EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
El Inmaculado Corazón de la Virgen María – Memoria
Libro de Isaías 61,9-11.
Su descendencia será conocida entre las naciones, y sus vástagos, en medio de los
pueblos: todos los que los vean, reconocerán que son la estirpe bendecida por el
Señor.
Yo desbordo de alegría en el Señor, mi alma se regocija en mi Dios. Porque él me
vistió con las vestiduras de la salvación y me envolvió con el manto de la justicia,
como un esposo que se ajusta la diadema y como una esposa que se adorna con
sus joyas.
Porque así como la tierra da sus brotes y un jardín hace germinar lo sembrado, así
el Señor hará germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones.
Evangelio según San Lucas 2,41-51.
Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,
y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén
sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron
a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley,
escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué
nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados".
Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de
los asuntos de mi Padre?".
Ellos no entendieron lo que les decía.
El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba
estas cosas en su corazón.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Beata Isabel de la Trinidad (1880-1906) carmelita descalza
Último retiro, día decimoquinto
"María conservaba todas estas cosas en su corazón y las meditaba" (Lc
2,19)
«La Virgen conservaba todas estas cosas en su corazón» (Lc. 2, 19 y 51): toda
su historia puede resumirse en estas pocas palabras. Fue en su corazón donde ella
vivió, y con tal profundidad que no la puede seguir ninguna mirada humana.
Cuando leo en el Evangelio «que María corrió con toda diligencia a las montañas de
Judea» (Lc. 1, 39) para ir a cumplir su oficio de caridad con su prima Isabel, la veo
caminar tan bella, tan serena, tan majestuosa, tan recogida dentro con el Verbo de
Dios... Como la de El, su oración fue siempre: «Ecce, ¡heme aquí!» ¿Quién? «La
sierva del Señor» (Lc. 1, 38), la última de sus criaturas. Ella, ¡su madre! Ella fue
tan verdadera en su humildad porque siempre estuvo olvidada, ignorante, libre de
sí misma. Por eso podía cantar: «El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas;
desde ahora me llamarán feliz todas las generaciones» (Lc. 1, 48, 49).
Esta Reina de las vírgenes es también Reina de los mártires. Pero una vez más
fue en su corazón donde la espada la traspasó (Lc. 2, 35), porque en ella todo se
realiza por dentro... ¡Oh!, qué hermoso es contemplarla durante su largo martirio,
tan serena, envuelta en una especie de majestad que manifiesta juntamente la
fortaleza y la dulzura... Es que ella había aprendido del Verbo mismo cómo deben
sufrir los que el Padre ha escogido como víctimas, los que ha determinado asociar a
la gran obra de la redención, los que El «ha conocido y predestinado a ser
conformes a su Cristo» (Rm. 8, 29), crucificado por amor. Ella está allí al pie de la
cruz, de pie, llena de fortaleza y de valor.
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