Miércoles 29 de Junio de 2011
San Pedro y San Pablo apóstoles 2011
Hechos 12,1-11
En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de
la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto
agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó
prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando su custodia a cuatro piquetes de
cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las
fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia
oraba insistentemente a Dios por él.
La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos
soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en
el hombro, lo despertó y le dijo: "Date prisa, levántate." Las cadenas se le cayeron
de las manos, y el ángel añadió: "Ponte el cinturón y las sandalias." Obedeció, y el
ángel le dijo: "Échate el manto y sígueme." Pedro salió detrás, creyendo que lo que
hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda
guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y
al final de la calle se marchó el ángel. Pedro recapacitó y dijo: "Pues era verdad: el
Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la
expectación de los judíos."
Salmo responsorial: 33
R/El Señor me libró de todas mis ansias.
Bendigo al Señor en todo momento, / su alabanza está siempre en mi boca; /
mi alma se gloría en el Señor: / que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, / ensalcemos juntos su nombre. /
Yo consulté al Señor, y me respondió, / me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, / vuestro rostro no se avergonzará. / Si
el afligido invoca al Señor, él lo escucha / y lo salva de sus angustias. R.
El ángel del Señor acampa / en torno a sus fieles y los protege. / Gustad y
ved qué bueno es el Señor, / dichoso el que se acoge a él. R.
2Timoteo 4,6-8.17-18
Querido hermano: Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi
partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he
mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez
justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a
su venida. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje,
de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor
seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Mateo 16,13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo Jesús preguntó a
sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" Ellos contestaron:
"Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas."
Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro tomó la
palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." Jesús le respondió:
"¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne
y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.. Te
daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el
cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo."
COMENTARIO
A la profesión de fe de Simón Pedro responde Jesús con una
bienaventuranza. Llama a Pedro por su nombre: «Simón». Jesús declara dichoso a
Simón por el don recibido. Es el Padre de Jesús quien revela a los hombres la
verdadera identidad de Éste. Es el Padre quien revela el Hijo a la gente sencilla y el
Hijo quien revela al Padre.
Pedro pertenece a la categoría de los sencillos, no a la de los sabios y
entendidos, y ha recibido esa revelación. Es decir, los discípulos han aceptado el
aviso de Jesús de no dejarse influenciar por la doctrina de los fariseos y saduceos y
están en disposición de recibir la revelación del Padre, es decir, de comprender el
sentido profundo de las obras de Jesús, en particular de lo expresado en los
episodios de los panes. Han comprendido que su mesianismo no necesita más
señales para ser reconocido. La revelación del Padre no es, por tanto, un privilegio
de Pedro; está ofrecida a todos, pero sólo los «sencillos» están en disposición de
recibirla. Se refiere al sentido de la obra mesiánica de Jesús.
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de fundación ÉPSILON)