-¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?-
Mt 9, 14-17
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL DON EXTRAORDINARIO QUE DIOS NOS HA HECHO
Al leer el relato del Génesis se queda uno desconcertado. Sin embargo, Dios el
Santo“pasa” a través de las intrigas y de las bajezas humanas. Pasa por ellas
dejándose herir profundamente; las atraviesa, no obstante, de una manera soberana,
como vencedor. A pesar de tanta miseria, un día florecerá de la humanidad el santo
Brote, manará la Fuente de agua viva: nos nacerá un Salvador, Dios con nosotros,
en nosotros. Esto representará, para cada hombre, la novedad, la juventud sin
ocaso, la posibilidad de vivir eternamente con Dios. Por consiguiente, en vez de
lamentarnos por la jornada de ayer, que añadió su peso al fardo que ya llevábamos,
acojamos con admiración el día de hoy, esta mañana, esta noche, el don
extraordinario que Dios nos ha hecho, la novedad de su vida en nosotros, su perdón,
que nos transfigura en hijos de Dios. Su amor, que ha sido más fuerte que los
pecados de muchos hombres obstinados en el mal, ¿no saldrá victorioso también
sobre nuestros pecados? A buen seguro que sí, y precisamente por eso necesitamos
ayunar y hacer penitencia, puesto que a través de la penitencia y la oración
apresuramos la venida del Esposo y la fiesta que supone estar siempre con él.
ORACION
Señor Jesús, con tu nacimiento, por fin, ha habido algo nuevo bajo el sol. Tú has
venido a prepararnos el banquete nupcial del que nadie es excluido. Llegamos a él
con nuestras vidas más o menos atormentadas, más o menos marcadas por
ambigüedades y compromisos con los que hemos intentado vencer el aburrimiento,
la soledad, el miedo a la muerte. Tú, Señor de la vida y Esposo de la humanidad,
invitas a todos y reservas a cada uno un puesto de honor, puesto que para ti todos
somos únicos e insustituibles.
Concede a todos los hombres gustar con corazón grato la bienaventuranza de ser
comensales tuyos en el banquete eucarístico, ese mismo en el que tú dispensas el
vino nuevo del amor y de la alegría: el cáliz de tu sangre derramada por nuestra
salvación.