OÍDO SEMBRADO Y BOCA SEMBRADORA
DOMINGO XV PER ANNUM
10 de Julio de 2.011
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que
tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les
habló mucho rato en parábolas: Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco
cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en
terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda,
brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra
buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos
que oiga. Mateo 13, 1-9
Nuestro terreno singular y colectivo; nuestras personas individuales y comunitarias;
nuestro yo interior y nuestra herencia y ambiente culturales, nos encontramos, con
relación a Cristo, Palabra Encarnada y Agua Viva sembradas y llovidas en el corazón
de todos y de todo, nos encontramos, digo, en diferentes momentos y niveles de
acogida y respuesta; de inseminación e impregnación, de proceso y gestación, de
floración y fructificación de Tal y Tanta Semilla humano-divina.
Hay momentos en cada biografía humana y espacios socioculturales a lo largo de la
historia de la humanidad, (y nuestra experiencia y cultura actual pueden estar
afectadas de ello) , en los que apenas si se percibe la acción positiva de Dios , la
eficacia del Cristianismo, el peso real de la Iglesia, pareciendo que todo el esfuerzo
de sementera evangelizadora y de regadío bautismal dieran con surcos de sal y
terrenos impermeables…
Se apoderan entonces de nosotros sentimientos y conductas de pesimismo y
pasividad, de impaciencia y falta de esperanza en la promesa divina de cosecha y
llenumbre, sin tener en cuenta que , “como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, fecundarla y hacerla
germinar… así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía sino que
hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”.
Bastaría, por el contrario, contestar a esa respuesta negativa, sugerida por el
camino picoteado por buitres sacrílegos , por el terreno pedregoso de fácil brote y
raíz imposible y por las zarzas pomposas y parasitarias, contrarreplicando con
esfuerzos redoblados , preñados e impregnados de la creyente consciencia de que
“los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá” . No
en vano la creación expectante, toda ella y en ella todos nosotros, está aguardando
la plena manifestación de los hijos de Dios, en un embarazo y gestación
progresivos, subiendo apenas sin darnos cuenta el porcentaje de fructificación siglo
a siglo, año a año, día a día y segundo a segundo , hasta que el pequeño embrión ,
el grano del hombre y del mundo, pase del uno, del treinta, del cuarenta… al cien
por cien de los Cielos nuevos y de la Tierra nueva. Será entonces cuando seremos
dados a Luz Eterna en Cristo Muerto y Resucitado, sembrado por el Padre en
nuestros corazones cubiertos y fecundados desde ya por las primicias del Espíritu
Santo con el que gemimos en nuestro interior aguardando el cosechón
inconmensurable de la Salvación total.
Mientras tanto, siendo como somos terreno beneficiario de la Semilla del Verbo
encarnado, y abiertos a dialogar en los atrios de los actuales gentiles, sintámonos
fuertemente interpelados e impelidos a hacer más viva en nosotros, más creíble y
asequible la Palabra de Dios ante los hombres de nuestro tiempo, siempre con el
convencimiento de que nuestro plantar y nuestro regar necesitan de todas todas el
incremento providencial y seguro de Dios.
Juan Sánchez Trujillo