“¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?”
Mt 8, 23-27
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
SEÑOR, SÁLVANOS
Se puede percibir más de una analogía entre las lecturas propuestas por la liturgia
de hoy. En ambas se habla de una situación tranquila que padece un cambio
imprevisto: el fuego que baja del cielo y el desencadenamiento de los elementos
naturales sobre el mar alborotado. En ambos casos se ofrece al hombre aterrorizado
una salvación misericordiosa por parte de alguien que le presta socorro. Ambas
situaciones pueden ser una gran metáfora de la condición humana, del viaje del
hombre hacia la salvación, un viaje acechado por una gran cantidad de adversidades
que hacen que, con frecuencia, el hombre sienta miedo frente a realidades que le
superan, que le aplastan. ¿Y qué miedo es superior al de la muerte? Nosotros
sabemos hoy que no estamos solos, y, aunque nos sintamos así, siempre podemos
gritar “Seor, sálvanos!” a aquel que quiso pasar por nuestras mismas situaciones,
que quiso dormir con nosotros el sueño de la muerte, para despertarnos con él en la
vida sin fin. Se nos pide que no seamos «pequeños en la fe», que seamos audaces,
constantes, perseverantes en la oración.
Estamos seguros, en efecto, de que a quien llame se le abrirá, a quien pida se le
dará, y a quien ha sido bautizado en la muerte y resurrección del Señor Jesús no se
le arrebatará la vida, sino que simplemente le será cambiada, porque “tanto si
vivimos como si morimos, somos del Seor”. Él vino a compartir nuestra condicin
humana para darnos su paz, su alegría, su plenitud de vida. También nosotros, por
tanto, aferrándonos al madero de su cruz, podemos atravesar todos los mares
tempestuosos, seguros ahora de llegar incólumes con él a la tierra de los vivos.
ORACION
Señor Jesús, tú has llevado a cabo por nosotros, de una vez por todas, la gran
travesía del mar tempestuoso de la historia apoyando suavemente tu cabeza entre
los brazos del Padre en el leño de la cruz. De este modo, abriste para todos nosotros
un camino grande y seguro, que nos permite atravesar incólumes el gran abismo del
mal, que intenta atraparnos constantemente.
Haz que cada hombre te conozca y experimente que los sufrimientos del momento
presente no son comparables a la alegría de la salvación que nos has preparado en
el abrazo del Padre. Él nos ha querido desde siempre para ser uno con él y contigo
en el amor.