oprimidos por el diablo, y
perdonar. Humanizar y salvar. “Venían a oírlo y a que los curara de sus
enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y
toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a
todos” (Lc 6,18ss).
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino
Con permiso de dominicos.org