"Sígueme”
Mt 8, 18-22
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
JESÚS NO PUEDE SER SEGUIDO MÁS QUE POR AMOR A ÉL
Vivimos en una época marcada por una especie de delirio de omnipotencia. El hombre parece
no ponerse límites a la voluntad de gozar, pero se encuentra mudo y desorientado cada vez
que tropieza con acontecimientos como la muerte que le hacen tocar con la mano su
extrema impotencia, y a los que no puede dar un sentido fuera de una perspectiva de fe. Sin
embargo, el hombre está llamado, verdaderamente, a poseer una grandeza inesperada,
aunque sólo si acepta ser criatura y adherirse a un designio que no es suyo. «Ya no os llamo
siervos... sino que os llamo amigos». eso es lo que dice Jesús (cf Jn 15,12-17).
En el pasaje del Génesis propuesto a nuestra meditación encontramos a Dios que se pregunta:
«Cómo voy a ocultarle a Abrahán lo que pienso hacer?». El, Dios, en efecto, es quien ha
elegido a Abrahán, se ha unido a él, y esto le da a su amigo un gran poder sobre el corazón
divino, un poder de intercesión que Dios mismo suscita, porque quiere ser rogado, suplicado,
para poder manifestar su suma justicia, que es misericordia. Abrahán se detiene, en el relato,
en diez justos: será preciso esperar aún la llegada del único Justo, que, cargando con la culpa
de todos, salvará no sólo a las ciudades corruptas, sino a toda la humanidad, lavándola en su
sangre.
Entonces Dios seguirá estando, aún más, con nosotros y escogerá a amigos para asociarlos a
su misión de Salvador.
Con todo, la iniciativa de esa elección seguirá siendo siempre suya y sólo suya: “No me habéis
elegido vosotros, sino que yo os elegí” Dios es Dios, y nuestra verdadera libertad consiste en
conseguir pronunciar un “SÍ” de asentimiento pleno y amoroso a su elección. Jesús no puede
ser seguido más que por amor a él. Todas las otras motivaciones desaparecerán un día u otro:
entonces nos encontraremos con nuestros sueños rotos. Podremos ser sus amigos y
convertirnos en intercesores sólo cuando nos hayamos adherido a su persona no por las
ventajas que esto pueda acarrearnos, sino sólo por dejarnos conducir por su camino de
peregrino que no tiene dónde reclinar la cabeza. Esa llamada cuando es verdadera tiene
una urgencia y un valor que la hacen ineludible. Entonces y sólo entonces tomará cuerpo esa
inesperada grandeza que consiste en ser amigos de Dios, de un Dios poderoso que se ha
hecho débil para solicitar nuestro amor.
ORACION
Señor, también nosotros, como los grandes orantes del Antiguo Testamento, nos quedamos
sorprendidos ante el misterio de tu grandeza y, aún más, ante el don de tu benevolencia.
Los cielos de los cielos no pueden contenerte y, sin embargo, tú, que al venir a la tierra elegiste
una vida de pobreza y de abandono, te presentas cada día como alimento para nuestra hambre
de amor y de vida. Coima nuestro corazón de un infinito agradecimiento que nos convierta, en
medio de los hermanos, en alegres testigos de tu amistad con los hombres. Conviértenos
también en audaces intercesores, para que a nadie le falte la alegría de saberse pensado,
elegido y amado desde toda la eternidad. Amén.